Por la tarde, después del almuerzo, Marta acompañó a su hermana al centro comercial, Carol se dedicaba a la actuación, había empezado desde los 6 años y obtuvo un éxito colosal en poco tiempo, por esto se había convertido en una mujer millonaria de segunda generación. Carol siempre le ofrecía a Marta que le compraría lo que ella pidiese sin importar cuán costoso fuera, pero ella siempre se negaba, no quería abusar de la amabilidad de su medio hermana (porque sólo eran hermanas gracias al mujeriego de su padre) afortunadamente no pertenecían a la clase alta, de lo contrario eso habría sido un escándalo monumental; sin importar que no fueran completamente hermanas, siempre se habían llevado bien y, básicamente, se habían criado juntas, por lo que eran inseparables. A Manuel lo habrían conocido años después (obviamente, también hijo ilegítimo de Carlos Díaz, el padre de Marta), también habían entablado relación cercana con él, aunque no habían crecido juntos.
Mientras Carol revoloteaba por las tiendas probándose ropa, Marta la miraba y le decía lo qué opinaba, porque aunque ella fuera distante y fría, aún así tenía un excelente sentido de la moda. Salieron de las tiendas con pocas bolsas, Carol no estaba acostumbrada a comprar ropa que no fuera útil en su trabajo. Sin preguntarle, Carol le había comprado un juego de aretes y collar muy bellos y algo costosos a Marta, a ella no le importaba que Carol pasará por sobre su voluntad, después de todo siempre lo hacía y a fin de cuentas terminaba gustándole lo que le compraba.
Mientras pasaban por el pasillo en dirección a la salida del centro comercial, a Marta le llamó la atención un libro, exhibido en una papelería, tenía en la portada una joven rubia caminando en un hermoso paisaje, se titulaba "Los caminos del destino", pero lo que más le había llamado la atención era el autor de aquel libro. Pudo haber sido casualidad o tal vez haya sido el destino, pero sea lo que sea, era más claro que el agua que el autor de ese libro era su nuevo compañero de trabajo... Miguel Botero.
Al leer las primeras líneas de la obra, interesó profundamente a Marta, mientras volvía a cerrar el libro pensaba: "tal vez lo juzgue demasiado pronto, quizá le dé una segunda oportunidad e intenté ser su amiga..." Mientras pensaba en esto, sin querer se dibujaba una sonrisa en su rostro y se coloreaban sus blancas mejillas de un rubor suave color rojizo. Carol noto todo y no estaba dispuesta a dejar el tema sin averiguar la verdad.