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Chapter 31: 31

—¿Quieres comer algo?— le pregunté a Ruby.

—En realidad no tengo hambre, pero una paleta no vendría mal.

Caminó al pequeño Kiosco que había en la carretera. Esto parece una cita, más que cualquier otra cosa. Nunca he estado en una, pero es la primera vez que hacemos algo fuera del sexo.

La seguí y compramos dos. Caminamos al auto y me le quedé viendo. Al subirnos ella estaba lamiendo la paleta helada, con un gusto, que me causó algo de gracia.

—Pareces una niña, ¿Hace cuánto no disfrutas de una?

—Hace dos noches.

Sonreí al caer en cuenta a lo que se refirió.

—¿Y te gustó?

—A diferencia de ésta, la que había comido hace dos noches, era caliente.

Siempre que hablamos de un tema, salimos hablando en doble sentido. Me gusta.

—Se está derritiendo la tuya— se me quedó viendo con una sonrisa.

—Ahora me siento raro haciéndolo. Creo que haré algo mejor. Ven acá— le pedí.

Se giró hacia mí, y se acercó.

—Abre la boca— le pedí, y ella lo hizo.

Metí la paleta en su boca y la chupó. Nada más de verla así, ya me sentía como roca. Al ver la gota que bajó por sus labios, me acerqué, evitando que cayera en su ropa y la lamí. Ella sacó la paleta de su boca y me miró.

—Veo que no te molesta que nos vean.

—Nadie puede ver dentro del auto. Los cristales tienen tintes, y aunque no los tuviera, lo haría de igual forma. ¿Cuál es el problema? ¿Qué culpa tengo de que seas tan deseable y te me antojes ahora?— la besé, y sus labios junto a su lengua, estaban fríos.

Ese sabor de las frutas, mezclado con el dulce de sus labios, era sumamente exquisito.

—Se está derramando— me dijo.

Varias gotas bajaron por mi mano, y ella las lamió. Inesperadamente acercó su paleta a mi cuello, y ese frío me provocó un escalofrío por todo el cuerpo. Chupó el área y luego lo lamió.

—Definitivamente sabe mejor así— soltó un suave quejido.

—¿Así que quieres provocarme? ¿Escogiste ese escote por mi?— bajé el área del escote, y derramé varias gotas en su pecho—. Rebotaría con esas dos — al dejar escapar ese comentario, Ruby rio.

—Eres un glotón. ¿Tanto te gustan?

—Me gustas completa, pero ellos son demasiado provocativos y grandes. No veo la hora de estar entremedio de ellos, así como intermediario.

—No sabía que te gustaban tanto, de ser así, ya te hubiera restregado entre ellas, más que perro con pulga.

—Aún estás a tiempo. Ya quisiera que me cubrieras con ellas, así como sábana recién puesta.

—Te has vuelto muy honesto. Creo que soy mala influencia para ti.

—Esas tetas son las malas influencias. Son dos contra uno. Debe dolerte la espalda por cargar tremendos demonios como esos.

—¿Me harías un masaje para calmar mi dolor de espalda?

—Empezaría con mis manos, pero quién sabe después con que termine.

—Ya estoy considerando el masaje. ¿Cuán pervertido puedes llegar a ser?

—No tienes idea. No sabes todo lo que imagino hacerte, y que aún no te he hecho, condenada.

—Estoy interesada en averiguarlo.

—Te lo mostraré.

El teléfono sonó interrumpiendo nuestra interesante conversación.

Llamada telefónica:

—¿Bueno?— respondí

—Buenas tardes, Adrián. Te llamaba para decirte que dejé los papeles que necesitarás mañana en tu casa.

—Gracias, Vane.

—Por cierto, no deberías dejar la puerta sin seguro. Pueden entrar a robarte.

—¿Sin seguro?

—Sí, al llegar estaba sin seguro. Ten más cuidado. Cuídate.

—Gracias. Adiós.

Eso es raro. Nunca dejo la puerta así.

Miré a Ruby y estaba comiéndose la paleta. Yo aproveché e hice lo mismo. Ambos estábamos con todas las manos llenas de fruta.

La llevé a la casa, y antes de despedirse, se giró hacia mí.

—¿Puedo acompañarte mañana?

Su pregunta inesperada me tomó por sorpresa.

—Claro que sí.

—¿A qué hora es?

—A las 9. Te vendré a buscar a esa hora.

—Te deseo mucha suerte. Espero todo salga bien.

—¿Te estás preocupando por mi?

—No, en lo absoluto. Sé que todo  saldrá bien— miró hacia la puerta, y puse mi mano en su cuello obligándola a mirarme.

—¿Será que dejarás ese orgullo y vas admitirlo de una buena vez? El hecho de que no te guste como algo más que amigos, no significa que este malo preocuparse el uno por el otro.

—¿He dicho que sea malo?

—Entonces admítelo, así como admites que te mueres por hacerlo conmigo.

—Sí, estoy algo preocupada por ti, pero sé que todo saldrá bien y podrás deshacerte de esa mujer.

—Te ves mucho más linda cuando admites las cosas. Hasta tengo ganas de hacértelo aquí.

—Deja de decir tonterías...— antes que pudiera terminar de decirlo, la besé.

No quería que dañara la emoción del momento con su orgullo.

—Te vendré a buscar mañana, ¿De acuerdo?

—Sí —asintió con su cabeza, y sonrió.

Se bajó del auto y entró a la casa.

Es la primera vez que admite algo así. Creo que ahora puedo decir que está progresando nuestra relación.

Fui a mi casa y me di un baño. Me serví un poco del jugo que estaba en la nevera y me senté a mirar los papeles mientras me lo tomaba.

Ahora que veo todos estos papeles, al lado de ella no podré ganar nada. Lo más probable me hagan pagar una cantidad muy alta de dinero, y si eso pasa, estaré en la ruina. No seré diferente a mi padre. Tendrá la oportunidad de burlarse de mí. Tengo que calmarme, no todo está perdido. Al menos tengo gente que me apoya en esto, y Ruby es una de ellas. Eso para mí es suficiente motivación para ir en contra de quién sea.

Dejé los papeles en el estudio, y subí la escaleras, en el último escalón me comencé a sentir mareado. Todo fue de repente. Mi cabeza daba vueltas y mi visión se tornó un poco borrosa. Me sujeté de las paredes hasta llegar a la puerta de mi cuarto, tenía temor de quedarme ahí, y que fuera a caerme. No podía con el dolor de cabeza. ¿Qué demonios es esto?

Abrí la puerta y la cerré, al mirar a la cama vi a una persona recostada. Tuve que parpadear varias veces para poder ver quién era. Al ver a Lily, retrocedí.

—¿Qué demonios haces aquí? ¿Qué me hiciste?— le pregunté molesto.

Busqué el teléfono, pero no lo tenía encima. Lo había dejado en el estudio.

—¿Por qué te sorprende tanto verme? Creí que estarías feliz— se levantó de la cama, y caminó hacia mí.

—¿Qué mierda quieres?

No podía con el mareo, y el sueño que estaba sintiendo.

—Que patético e indefenso te ves. Te lo advertí, mi amor, yo siempre gano. Veamos qué nos depara el destino a los dos. ¿Qué tal si recordamos los viejos tiempos, cariño? — esbozó una sonrisa.

Mi visión estaba perdiéndola por completo, y el cansancio me ganaba. Mi cuerpo se sentía muy débil.

—Lily...— fue lo último que pude decir, antes de perder por completo el conocimiento.


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