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Chapter 811: Historia Paralela La Caída Capitulo 54: Regalo.

En un espacio blanco ilimitado, una niña estaba saltando para todas partes mientras un anciano la observaba.

La niña llevaba ropa de ejercicio y su cabello de color negro atado en una coleta temblaba cada vez que ella saltaba.

No era un juego, la pequeña pisaba el suelo, saltaba hacia arriba y luego se giraba en el aire pisando una plataforma que se generaba a sus pies para descender y volver a moverse.

La velocidad era rápida y la niña era ágil.

El anciano observó a la pequeña notándola girar y él moviendo su dedo lanzaba pequeñas ondas concentradas que, si impactaban, la lanzarían a lo lejos, pero la niña ni se inmutaba.

Sonriendo brillantemente saltaba y giraba su cuerpo con una pirueta y al aterrizar seguía moviéndose, sin parar de esquivar y sin cansarse.

Incluso cuando más golpes eran lanzados, la niña no paraba.

El anciano lanzó más golpe con su dedo y de cinco pasó a diez, luego a veinte y en ese momento se adelantó a los movimientos de la niña prediciendo como se movería y a pesar de que la situación se complicaba la niña se giraba por el aire esquivando por poco.

Instinto, agudeza, velocidad, reacción y por última alegría… La niña sonreía de manera radiante, disfrutando de sus propios movimientos del estilo tan único que ella misma había adoptado para sí misma.

Después de todo, el anciano no le había enseñado como debía moverse, sino que como usar la energía mágica en su propio cuerpo y era la pequeña niña quien le gustaba hacer esos movimientos.

Utilizaba la versatilidad de su pequeño cuerpo y la capacidad para contorsionarse y de esa forma siempre esquivaba.

Las zapatillas que usaba le daban la capacidad de crear plataformas, pero era la niña quien se movía con rapidez y agilidad.

El anciano liberó su aura desactivando la plataforma y la niña cayó del cielo y rodó por el suelo, volviéndose a levantar y a correr para esquivar los ataques que continuaban.

"¡Maestro no sea malo!"

La niña gritó cuando las pequeñas ondas se convirtieron en esferas de aura o cortes de aura que volaron hacia la niña.

Ella tenía tiempo de gritar y por ende para esquivar y ahí fue la prueba, en vez de correr para todas partes, se detuvo y esquivó concentrando sus sentidos.

Sus juegos de pie eran ligero y rápido, lo suficiente para permitirle esquivar los ataques más veloces, y al anciano volvió a mover su dedo.

Cientos de esferas de energía volaron directamente a la niña en ataques consecutivos y la niña, en vez de esquivar hacia un lado, corrió hacia adelante y sonrió con brillantez.

Se deslizó para esquivar los primeros, saltó y contorsionó su cuerpo, volvió a caer y rodó para luego levantarse y volver a saltar, realizando piruetas mientras avanzaba hacia adelante.

Elegía qué golpe soportar y cuáles evitar, pero siempre sin detenerse, sin dudar ni gritar por el dolor y pese al dolor ella mantenía una sonrisa, no de arrogancia, sino que de diversión.

La niña que tenía una energía interminable y no podía quedarse quieta estaba sacando toda esa energía y le estaba dando uso.

Al final la niña avanzó tanto que cayó en pie al frente del anciano y la pequeña levantó la cabeza y dio una brillante sonrisa que buscaba ser alabada.

El anciano sacó su espada de madera y dirigió a darle un golpe a la cabeza, pero esta vez la pequeña esquivó hacia un lado.

"Hehe… Auch…"

Y justo cuando soltó una pequeña risa de victoria, se frotó la cabeza cuando el anciano simplemente movió su espada con mayor velocidad y le dio un golpe.

"¿Por qué fue eso?" Murmuró la pequeña frotándose la cabeza.

"Por pedir clemencia a tu enemigo y hablar durante el combate." Respondió el anciano y observándola detenidamente, cuestionó. "¿Te has preguntado qué quieres hacer con tus capacidades?"

"¡Ser una heroína!" Respondió la pequeña con una sonrisa brillante y reduciendo la sonrisa, agregó. "Quiero ayudar a las personas que necesiten mi ayuda. ¿Está bien?"

Le estaba preguntando a él si estaba bien, queriendo averiguar su manera de pensar, y el anciano la observó hasta que la niña le dio una sonrisa de vuelta al ser atrapada cuestionando.

Últimamente, se había puesto la idea de aprender sobre él y le hacía múltiples preguntas que buscaban ponerlo en jaque y lo había logrado.

Especialmente cuando traía mapas y le pedía ayuda a él para ponerle nombres a los continentes o a las naciones… Siempre atrapándolo descuidadamente.

"¿Maestro?" Preguntó la pequeña inclinando la cabeza, esperando la respuesta.

El anciano la volvió a mirar y suspiró, dándole un golpecito más suave en la cabeza.

"¿Estás dispuesta a ayudar a las personas sin importar su situación?" Preguntó el anciano y al ver que ella asentía con cierta seriedad, cuestionó. "¿Sin importar si ellos se ven involucrados con bestias, monstruos o… Seres humanos?"

Aurora era demasiado joven y todavía no había tomado una espada, pero pronto estaría lista y para este entrenamiento necesitaba estar lista para todo lo que fuera por venir.

Si quería aprender para ayudar a las personas, tenía que estar dispuesta a salir herida y también a herir, ya fueran bestias, monstruos o humanos… Incluso si su mundo era pacífico, ella no se veía como alguien que se quedaría quieta en los lugares más tranquilos.

"Sí." Respondió la pequeña.

Fue seria, pero era demasiado joven para entender que en ese deseo de ayudar podía terminar lastimando a otros y a veces manchándose de sangre.

Sin embargo, él era su maestro y si bien podía hablarle de las dificultades que podría presentarse en su camino, era difícil decir si ella la tendría en cuenta.

Así que lo mejor era prepararla.

Ya fuera que quisiera aprender a usar una espada por la devoción al arte, por interés, gusto o sus objetivos, él le enseñaría lo suficiente para que pudiera sobresalir y sobrevivir sin importar a lo que se enfrentara.

"Si es así, entonces hay que entrenar." Dijo el anciano y moviendo la espada de madera, señaló. "Lo primero es la supervivencia. Tienes que escapar de mí."

La pequeña parpadeó observándolo de pie a cabeza y luego… Corrió hacia la otra dirección con toda la velocidad posible.

El anciano no pudo evitar dar una sonrisa.

¿Con qué estilo debía empezar?

Primero necesitaba empezar con un estilo de espada salvaje que se asemejara a una bestia y que pudiera darle experiencia en luchas en contra de bestias mágicas y que puliera sus instintos.

Al decidirse, el anciano dio un paso adelante y balanceó su espada, manifestando su aura en un tigre tangible de tres metros de longitud y dos metros de altura.

Aurora necesitaba perfeccionar sus instintos de supervivencia ante de dar el siguiente paso.

******

Un anciano estaba meditando en un espacio blanco ilimitado y abrió los ojos justo en el momento en el que una niña aparecía de repente.

La pequeña llevaba la ropa de gimnasia de siempre, pero ahora traía un plato con un trozo de torta encima.

"Maestro, le traje esto para usted. Como sabe es mi cumpleaños y mi madre preparó mucha comida." Dijo la pequeña entregando el plato y dando una mirada seria, señaló. "Tuve que pelear con una feroz glotona para conseguirlo."

Sonaba seria al hablar de la glotona y cuando él lo recibió, ella dio una sonrisa expectante instándolo a que lo probara.

"Sé que está a dieta, pero debe mantener su figura." Dijo la niña instándolo a que comiera.

¿Él estaba a dieta? ¿Que no comiera regularmente hizo que creyera eso? El anciano la miró detenidamente, pero sin dar comentario cortó un trozo de la torta y lo probó.

"Es delicioso." Dijo el anciano sonriendo con honestidad.

La pequeña le dio una sonrisa y mientras lo veía comer, se retorció en su lugar como un gusanito dándole una mirada de vez en cuando.

Cuando lo saludó dijo abiertamente que era su cumpleaños y había estado hablando de su cumpleaños desde que había sido año nuevo.

El anciano siguió comiendo como si no viera esa expresión ni sus movimientos y esa expectativa al regalo para su cumpleaños y luego de terminar el anciano se levantó.

"Vamos a entrenar." Dijo en un tono simple.

La pequeña bajó sus hombros decepcionados al no obtener un regalo, pero lo siguió obedientemente y estiró su cuerpo para empezar los ejercicios de supervivencia.

Cuando ella terminó el estiramiento, el anciano sacó una espada y esta vez no era de madera, sino que una espada larga sin detalle ni decoraciones.

La niña no se sorprendió al verlo con esa espada, ya que habían entrenado varias veces antes de la misma manera y ella no solamente comprendía el peligro, sino que lo aceptaba.

Luchar significaba estar dispuesta a ser herida y ella lo sabía, así que su seriedad aumentó.

Sin embargo, el anciano se acercó con la espada y tomándola del mango se la entregó.

"Feliz cumpleaños." Dijo el anciano.

"¿Eh?"

La niña soltó un sonido tonto mientras abría los ojos siendo atrapada de sorpresa y el anciano sonrió algo divertido.

"Esta es mi espada de entrenamiento. A pesar de que es llamada así, es una espada duradera y excelente. Sin decoraciones ni accesorios. Es una espada diseñada para practicar el arte de la espada." Dijo el anciano y observando a la pequeña recibir la espada, agregó. "Una espada que te acompañará durante el desarrollo de tu arte y cuando finalmente florezca se romperá."

Esta era la espada que él usaba para entrenar y por el cual se limitaba y aprendía sobre el control, pero para ella iba a ser una espada que diera inicio a su entrenamiento y aprendizaje y que también le marcaría cuando alcanzara una destreza digna de su arte.

El momento en el cual su arte se desarrollaría hasta tal punto que se solidificará.

"Ahora es tuya." Dijo el anciano y la niña sostuvo la espada.

A diferencia de la primera vez que vio una espada y la tuvo en sus manos, esta vez la sostuvo con facilidad y controló el agarre.

El anciano le dio distancia notando como la energía mágica en el cuerpo de la pequeña se movía para reforzarlo y luego la energía entraba a la espada.

La niña era un rango C en este momento y si bien no tenía experiencia en combate y solamente se había centrado en la resistencia y supervivencia… Ella tenía un talento abrumador por la espada.

No, iba más allá del talento, era amor por la espada y por el arte y el anciano la vio como ella sostenía la espada con las dos manos.

La niña se posicionó similar a cuando ella lo veía a él entrenar y balanceó su espada desde arriba hacia abajo, probando las aguas y luego volvió a balancearla otra vez y otra vez.

Balanceo tras balanceo, ella dio un paso y se movió hacia adelante realizando un corte y luego otro tan solo para retroceder y mover su espada.

No tenía experiencia, pero lo había visto entrenar antes e imitó los movimientos de los pies y si bien al principio también imitó los balanceos, ella se ajustó a su propia postura.

Entonces sonrió mientras oscilaba la espada moviéndose con una sonrisa, mientras realizaba cortes al aire disfrutando con una sonrisa.

Y el anciano la observó durante quince minutos, que se convirtieron en una hora y que luego se volvieron cinco y después diez horas... Y el tiempo continuo mientras que su aprendiz Aurora estaba absorta en el arte de espada.

Disfrutando su espada no como una niña que balanceaba para todas partes, sino que como una artista que buscaba su propio arte.

El anciano se sentó a meditar, ya que para él estuvo claro que ella se iba a demorar.

La pregunta era cuanto tiempo estaría en ese estado.

******

Agatha sosteniendo a su pequeña Alice en sus brazos, leyó un libro mientras estaba en el sofá.

Aurora no había vuelto hace más de quince horas y como Alice le costaba dormir sin su hermana a su lado, ella la sostuvo para dormir mientras seguía con sus estudios de magia.

Había sido el cumpleaños de ambas y era obvio que el maestro de su hija le iba a regalar algo y el problema era que Aurora era talentosa y algunos decían que cuando uno hacía lo que le gustaba el tiempo no tenía sentido.

Esta vez fue similar, pero ella recibió un mensaje de lo que había sucedido y en vez de traerla la dejó estar.

Volviendo a la lectura del libro de magia, Agatha frunció el ceño al levantar la cabeza.

Estaba en la sala de la torre mágica de su hijo, ya que aquí había una mayor densidad de energía mágica y podía aprender magia sin problemas, pero frunció el ceño al sentir que alguien había entrado.

"¿Sucede algo, madre?"

Alice que se despertó sutilmente abrió los ojos, limpiándose la saliva y mirándola en un estado de en sueño.

Ella siempre se encontraba en un estado de alerta y reaccionaba con rapidez… Agatha le sonrió y la abrazó.

"No, cariño. Puedes seguir durmiendo." Dijo Agatha y con una sonrisa, agregó. "Madre te cuidará."

Su adorable niña aceptó su cuidado y se movió para abrazarla disfrutando de su cariño y la calidez del abrazo.

Agatha sonrió de manera brillante.

Su hijo mayor siempre fue serio y distante y no le agradaban demasiado las muestras de cariño y si bien Aurora no le importaba la muestra de cariño, se notaba que era más libre e independiente, pero era diferente con Alice.

Su adorable hija, que le gustaba tanto comer, le encantaba ser abrazada, aunque ella nunca lo admitiría y cuando dormía lo hacía totalmente, dejando cualquier pensamiento de lado.

Una pequeña y adorable niña que quería dormir en los brazos de su madre.

Lanzando un hechizo para evitar que ella despertara o que el sonido la molestara, Agatha se sentó en el sofá y agitó la mano.

La puerta hacia el pasillo de los círculos mágicos se abrió y el hombre que estaba al otro lado pálido se quedó tieso.

"Pasa." Ordenó Agatha al hombre.

Había una razón por la cual ella no se había deshecho de los círculos mágicos de la torre mágica y no solamente era la conveniencia, sino que las personas que de vez en cuando llegaban.

La mayoría moría en la entrada y su vitalidad era robada por los murales, pero otras veces venían guiados por una voluntad divina.

El hombre caminó a la entrada y su apariencia quedo a la vista por la luz de la sala.

Un hombre latino de traje con un cabello marrón bien arreglado y una barba prolija. Tenía una expresión seria y profesional, pero la tensión era visible a pesar de que lo trataba de ocultar.

"Soy…"

"Ángel Batista. Senador Mexicano." Dijo Agatha y observando al hombre, agregó. "He escuchado de ti. Has evitado que México sea controlado totalmente por narcos y has extendido tu influencia por todo el norte de América. Algunos te llaman el Gran Estadista y otros te aclaman como un excelente consejero."

El hombre al escuchar sobre sus logros no sonrió ni mostró orgullo, sino que dio varios pasos adelante y suspiró.

"Gracias. También he escuchado las hazañas de usted… Aunque nunca imagine que era la madre de alguien tan conocida." Murmuró el hombre sin ocultar la sorpresa.

Ese alguien tan conocido se refería a su hijo y se notaba sorprendido, pero con sus palabras buscaba confirmar quien era ella y Agatha sonrió.

Su hijo mayor hizo un excelente trabajo ocultándolos a ambos y borrando sus lazos, así que nadie imaginaria que ella y aquel que llamaban 'Enemigo de la Humanidad' eran familia.

Sin embargo, la reconoció, ya que su esposo y ella estaban mostrando su identidad con mayor regularidad para la preparación de quitarse las máscaras cuando el gremio de héroes se fundará.

Ella había escuchado los planes de su esposo y sus amigos y como ella era parte del grupo de grandes héroes, decidió acompañar a su esposo mientras se preparaba para evitar problemas para sus dos hijas.

"Es raro que sea una sorpresa. Algunos dicen que nos parecemos." Respondió Agatha y mirando al hombre, cuestionó. "Supongo que buscas a mi nuera."

La palabra nuera hizo que el hombre temblara sutilmente, pero luego dio una sonrisa y su seriedad se volvió más evidente.

Agatha se reunía con Jezabel de manera seguida, pero a veces ella se iba cuando tenía ideas raras como encontrar una raza bestia en este universo o alguna locura sin sentido.

Lo bueno era que su nuera no tenía la capacidad de concentrarse demasiado en sus ideas y, por ende, sus ideas terminaban rápido cuando fallaba o cuando encontraba algo mejor.

Algo bueno, ya que Agatha no quería tener superhéroes en este mundo ni una torre gigantesca o un alienígena de otro planeta… O cualquier idea que se le ocurriera a una primordial que estaba aburrida.

"Sí. He venido… Para hacer un trato." Dijo el hombre y vacilando sobre si hablar, reveló. "Quiero unificar América… O parte de ella."

Agatha lo observó.

Un mexicano quería unificar el continente era sin duda ambicioso, pero que estuviera aquí buscando hacer un trato o pedir ayuda a una Primordial dejaba ver que tenía posibilidades de lograrlo.

Al menos la posibilidad de hacer un trato, ya que si no fuera de esa manera, Jezabel que estaba escuchando lo hubiera asesinado en la entrada.

Aun así, seguía siendo ambicioso, pero para Agatha si algo así como una unificación sucedía sería algo bueno, ya que tendría preocupación menos.

"¿Es así? Entonces los dejaré solos." Dijo Agatha y ella desapareció con magia espacial.

Con Alice en sus brazos, ambas llegaron a su casa y Agatha sonrió al ver a su niña.

Cada día sus dos hijas estaban creciendo más rápido.


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