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Chapter 8: | ¿Se queda en Las Vegas? |

Me encontraba paralizada.

Sacudí la cabeza y parpadeé varias veces con intenciones de despertar de este extraño y terrible sueño. Me pellizque el brazo con fuerza, pero tampoco había caso.

No estaba en una pesadilla, estaba viniendo una realidad alternativa de mi vida en donde literalmente había contraído matrimonio con un completo desconocido.

—¿Estas bien? —La voz de Stephen tenía un tono de preocupación.

—Creo que me ha dado un paro cardiorrespiratorio —susurré.

¡No podía estarme pasando esto!.

—No podrías hablar si eso te hubiese sucedido —comentó, ganándose mi mirada inyectada de odio.

—¡Lo se!.

Mi cuerpo se encontraba adormecido de la impresión, al enumerar todos y cada uno de los problemas que tendría con mis padres por haberme casado con alguien que conozco hace sos malditos minutos.

¡Vittorio iba a asesinarme!.

Lenta, cruel y dolorosamente.

Me sentía completamente culpable de seguir ocasionándole decepciones, el no se merecía aquello de mi parte.

Lara me importaba lo mismo que un pepinillo, pero mi padre siempre había sido una gran persona conmigo y no podía soportar el perder su respeto.

—¿Tiene valor legal?.

—Si. —respondió casi murmurando.

—¡Mierda! —dije golpeando la cama —¿Como es que lo permiten?. La gente aquí se embriaga y se droga hasta la médula, no deberían hacer estas cosas legales.

—Por eso mismo es la ciudad del pecado, todo está permitido —respondió.

Esto era culpa de Mackenzie. Ella metió estas absurdas ideas sobre contraer matrimonio en las Vegas y yo en completo descontrol de mis facultades había caído al abismo sin regreso.

¿Como haría para solucionar este semejante problema?.

Podría pedir asesoramiento legal, pero eso implicaría o que la prensa se enteraría, o que los contactos de mi padre se enterarían, y estaría completamente perdida.

—¡Como sea tenemos que anular esto! —dije después de varios minutos de no emitir sonido.

—¡Al fin reaccionas! —exclamó sonriendo de forma amable —¡Estaba comenzando a preocuparme!

—Tu no lo entiendes, ¡Tenemos que desestimar este papel!.

Mi desesperación estaba comenzando a hacerse visible y la frustración por mis acciones había comenzado a apoderarse de mi.

—¡No pensé que sería tan mal esposo! —exclamó con una media sonrisa en el rostro.

—¿Que? —pregunté, no pudiendo salir de mi asombro.

—¡No hace ni doce horas que estoy casado y ya me piden el divorcio! —cuestionó sentándose a mi lado en la cama —¡Es humillante!.

Si creía que era un hombre inteligente, hacer bromas al respecto cuando estoy a punto de sufrir un colapso nervioso me hace desestimarlo completamente.

Si seguía haciendo esas bromas de mal gusto no necesitaría una anulación, porque yo mismo iba a asesinarlo con mis propias manos.

—¡Creo que aún no has entendido que esto no es un maldito juego!.

—No deberías maldecir tanto —dijo rápidamente, intentando amortiguar la situación.

—Lo qué pasa en las Vegas se queda en Las Vegas... ¡No te llevas los malditos problemas a tu casa!.

El corazón quería salirse de mi pecho con tantas palpitaciones aceleradas que estaba dando, si esto llegaba a saberse, ademas que la opinión pública me lapidaría más de lo que ya lo había hecho en el pasado por rodearme de maleantes, mis padres harían todo lo posible por que retomara el tratamiento con el doctor Coopper.

—O sea que soy un problema —respondió, esbozando una tímida sonrisa.

—¡En este momento eres mi problema principal!

—No has pensado lo mismo cuando me propusiste matrimonio.

—¡Oh por Dios! —grité desplomándome en

la cama con un movimiento brusco.

—Fue tu idea el realizar toda la experiencia de las Vegas, incluido el matrimonio —inquirió con seguridad.

No podía entender como intentaba librarse de la culpa que también le correspondía, yo era un manojo de nervios y frustración, en cambio él parecía sereno y tranquilo.

—¿No hubo un momento mientras estabas a punto de casarte con una desconocida ebria que tus neuronas conectaron y has pensado: "¡ES UNA JODIDA Y PÉSIMA IDEA!"?.

—¡Maldición, no lo sé! —pasó la mano por su cabello algo exasperado —Me dejé llevar, generalmente tengo todo muy controlado.

—Ya veo —masculle entre dientes.

—Pues ha sido tu idea tomar más alcohol, yo solo quería acompañarte a tu hotel para que ningún idiota quisiese propasarse por tu estado.

La mayor parte de la culpa era mía, claro, pero estaba tan nerviosa que no podía dejar de ser una perra con el. Había accedido a mi petición de matrimonio y no entendía el por qué.

—¡Pues hubiese preferido que te propasaras por mi estado de ebriedad a casarme contigo y tener que llevar esta alianza!

—Sabes que eso es abuso sexual, ¿Verdad? —preguntó frunciendo el ceño —No necesitó hacer eso para llevarme a una mujer a la cama.

—No, claro que no. Simplemente... ¡TE CASAS CON ELLA!.

Stephen suspiró hondo y encogió los hombros derrotado. Me observó intensamente con esos hermosos ojos de color azul zafiro, apretando los labios.

—Aunque no lo creas, tengo mucho más que perder que tú a causa de esto —dijo analizando mi reacción.

—¡Pues no lo creo! —grité

—¡Deja de gritarme! —ordenó —¡Estoy intentando ser comprensivo debido a la situación pero eres irritante!

—Pues deberías buscar una solución si no quieres soportar a esta mujer irritante ¡POR EL RESTO DE NUESTRAS MALDITAS VIDAS!.

Le arroje el anillo y encamine hacia el baño. Necesitaba pensar y con su tonto rostro frente a mi no podía. Trate de calmarme sentada en el retrete mientras rezaba al universo para que fuese tan Bueno conmigo como para ayudarme a salir de esto.

Después de esto dejaría de tomar tanto, lo juraba por mi vida, aunque en este momento no valiera mucho.

—Llamaré a mi abogado, el seguramente me diga que puedo hacer. ¡No pienso soportar tu mal humor ni un minuto más, mucho menos por el resto de mi vida! —me gritó desde la habitación.

Salí del baño luego de pensar y pensar sin encontrar alguna solución más que una anulación secreta y entregarle dinero para que no abriera la boca y lo encontré hablando enérgicamente por teléfono.

—¡No necesito que me digas los problemas que puedo llegar a tener, necesito que me des una solución! —se queda un momento escuchando y vuelve su cabeza hacia mi —¡Tendrás que firmar un acuerdo de confidencialidad y podremos proceder con la anulación!.

—¿Confidencialidad? —pregunté confundida.

"Confidencialidad" en este momento se había convertido en mi palabra preferida.

—En el acuerdo redactaremos los términos de la anulación, está claro que no puedes hablar sobre lo que sucedió o te traería problemas legales —explicó.

—¿Y de que se supone que no debo hablar? —pregunté nuevamente.

Stephen puso los ojos en blanco. En su cabeza debió haber pasado que era una tonta niña blanca y rica que no tenía una neurona.

Lo que el no sabía era que el supuesto contrato que quería hacerme firmar no tendría validez legal, pero no iba a decírselo, me convenía que hubiese la mayor discreción con respecto al matrimonio.

—Ni del matrimonio, ni de la anulación. Como si no hubiese pasado. ¿Estas de acuerdo?.

—¡Si, pero tengo una petición! —Exclamé, logrando que entornara los ojos —¡Quiero que tú entres en ese contrato de confidencialidad, tampoco me interesa que se sepa ni que hables de esto con nadie!.

El tatuado frunció el ceño.

—¿Tienes pareja? —preguntó con curiosidad.

—No.

—Entonces no entiendo como el que yo hable de nuestro matrimonio te pudiese traer problemas... Soy una persona importante e influyente, te traería más ventajas —arqueó las cejas, emitiendo un sonido de disgusto.

—No me conoces, y prefiero que mi vida sea privada porque tampoco te conozco.

Me reincorpore en la cama, girándome a observarlo cuando Stephen comenzó a reír negando con la cabeza. Se veía mucho más joven cuando estaba relajado y sin esa expresión tan seria.

—¿Que te causa tanta gracia?.

—¡Tú! —se sinceró —¡No quieres hablarme de tu vida privada pero me has propuesto matrimonio!.

—Estaba ebria y eras el primero que vi. Me hubiese casado con el mismo idiota vestido de Elvis, no te sientas tan especial.—reclame.

La verdad era que la situación era chistosa, pero no quería dar el brazo a torcer.

Stephen endureció sus facciones y sus ojos se hicieron más oscuros, tomó su celular y marcó un número.

—Richards, redacta el acuerdo, lo quiero para el lunes. Te enviaré una fotografía del documento que nos han dado. Gracias.

Se levantó de la cama colgando el teléfono sin siquiera mirarme. Parecía estar molesto.

Tomé el papel que me ataba a la persona más petulante y egocéntrica de todo las Vegas, y mis ojos se abrieron tanto que creí que se me saldrían de las cuencas.

Solté una gran carcajada que me relajó toda la tensión acumulada en el cuerpo desde que desperté con este maldito problema.

En donde se suponía que iba mi nombre completo, estaba escrito "Juliet Stone".

Al parecer, había dado la identificación falsa que habíamos mandado a hacer con mi mejor amigo Scott Summers cuando teníamos dieciséis y comprábamos alcohol a escondidas de nuestros padres.

La tentación de risa se apodera tanto de mí que tuve que arrojarme a la cama para no desfallecer en el piso.

¡El universo si que me ama!.

—¡Gracias, Gracias, Gracias! —dije elevando mis manos al techo.

Stephen se volvió hacia mi, mirándome con el ceño fruncido, apretando la mandíbula.

—¡Necesito esa anulación urgente, estas muy desquiciada!.

—Está desquiciada se va de aquí y espera no volver a verte nunca más —dije, buscando el zapato que me faltaba.

No estaba en condiciones de hacerme la cenicienta en este momento, y mucho menos con un príncipe que tenía más de Villano que de pertenecer a la realeza.

—Tienes que firmar el acuerdo el lunes —dijo.

No era una petición, era una orden. Parecía estar acostumbrado a que las personas le obedecieran, pero yo no era una de ellas.

—No será necesario.

—¿Te has vuelto loca? —dijo, tomándome del brazo con fuerza.

—¡Acabas de decir que lo era, ponte de acuerdo!.

—Ya entiendo, has visto mi nombre y quieres dinero, ¿Verdad? —masculló sacudiendo de mi brazo.

—¿Que tiene de especial tu nombre? Eres un James, no un Rockefeller.

Lo que me faltaba era que me acusara de roba fortunas. Me escudriño con frialdad, sabia que había golpeado donde más le dolía.

A ese tipo de hombres, el encontrarse con mujeres independientes que los pusieran en su lugar los descolocaba demasiado. Les afectaba el autoestima.

—No estoy para juegos, esto es importante —exclamó con dureza, aclarando su garganta.

—Oye, imberbe. No me interesa ni tu dinero, ni tu —dije, soltándome de su agarre con fastidio —¡La persona con la que has contraído matrimonio no existe!.

—No entiendo.

—Juliet Stone es un fantasma, no existe.

Pasó ambas manos por su rostro, en señal de confusión. Por su cabeza quizá comenzaba a pasarse la idea que la mujer frente a él podría tener un trastorno de personalidad grave.

—La estoy viendo en este momento. —dijo señalándome —¡A no ser que me digas que estás muerta desde hace mucho tiempo y tenga que ir yo de aquí directo a internarme a un hospital psiquiátrico!.

Hablar de psiquiátricos me causaba escalofríos.

—Tengo una identificación falsa que usaba con un amigo cuando éramos menores de edad —respondí a su desconcierto —¡Les doy ese nombre a hombres sin importancia y descartables con los que me enrollo una sola noche!.

—Entonces... ¿Tu nombre no es Juliet? —preguntó abandonándose a la confusión.

—No.

—Este papel pierde validez legal, ¿Verdad? —había brusquedad en su voz.

—Exacto. Hasta que has entendido, niño bonito. Deberás anular tu boda con un fantasma, no conmigo. —palmee su mejilla dejándolo atónito —¡Ya no tengo más nada que hacer aquí, me llene las pelotas de ti toda la mañana!.

Me coloqué el zapato que me faltaba y caminé en busca de mis cosas, pero me sostuvo bruscamente del brazo, obligándome a girar hasta chocar con su torso, y pasó su brazo por mi cintura.

Ese movimiento me provocó escalofríos, y el hecho de sentir la dureza de sus músculos subía mi temperatura corporal.

—No tienes pelotas —aseguró.

—¿Como lo sabes? ¡Quizá las escondí muy bien!.

—Te he observado con mucho detenimiento, se qué no las tienes —Exclamó con voz seductora —¡Necesito que me digas quien eres!.

Su aliento fresco a pasta dental chocaba con mi rostro, y no podía evitar mirar esos labios tan carnosos que daban ganas de morderlos hasta hacerlos sangrar.

Contrólate, Jessica.

El hombre es un idiota.

—¿Por qué quieres saberlo? Mantengamos esto así, de esta forma. Tu sigue pensando que soy una perra caza fortunas y yo que tu eres un idiota vanidoso y egocentrico.

Su amabilidad no me engaña, hasta hace un rato creía que iba tras su dinero.

Si supiera que tengo más dinero que el que puedo gastar en tres vidas, sería el quien andaría tras de mi.

—Siento mucho haberte dicho eso. Me gano la frustración — exclamó casi con súplica.

—Tengo que irme.

Me encontraba hipnotizada por su mirada tan intensa. Reflejaba intimidad, e intentaba resistir lo que más podía a los impulsos sexuales que el cerebro enviaba a todo mi cuerpo.

—Por favor, dime al menos tu nombre. No quiero sentir que soy uno de tus descartables, ya que al fin y al cabo te has casado conmigo, ¿Verdad? .

Me solté con suavidad, tomé mi bolso para salir de allí y antes de llegar a la puerta, me giré para darme más dramatismo a la escena.

—Soy Jessica, por cierto. Si quieres saber más sobre mi, deberías preguntarle a tus primos.

Salí de allí como si me persiguiera la parca, escuchándolo maldecir en voz baja.

No podía negar que me atraía bastante, pero el hombre era un infeliz desagradable.

Esperaba no volver a cruzarlo nunca.

❤︎❤︎❤︎


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