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Chapter 3: El más vil e infame con el más real y honrado

El lugar era.... fulgar, con aires lumínicos que se veían embravecidos por la presencia de incesantes nubes.

Los estratos no se movían para nada, eran como suelo firme, en todo el resplandeciente lugar solo habían 4 ángeles con nimbos, uno para cada ser, el primero portaba ropas negras y una guadaña, el segundo ropas blancas y un bastón, el tercero ropas azules y una vara y último ropas verdes y un arco, eso sí, todos tenían el mismo color de cabello, blanco.

Entre los 4 rodearon a Abaddon, quien con su mera presencia había tornado algunas de las esplendorosas masas blancas en nubarrones.

—Permítanos guiarlo—Habló con donosura el de negro.

—Muy bien...—Comenzó a seguirlo con garbo.

El entorno que lo rodeaba era fascinante, a pesar de ya haberse apoderado de unos cielos, y haberlos hecho colisionar contra la tierra.... estos de aquí eran francamente mejores.

El comité de bienvenida no tardó en darse cuenta de los paseos fugaces que daba la mirada afilada del diablo, no pudieron evitar sonreír ´´Por lo menos sabe apreciar el arte´´ pensaron al unísono, ser el señor de las tinieblas no tiene porqué hacerte reacio a lo sacro, especialmente cuando se ve agradable.

Caminaron por alrededor de media hora, a todos sin excepción les molestó más el final de sus andadas que el tiempo invertido en ellas y que decir sobre sus conversaciones fugaces.

Frente al demonio y los 4 seres de luz se presentaba un templo de dimensiones titánicas, las columnas era de un azul celeste, el resto era de colores blancos o negros.

—Si el señor nos disculpa nos iremos, a partir de aquí es cosa suya—Dijo con donaire el de blanco.

—Que así sea.—Respondió con soltura.

El cuerpo de ángeles desapareció entre el blanco espesor de la luz que lo rodeaba la mayoría de estancias.

Sin el más mínimo problema, el portador del fin del mundo caminó entre los pasillos del enorme templo, no había ni una mísera puerta y una cantidad ridícula de ángeles de alas blancas y negras lo observaron llegar a su destino, algunos lo saludaban, otros simplemente sonreían.

Finalmente en cuanto vio la refulgencia que emitía el batiente de la única puerta de toda el lugar, aceleró un poco el paso y la abrió sin llamar, entonces lo pudo ver, ahí, sentado en un trono hermoso qui quizá había sido construido por los Demiurgos, artesanos de la creación.

Se veía imponente, el cabello era blanco, al igual que el de los ángeles, pero un mechón tapaba el ojo izquierdo, el derecho irradiaba un aura tan divina como siniestra, su pecho y abdomen estaban al descubierto, mostrando unos tatuajes negros, las manos del ser, al igual que sus tatuajes eran de un negro absoluto, una luz verde las acompañaba, ni que decir sobre su constitución perfecta.

Abaddon no tuvo que dudarlo, era el Dios de la verdad, Vastos, no pudo evitar esbozar una sonrisa al verlo, una espantosa y desagradable.

—Vaya.... ¿Yo he tenido guardia para llegar hasta aquí y ahora me encuentro contigo solo?—Pronunció maliciosamente.

—Hm....—Su voz era sinfónica—La guardia era para dejar claro que venías invitado, y sobre lo otro.... Yo no necesito una guardia que me proteja de ti—Tras anunciar eso último una lanza roja y dorada apareció en sus manos.

—Uh.... Tranquilo, que arma tan buena ¿Qué puede hacer?

—¿Cómo?—Su rostro perfecto se torció.

—No hablaremos de armas entonces—Concedió.

—Toma asiento—Continuó mortalmente serio.

El oscuro dio un rápido recorrido por toda la estancia con su mirada, no había lugar en el que pudiera asentar, exceptuando el trono del Dios claro está, sin más el amo de las pesadillas se dejo caer, antes de tocar suelo apareció el lugar donde reposaría, era un trono exactamente igual al del Dios, solo que este era azabache y rojo además un humo negro lo rodeaba.

—Puesto que tú propusiste esto, seré breve con mis palabras ¿Qué es lo que quieres?—Lo observó con su ojo rasgado, el iris era dorado, el resto oscuro.

—Sobre eso.... No tengo el menor interés en este mundo, así que me gustaría una tregua o algo así, si me pudiera llevar a Asmodeus sería bueno.

—Y supongo que a cambio de eso estarías dispuesto a controlar los demonios para ahorrarnos estas reuniones....

—No estaría de más.—El diablo escuchó la lanza del Dios golpear el suelo.

—¡Le has mentido a Leirbag, Leinad, Andel y Nevtomel! ¿Planeas mentirme a mí ahora? ¿Piensas que es algo que puedas hacer? Soy Vastos el Dios que se para frente a todos los demonios, ningún ominoso se escapa a mi juicio.

Las palabras dichas por el Dios sorprendieron al diablo, de ningún modo nadie, jamás, ni los más astutos, nunca habían podido discernir la verdad o la mentira de sus palabras.

Numerosos destellos hicieron acto de presencia en los ojos de Abaddon, una sonrisa sincera y macabra apareció en su rostro, entonces lo miró de nuevo.

—¡Con qué ese título no es por nada!—Exclamó.

No recibió respuesta.

—La verdad me da igual Asmodeus, lo vencieron por inútil, yo mismo le habría dado un peor castigo, sobre el mundo, claro que tengo interés, aquí hay demasiada gente despreocupada, viviendo como si no hubieran hecho nada malo, como si estuvieran agraciados, esos estúpidos.... Es natural querer cubrirlo todo de brea.—Por primera vez en bastante tiempo dijo más de 1 verdad a la vez—Su voz comenzó a sonar como una cacofonía, casi se podían escuchas los gritos de los malditos en sus palabras.

—Ya veo....—Musitó—Estoy de acuerdo, hay demasiado infeliz, pero no te puedes quedar con todo el mundo.

—Comprendo.... ¿Qué propones? Te aviso de que llevo tiempo sin escuchar los gritos de condenados nuevos.

—El más mínimo pecado será suficiente, te puedas quedar a todos los que pequen aunque sea un poco, en menos de un milenio el mundo terrenal estará cubierto de bondad y la mentira habrá sido erradicada.

—Vaya...—Rio—No querrás que yo haga eso gratis.

—Los de tu calaña sois demasiado codiciosos, te habría ofrecido a ese demonio, pero veo que no te importa.

Tras esas palabras, cierto señor de las calamidades comenzó a dirigir la conversación hacia el punto que buscaba.

—Sin conflictos entre el averno y el paraíso, eso es lo que quiero ¿Aceptas?—Dio golpecitos con sus dedos al reposabrazos azabache.

—Me imagino que no quieres una guerra, no porque tengas miedo a perderla, tú ser inmundo lo que no quieres es el trabajo que da una guerra, sé lo que pasó en tu mundo, has perdido las ganas de tratar de hacer eso de nuevo, ahora solo quieres recrearte con las pobres almas que moran este lado de la existencia—Anunció con sosiego.

—¿Hay algún problema?

—Te daré lo que quieres y más, a cambio me ayudarás a mí y los demás, tu y yo, tenemos un objetivo en común que va más allá de un poco de sufrimiento.

La discusión—conversación se extendió por varias horas, en realidad duró dos días, resultó que el tema si era de interés común.


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