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Chapter 3: 2

Deillor, heredero del reino de Solares, odiaba dormir, porque dormir significaba soñar, por lo que siempre evitaba hacerlo y si lo hacía recurría a usar en sus horas de descanso artilugios mágicos como los atrapa sueños con el fin de evitar entrar en el Reino de los oníricos, entrar en el territorio de dichos seres significaba para Deillor tener que estar bajo su poder y ser llevado siempre al mismo sueño o pesadilla una y otra vez.

Era un sueño que le recordaba el motivo por cuál el lado izquierdo de su cama se encontraba vacío y frío desde hacia mas de unsiglo. Sin embargo, esta noche en particular, el príncipe heredero de Solares no podría evitar dormir, y de haberlo intentado hubiera fallado irremediablemente, por primera vez tras cincuenta años se encontraba tranquilo, relajado y feliz, sin las sombras de su pasado, sin culpas, y sin dolor del recuerdo de quién fue en el pasado su esposo, la razón era simple; la presencia del quinto príncipe del reino de los bosques entre sus brazos, fue tanta paz la qué sintió que Deillor se rindió durmiéndose y cayendo en el territorio de los oníricos y lo hizo con una suave sonrisa en los labios. La noche siguió su curso y justo cuando el príncipe creyó que los dioses del sueño serían por primera vez condescendientes con él, la pesadilla que lo atormentaba se hizo presente

— ¡Dime que no es cierto! Dime qué no te has ofrecido a llevar al ejército de Solares a enfrentar la rebelión de los elfos oscuros.

— Lo siento, pero sabes que no puedo mentir y aunque pudiera no podría mentirte a ti.

— Lo prohíbo, le diré a mi padre que no puedes, que yo no puedo dejarte ir.

— Tú no puedes prohibirme nada, eres mi esposo, no mi amo, además jamás serás capaz de prohibirme nada, no si de verdad me amas.

Deillor no pudo rebatir las últimas palabras de su esposo, no cuando se acercaba a él tocando su rostro de la manera que lo hacía en esos momentos, y menos cuando esas caricias iban acompañadas de una mirada de cachorrito que prácticamente ponían a Deillor de rodillas.

— Eso no es justo, sabes que no puedo negarte nada cuando me miras de esa manera.

— Lo sé.

— Sé que no te puedo prohibir cumplir tus obligaciones con la gente y el reino de Solares, pero no irás solo, yo iré contigo.

Su esposo negó, pero inmediatamente asintió tomando las manos de Deillor entre sus manos, llevandolas hasta sus labios, dónde dejó un par de besos sobre de ellas.

— Solamente no olvides que para acompañarme debes hablar primero con tu padre.

— No importa lo que mi padre diga, yo no permitiré que vayas.

El rey y padre de Deillor no solo se negó, sino que mando a llamar a su esposo y le pregunto delante de los consejeros de guerra y el mismo Deillor si él deseaba que el heredero de solares se expusiera al peligro

— ¡Eso no es justo padre!

Grito Deillor por las palabras del rey, porque podría rebelarse ante su padre, pero no ir en contra de los deseos de su esposo.

— No, no deseo la compañía del príncipe heredero a mi lado — y con esas palabras Deillor fue derrotado. No había nada que pudiera hacer, salvó tomar a su esposo y tratar de convencerlo; sin embargo, él jamás le dio la oportunidad o volvió a verlo a los ojos, evitando por completo su mirada, y sin decir más nada, partió sin mirar atrás sin volver a dirigirle la mirada a Deillor, sin un adiós o despedida.

Era un sueño tan vivido que Deillor no podía evitar revivir de nuevo todas las emociones que esa partida tan fría le provocó, siempre despertaba sudado y gritando el nombre de su amado, buscándolo entre sus brazos únicamente para darse cuenta de que era verdad que se había marchado, para no volver, era tanto el enojo, la frustración y la ira que sentía que se negaba a ir al monte dónde iban todas las almas de los fae tras morir, en un breve descanso antes de volver a reencarnar.

Deillor podía ir y enfrentarlo, preguntarle ¿por qué tenía que alejarlo y dejarlo de esa manera? Pero simplemente no se atrevía, no estaba listo todavía para conocer la razón, ir a verlo y confrontarlo era aceptar que tal vez en su próxima vida él no podría formar parte de su vida, pero más importante no estaba preparado para decirle adiós.

Esta vez el sueño fue igual; sin embargo, su despertar fue distinto, está vez sus brazos no se encontraban vacíos, por un momento creyó que era su esposo quien se encontraba entre sus brazos, pero al abrir los ojos no era su esposo quien lo observaba preocupado y aun así su presencia le dio tanta paz que no pudo evitar abrazarse a él una vez más, escondiendo su rostro en el hueco que se formaba entre el hombro del quinto príncipe Enuan y su cuello.

Por otro lado, Enuan estaba teniendo un extraño sueño, uno donde Deillor el príncipe heredero del reino de solares, lo tomaba una y otra vez, era un sueño muy vivido, sobre todo las palabras de amor que le susurraba a su oído, Enuan en el suelo se sentía tan desconcertado ante las acciones no solo del príncipe Deillor, sino de sus propias reacciones, Enuan jamás había tenido ese tipo de deseos y mucho menos haber tenido la necesidad de experimentarlos, de que ese sueño fuera real.

— Deillor...— gimió el nombre del príncipe, aferrándose a él pidiéndole que volviera a tomarlo, pero justo cuando el príncipe iba a cumplir su deseo, el sueño plácido y placentero termino convirtiéndose en una pesadilla abrupta y cruel dónde la oscuridad que el temia de su propio ser parecía cobrar vida y absorber su calor y el del príncipe, junto con la vida de ambos, si no lograban desterrar esa obscuridad encerrándola de nuevo dentro de su cuerpo terminarían ambos muriendo estaba a punto de gritar, hasta que una voz ansiosa y ronca lo despertó devolviéndolo a la realidad, despertando por completo, solo para aferrarse con fuerza al cuerpo de príncipe Deillor quien parecía también luchar su propia batalla, y necesitará al igual que él de un ancla que lo salvará de caer al abismo.

— Por favor, déjame estar así un poco más.

— Debo marcharme...—respondió Enuan a la petición del príncipe Deillor y ni siquiera tenía ganas de romper esa pequeña intimidad y abandonar el calor con el que lo envolvía el cuerpo del heredero de solares, pero era necesario si alejarse de Deillor para así cumplir con su objetivo, ir en busca de Izar.

—Debo ir al la montaña donde se encuentra el círculo de las nueve sacerdotisas, dónde abrirán el portal que me conducirá al lugar donde se encuentra Iza.

Deillor se aferró más al cuerpo de Enuan, negándose a dejarlo ir, le costó un par de minutos el poder aflojar el agarre a su cuerpo.- Sé que debes de ir, que deseas hacerlo, pero permíteme que te acompañe, ¿podrías dejarme hacerlo? - aunque había aflojado su agarre alrededor del quinto príncipe no lo soltaba del todo.

— Está bien, puedes acompañarme hasta el círculo.

Enuan acepto solo porque le costaba apartarse de él de un modo que le era imposible entender, aunque no sabía si eso era bueno o algo malo, ya que debía mantenerse enfocado en encontrar a Iza y traerla a casa junto a él y a su familia, porque era donde ella debía estar.

— Deja que vaya a mi habitación en el palacio de tus padres a cambiarme y coger algo que he dejado ahí.— Le dolía el corazón mientras decía esas palabras, porque le recordaba al sueño del cual había despertado, pero con la diferencia que ahora se encontraba despierto, lo que lo llenaba de frustración al grado de sentir impotencia, era como si estuviera destinado a ver a las personas que le importaban irse y dejarlo atrás.

— Yo también debo ir a coger mis cosas a casa- menciono Enuan incorporándose de su lado, enrojeciendo al observar sus ropas hechas pedazos en el suelo, pasándose una mano por el cabello, peinándoselo hacia atrás

— Solo debes preguntar en palacio, dónde queda mi casa, está se encuentra cerca de palacio — Se despidió inclinándose hacía el príncipe de solares, dejando un suave beso de despedida antes de desaparecer frente a sus ojos y evitar de ceder a la necesidad de hacer realidad parte del sueño de esa noche.

Deillor sintió un fuerte dolor y vacío en su pecho al verlo desaparecer de su vista, pero no había tiempo para lamentaciones, no si deseaba acompañarlo al círculo.

El problema ahora era atravesar la barrera que rodeaba al castillo del reino de los bosques.- Si solamente pudiera...

—... Si tan solo pudieras encontrar una pequeña grieta en la barrera o a alguien de la realeza con el permiso suficiente como para dejarte entrar.- La voz de Okpara heredero del reino del bosque y hermano mayor de Enuan lo sorprendió y lo lleno de alivio. El heredero al trono del bosque verde era uno de sus mejores amigos, o al menos Deillor así lo consideraba desde que se conocieron en la universidad de los nueve reinos hacía casi 300 años.

— Veo que no has logrado convencerlo.

— ¿Tú lo sabes...?

— Claro que lo sé ¿A quién crees que se le ocurrió la idea de este baile, tan apresurado? Aunque lo que realmente debería de sorprenderte es que el rey, nuestro padre, no dudo en ayudarme a llevar a cabo este encuentro. — Okpara no podía evitar no reír al ver a Deillor sorprendido por sus palabras — eres un libro abierto amigo, no necesitabas decirlo, no pienses que no note como veías a mi pequeño hermano a la distancia la otra vez que viniste en misión diplomática al reino. — Deillor no podía salir de su asombro, pensó que su interés por Enuan el hermano de Okpara era su mayor secreto, ahora no sabía cómo interpretar las palabras de su amigo — Ya, deja de estar sorprendido — Okpara golpeó el hombro derecho de su amigo para sacarlo de sus divagaciones -Sé lo que piensas, que solo te estoy usando para que mi pequeño y testarudo hermano desista de ir en busca de Izar su prometida, y pueda que sea uno de los motivos, pero si no supiera que tu interés por él no es genuino, no te hubiera dejado que entraras en esta pequeña casa del árbol que le he construido, y mucho menos estar toda la noche con el abrazado.

— Yo...

— Vamos, no digas nada, además hemos perdido mucho tiempo, déjame desmateralizarte hasta la puerta de tu habitación en el palacio e indicarte dónde vive mi adorable y terco hermano Enuan.

El heredero de solares no digo nada más, asintió en silencio permitiendo que Okpara lo llevará al interior del palacio y lo dejara frente a la puerta de su habitación.—Ahora será mejor que entres y te vistas, no querrás alborotar a todos los jóvenes de mi corte.

Deillor por fin se dio cuenta de que estaba desnudo, pero eso únicamente hacía que todo parecía irreal y tras entrar y vestirse rápidamente, se dirigió en dirección a la casa del príncipe Enuan, llegando justo en el momento que él salía de su casa.


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