Juguemos el juego de los corazones rotos
Tres meses atrás, Abby estaba a punto de convertir su corazón en campo de apuestas.
Era el último año. El plan, gestado entre risas, columpios y tardes de teoría romántica, estaba por cobrar vida. Un experimento emocional: ¿funciona enamorarse como en las novelas si lo provocas desde cero?
Abby no era ingenua. Sabía lo que era amar hasta romperse. Su historial incluía exnovios con el carisma de un virus digital y mil libros donde la protagonista aprendía demasiado tarde que apostar al amor es jugar con fuego.
Y esta vez, el "juego" tenía nombre: Harry Adam. Lector voraz, escritor misterioso, sexy en su rareza. El opuesto perfecto.