Cuando ese nombre salió de mis labios, ví que todo el mundo hasta el tío Hyde habían girado hacia el otro lado. Incluso Hércules lo hizo.
Eso generó una curiosidad y quería saber lo qué había pasado.
Un destello blanco volvió a aparecer dentro de mi memoria. Una sonrisa burlona, unos ojos azules como el cielo, y unas manos que además de acariciarme, me torturaba con un látigo negro.
Me sostuve de la pared para evitar caer de rodillas y Hércules fue quien me sostenía y me llevo hasta una habitación donde pudiera estar tranquila y no me preguntó nada. Así que tampoco le dije nada.
Era la primera vez que me habían dejado sola, y fui hasta el laboratorio donde estaba Rowina; quien al verme, me sonríe.
Me acerqué hacia a ella para hablarle y ella agarra mis manos desde los barrotes, las pone en sus pechos.
Se las saque, no iba a manipularla y volverla algo como que me hicieron a mí.
Le entré a hablar, pero fue inútil. Ella solo quería que le dieran dolor y placer. Me entré a preguntar lo qué le había hecho mi tío, para reducirla de esta forma.
Entre al despacho de Sherlock y usé su computadora. Abrí el navegador y tecleé el nombre de Cedric. Al presionar el enter, inmediatamente aparecieron muchas páginas de noticias, de las cuales hablaban maravillas del alcalde de Nueva York.
Busque una foto de él para ver si me parecía familiar y cuando la ví, supe enseguida que ése hombre no era Cedric. Era totalmente diferente al que yo recordaba, con lo poco que podía recordar.
Flexione los dedos y me puse manos a la obra.
Hackeé todos los sistemas que tenía que hackear de la oficina del alcalde, sin que se enteraran de haber sido invadidos.
Entré a lo que sería los archivos ocultos de la computadora portátil que estaba en casa del alcalde. Me conecte a todas las cámaras de vigilancia que habían instaladas en la casa. Y ahí lo ví.
Estaba encadenado y no parecía muy feliz estar así.
Espié un poco más y supe enseguida quién lo había metido ahí mismo: Ivanhoe.