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Chapter 106: La estrategia (2)

Optó por acostarse pecho tierra para recuperar el aliento y vislumbrar al enemigo en la lejanía. El dolor arriba de sus senos había disminuido sustancialmente, la herida en su brazo había desaparecido, pero la fatiga por la reciente batalla no había hecho más que incrementar.

--Te dije que debí tener un arma. --Dijo Lork desde un lado, con una sonrisa burlona dibujada en su cara.

Fira perdió por un momento la calma, lanzándole una fiera y encolerizada mirada, que hizo a todos tragar saliva, excepto a infante de cabello negro, quién le retaba a hacer su movimiento.

--Señora Fira --Intervino Elisa, abrazando con calidez a sus temblorosos hijos en su regazo--, la familia Juno es familia de mi padre, creo que deberíamos pedir refugio en su casa.

--No --Negó rotundamente--, hay un traidor, y hasta que no sepa quién es, para mí toda la vahir está comprometida con el enemigo.

--Le prometo que estaremos bien con ellos, confíe en mí, además, usted necesita descansar.

Bajó, reptando hacia atrás, solo para sentarse y mirar con solemnidad a la madre de los niños.

--No me sirve confiar en usted si los terminan matando --Katzian agachó la cabeza al sentir la mirada de la dama, sintiéndose un poco culpable por ser el causante de su herida--, además... --El cuerno con la orden de regreso la interrumpió, regresando con rapidez al punto de observación para mirar con detalle lo que estaba ocurriendo.

--¿Qué sucede? --Preguntó Elisa.

--Vengan, debemos encontrar un mejor lugar para escondernos --Se levantó al volver con la familia--. Aquí ya no es seguro.

--¿Qué está pasando, señora Fira? --El nerviosismo comenzó a controlarla.

--Un pequeño ejército ha llegado a la puerta principal... maldita sea. --Musitó, impotente y enfurecida.

∆∆∆

Los guardias empuñaron las armas, custodiando con sus cuerpos las recién cerradas puertas.

--Ríndanse, no van a ganar.

El guardia de pelo grisáceo tenía miedo, pero no por la muerte, no, aquello no lo aterraba tanto como morir sin los méritos suficientes para entrar a Los Palacios Dorados, pidiendo a E'la que le concediera la oportunidad de lograrlo.

--Bajen las armas, no sean idiotas.

Los veinte avanzaron lentamente en formación, dudosos sobre la probabilidad de una trampa, o artimaña inteligente del enemigo.

--¡Diez ernas! --Gritó a todo pulmón-- ¡Diez malditos ernas fui su esclavo! --La vena de su sien temblaba, él escupía, mientras su rostro se enrojecía-- ¡Maldigo a sus madres por haberlos parido, a sus padres por no asesinarlos cuando bebés, a ustedes por seguir creyendo que pueden vencer al gran Barlok! ¡¡Los maldigo!!

Emprendió la marcha, con la compañía de sus dos camaradas, quienes no permitieron que muriera solo. Se arrojaron a los escudos, concediendo la muerte a tres de los soldados antes de caer inertes con los cuerpos perforados y lacerados.

--Putos sangre sucia. --Escupió a uno de los cuerpos, indiferente por la herida en su antebrazo.

--¡No más oportunidades, si hay alguien dentro, abra la puerta y ríndase! ¡Háganlo y le perdonaremos la vida! --Observó a sus subalternos, quienes ya estaban posicionados por ambos flancos de la entrada. Asintió, ordenando sin palabras que activaran el artefacto mágico recién pegado en el centro de las dos puertas.

Explotó débilmente, con un sonido parecido a una flatulencia, pero su uso no era hacer daño masivo a la estructura, sino conseguir la abertura o destrucción del tablón que del otro lado los bloqueaba. Cinco corpulentos hombres embistieron la entrada, en compañía de los soldados posicionados en los flancos, notando al abrirlas que no hubo pestillo o palanca que los hubiera podido detener.

No hubo emboscada o artimaña, solo distintas expresiones de hombres y mujeres que desde sus camas de paja les miraban.

--¿Dónde están los otros? --Preguntó el capitán de la tropa.

--¿Los otros, señor? --Regresó la pregunta, nervioso por la desconocida situación.

--Los otros soldados, quienes cuidan de ustedes.

--Solo eran tres, señor, los demás se fueron a la batalla.

--A un lado --Ordenó a los soldados a sus espaldas, permitiendo que la luz lunar atravesase e iluminara el rostro del joven esclavo-- ¿Eres humano?

--Lo soy, señor.

--¿Eres un esclavo? --Preguntó al notar la marca en su cachete izquierdo. El joven asintió, no muy orgulloso por su título. Perdió un momento el control, no sabía de dónde los Kat'o habían conseguido tanto valor como para esclavizar a su raza. Suspiró con fuerza, conteniendo la ira desbordante-- ¿Dónde te capturaron?

--Fui un soldado bajo el mando de la general Génova, señor, en la misión de rescate de la Gran señorita Lettman...

--¿Pertenecías al tercer ejército? --Volvió a asentir. El capitán levantó la mirada, observando las caras de los presentes-- ¿Todos son soldados del tercer ejército?

--La mayoría, sí. Y hay más en los otros dos edificios.

--¿También tienen guardias?

--No lo sé, señor, lo siento.

--No te disculpes, ahora hemos llegado ¡Liberen a todos los humanos!

Los soldados avanzaron, con las espadas en mano para cumplir las órdenes.

--Gracias, señor, pero por favor, permítame continuar aquí.

--¿Qué? --No se lo podía creer-- ¿Por qué razón deseas eso?

--Sí voy con ustedes me harán enfrentarme de nuevo a ese monstruo. Gracias, señor, de verdad gracias, pero prefiero quedarme aquí.

--Capitán, los esclavos no se dejan liberar.

--¡Malditos cobardes! --Escupió al suelo, decepcionado por compartir su raza con tales individuos.

--No es cobardía, señor, solo no ha visto a lo que se enfrenta. Créame, señor, usted también decidiría lo mismo sí estuviera en mi lugar.

Envainó, mirando asqueado al joven esclavo.

--Que vergüenza, soldado, en verdad que vergüenza --Alzó la voz para que todos escuchasen--. Ahora nuestro gran general Lucian se está enfrentando a esos miserables, pero ustedes --Se tragó el insulto--... ustedes prefieren quedarse aquí como buenos perros amaestrados. Son un insulto para nuestra raza.

--¿Lucian? ¿El general Lucian vino? --Preguntó una voz en las profundidades del recinto, cargada con el buen espíritu de batalla.

--Así es --Afirmó, orgulloso por la fama de su superior--, dígame, hombre de la oscuridad ¿Desea pelear a su lado? --Su vista se había aclimatado a la iluminación, siéndole posible observar al hombre tuerto.

--No habría mayor honor --Quebró la madera para darle libertad a su tobillo amarrado, acercándose con su imponente figura--. Si me hace el favor. --Estiró las manos. El capitán accedió con una sonrisa, cortando la soga con el filo de la espada.

--¡¿Quién más está dispuesto a compartir la gloria con el general Lucian?!

En una esquina, casi en las últimas camas de la penúltima fila, una pareja discutía acaloradamente, casi llegando a los golpes si no fuera por las sogas en sus manos y tobillos.

--Ni se te ocurra levantarte, Truk.

--¿Qué harás? ¿Acusarme con los guardias? --Sonrió con malicia y burla.

--Truk, piénsalo bien, morirás.

--Mejor muerto que pasar otro día aquí como esclavo.

--No ganarán, Truk, no lo harán.

--Haz lo que mejor creas, Yonan, si quieres quédate y muere como esclavo, no es mi problema. Yo seguiré mi propio destino--Le lanzó una última mirada-- ¡Yo! --Gritó al liberarse de la soga en su tobillo, levantándose con una actitud ufana.

Otras diez siluetas imitaron el acto, alegres por la promesa de compartir la gloria con uno de los grandes de su reino.

--Pofia asegurar que serían más --Hizo una mueca, ligeramente decepcionado-- ¿No crees, hombre? --Observó al hombre tuerto-- El nombre de Lucian debería de convencerlos a todos.

El alto hombre sonrió, ejecutando un fuerte cabezazo en el acto, que golpeó y rompió la nariz del capitán, tomando la espada de sus manos, para que al segundo siguiente la ocupara para degollarlo. Escupió al suelo, mirando con extrema frialdad a los soldados restantes.

--¡Me cago en el puto de Lucian y de su madre! --El insulto aturdió a los soldados, quienes no pudieron pensar en una respuesta adecuada-- ¡Maldita sea su estirpe! --Balanceó el arma, advirtiendo que cualquiera que se acercara sería tomado como enemigo-- Solo tenían una obligación con nosotros ¡Una sola! Cuidarnos, cuidar a nuestras familias, pero no --Ahogó el profundo grito en un pisotón--... ¡No lo hicieron! Y ahora mi familia descansa en el pozo de las almas, perdidas porque yo no estuve para protegerlos. Atrévete niño --Le mostró los dientes--, vamos, ataca, estoy ansioso por ver pelear al primer ejército.

--Somos más que tú, morirás. --Dijo en tono burlón, acercándose con la espada en alto.

--Ja, ja, ja, ja. Es lo que más deseo --Su mirada provocó la quietud del grupo, sintiendo la real amenaza flotar en aire alrededor del hombre tuerto--. Quería tener la oportunidad para deshacerme de la preciada hija de la Durca, pero parece que el destino me concedió la muerte del guerrero. Vengan.

--¿De verdad creen que están en ventaja?

Se levantó otro veterano, corpulento y temible. Luego fue una mujer de sonrisa asesina. La mayoría de los exsoldados se fueron levantando uno a uno, compartían un profundo odio hacia el señor de Tanyer, pero no era tan fuerte como el que sentían hacia la mujer que ya los había dado por muertos y ni siquiera había visto por sus familias luego de sus falsos decesos, o al menos eso decían las noticias de los exploradores humanos que habían logrado traer a sus familias a la vahir.

--Lárguense, la pelea no es contra ustedes. --Dijo uno de los esclavos de pie.

--¡Soldados, a mi orden!

--¿Por qué nos ordenas? Tú no eres el capitán.

--El segundo al mando murió, por supuesto que tengo la autoridad para dar órdenes.

Los diez que se habían sentido orgullosos por levantarse al escuchar el sueño de gloria se volvieron a sentar, impotentes y avergonzados.

--Peleen si es lo que desean --Dijo el tuerto con una sonrisa siniestra, desprovista de humanidad--, demuéstrenle a esa folla niños su valor. Tal vez hasta les dé su vagina como premio.

Uno de los soldados no aguantó más el insulto (puede porque se haya dado por aludido), no se sabía, pero con la ferocidad del combatiente se arrojó a la reyerta. Sus movimientos fueron rápidos, pero la experiencia fue determinante, solo bastándole de tres intervenciones con su espada para matar al joven soldado.

--Sí me tienen miedo a mí, se van a cagar con el hombre que gobierna estas tierras ¡¿Ahora quienes son los cobardes?!

El agravio fue insoportable de escuchar, volviendo la indecisión una actitud determinante. Todos se dirigieron a matar al tuerto, cubriéndose por la posible intervención de uno de los esclavos.

La batalla fue brutal, sangrienta y cruel. En principio, los soldados habían tenido la clara ventaja, sin embargo, los esclavos habían contado con la superioridad numérica, y la furia que poseían les brindó la energía y locura necesaria para sopesar la desventaja de estar desarmados. La sangre cubrió la tierra y paredes de madera, así como los cuerpos de los sobrevivientes, que con sorpresa resultaron ser los esclavos.

--Ahora estás con tu familia, amigo. --Dijo el hombre corpulento al cerrarle el único ojo al tuerto--, ahora lo estás.


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