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Chapter 2: Capítulo 1

Año desconocido. Zarina, 12 años.

-¿Por qué tenemos que ser sacerdotisas? –mi pregunta hizo que Dianora, la sacerdotisa que nos había criado a mis hermanas y a mí, me mirara con desaprobación. Según ella era nuestro deber servirle a Elena, la hija del guardián Eleazar; una mujer que nunca había venido a este templo ni siquiera para saludar.

-Ustedes ahora son doncellas, fueron criadas en este templo y por ello deben hacerlo –respondió la mujer con voz autoritaria.

-Eso simplemente porque nuestra madre nos dejó abandonadas en este templo. De todas formas no estoy interesada en ser sacerdotisa, he pasado 12 años de mi vida encerrada en este templo, no quiero pasar el resto aquí –mi comentario solo hizo que la mujer se enojara y mis hermanas, las cuales estaban presentes, me miraran como si me hubiera crecido otra cabeza. Normalmente no solía replicar, era muy obediente pero estaba cansada, no podía salir del templo, ni siquiera podía hablar con las mujeres que venían de afuera, no entendía porque nos limitaban tanto.

-Su madre no las abandono, Zarina. Se los he dicho muchas veces, ella simplemente no podía tenerlas con ella porque no podía darles lo que necesitaban, su madre las ama… -había escuchado eso un montón de veces pero cada una de esas veces no me lo creía, apenas habíamos nacido nuestra madre nos habían entregado a Dianora y nunca había vuelto, por mucho que ella se esforzara en decir que nuestra madre nos quería… nunca lo creería.

-Esas son palabras vacías. Si realmente nos quisiera, a estas alturas hubiera venido para vernos, ya no somos unas niñas que necesita mantener, y podemos entender sus razones pero ¿Acaso ha venido a vernos? No necesito que respondas, porque la respuesta es muy clara, ¡es un rotundo no!

Eso dejo sin palabras a Dianora, ella sabía que tenía razón sobre eso, nuestra madre nos había dejado con ella y nunca volvió.

-Zarina, ya veo que no te puedo convencer de ello –con eso me di cuenta de que abandonaría sus esfuerzos para convencerme- De todas formas, ustedes deben aprender todo sobre el trabajo de una sacerdotisa, no importa de dónde provengan, es un deber –finalizo ella, luego se giró y se marchó, suspire y lleve mis manos a mi cabeza echando hacia atrás mi cabello, un esfuerzo inútil.

-No puedo creer que le hayas hablado de esa forma a Dianora –comenzó a decir Zipher con una expresión de disgusto- Nunca habías hecho algo así ¿Qué sucedió?

-Simplemente estoy cansada de este lugar, cuando Dianora dijo que debíamos ser sacerdotisas, no pude evitar no dar mi opinión sobre ello.

-Fuiste muy atrevida al hablarle así, ni siquiera yo lo haría y sabes como soy –esta vez quien hablo fue Zaira, ella tenía una sonrisa divertida en su cara.

-Aun así, Zarina tiene razón, nunca hemos salido, todos estos años hemos permanecido en este templo. Si llegamos a ser sacerdotisas es muy probable que eso nos retenga en este lugar –aporto Zuri, su rostro no mostraba ninguna expresión en particular, me sorprendía lo fría que podía ser a veces.

-Puede ser, por los momentos solo hagamos lo que Dianora nos diga. Si sigues con esa aptitud Zarina, es probable que te castigue –me advirtió Zipher.

Tal vez debería de hacerle caso, Dianora siempre ha sido dulce y paciente, pero se decía que cuando se enojaba era aterrador. Si eso era cierto estaba tentando a mi suerte siendo una chica imprudente e irrespetuosa, intentaría hacer las cosas de otra forma, puede que ella comprendiera el hecho de que mantenernos aquí no era lo indicado pero sería una tarea difícil, Dianora no es de las personas que ceden tan fácilmente, tantos años con ella me habían enseñado cuando rendirme en ciertos asuntos.

-Bien. Te hare caso Zipher, es lo mejor –mi hermana se veía contenta ante esa respuesta, y como no si ella odiaba lo conflictos, entre las cuatro Zipher era la que tenía el corazón más blando. Zuri era la que lo tenía más frio, nada la conmovía. Zaira, ella era un caso especial, era la que tenía el corazón más apasionado, cuando hacía algo entregaba su corazón por completo, y en mi caso era la de corazón más duro, no era alguien que perdonaba, cualquier daño que me hicieran, nunca lo perdonaba, un ejemplo muy claro era el abandono de nuestra madre, si ella algún día aparecía con intenciones de ganarse nuestro amor, era muy probable de que nunca la perdonara.

****

-Zarina me dará dolores de cabeza –lleve las manos a mi cabeza, nunca había escuchado que ella hablara de esa forma, fue como si me arrojaran un balde de agua en la cabeza.

-Tranquila Dianora. Seguro que solo es la pubertad, ya sabes cómo son las niñas de su edad –recibí dos palmaditas en la espalda por parte de Atena, una de las sacerdotisas más jóvenes del templo, tenía solo 23 años, sus ojos brillaban con la fuerza de su juventud. Tenía cabellos rojizos y ojos de un verde brillante, su altura era promedio y su cuerpo tenía las curvas correctas de una mujer de su edad, era hermosa, con un rostro angelical, mejillas sonrosadas y nariz pequeña, piel blanca que contrastaba con su cabello.

-Lo sé pero nunca en todos estos años había replicado de esa forma, siempre fue obediente, no hacía preguntas cuando le ordenaba algo… no sé cómo tomarlo –suspire.

-Compréndela, desde que su madre les dejo aquí no han salido, no conocen el mundo, ni siquiera han convivido con personas de afuera. Es probable que se sienta atrapada en el templo, y cuando le dijiste que tenían que ser sacerdotisas ella solo termino por sacar toda esa frustración.

-¿Tú crees? –todo lo que dijo me sonaba muy lógico, pero si ella realmente quería salir, era un problema muy grave. Elena las había dejado a mi cuidado, esas niñas eran algo inconcebible, si los guardianes se enteraban borrarían su existencia, no podía permitir que eso sucediera.

-Claro. Todas las sacerdotisas del templo tuvieron la oportunidad de elegir, estuvieron fuera, pero decidieron regresar por su propia voluntad, en cambio ellas no. Quieres empezar con su enseñanza desde ya, y mantenerlas aquí Dianora, entiendo porque lo haces, todas sabemos lo peligroso que es para ellas salir, pero ellas no saben nada de eso. Sé paciente.

-Quien diría que tendría que escuchar consejos de alguien menor que yo. Gracias Atena, me has sido de gran ayuda, seguiré tu consejo y seré paciente –debía ir con cuidado si quería que Zarina y las demás se quedaran en este templo.

-Buenas noches niñas –entre a la habitación de Zarina y las demás, estuve esperando toda la tarde para hablar con ellas, preferí esperar a que Zarina se calmara y ahora era el momento de irse a la cama, el momento perfecto.

-Buenas noches Dianora –dijeron las cuatro al mismo tiempo.

-Quería hablar con ustedes. Sé que les tomó por sorpresa lo de ser sacerdotisa y estuve pensando toda la tarde sobre ello, y creo que me he precipitado a comenzar el entrenamiento. Ninguna se ha decidido todavía sobre ser sacerdotisa y no quiero presionarlas.

-¿Así que has cambiado de opinión? –la pregunta vino de parte de Zarina, sabía que ella seria quien hablaría primero, era la que menos estaba interesada en ser sacerdotisa.

-Sí, no quería obligarlas. Quiero que ustedes decidan -la habitación se quedó en silencio por unos minutos hasta que Zarina volvió a hablar.

-No quiero ser sacerdotisa. Sinceramente no le quiero servir a una mujer que muy probablemente nunca venga a este lugar, no puedo ser devota a alguien que no conozco y no me quiero quedar toda la vida aquí, me criaste, es cierto, y te agradezco eso pero no encajo aquí, no me siento parte de este templo. No es la vida que quiero para mi Dianora.

Sus palabras fueron como un golpe en el estómago, nunca pensé que Zarina se sintiera tan descontenta, siempre mostro una sonrisa, fue obediente, amable y ayudaba en todo pero lo que Atena dijo era cierto, ella se sentía atrapada aquí, en un lugar en el que no encajaba.

-¿Por qué nunca habías dicho nada, Zarina?

-Porque no quería sonar como una ingrata que no agradece lo que has hecho por ella. Ya tengo 12, entiendo muchas cosas que antes no entendía, he madurado un poco y me di cuenta de que quiero una vida distinta. Y no quiero mentirte, y mostrar una sonrisa falsa como si todo estuviera bien –la vi bajar la cabeza como si estuviera avergonzada de todo lo que dijo.

-¿Ustedes piensan igual? –pregunte mirando a las tres niñas, Zipher, Zuri y Zaira, las tres se habían mantenido calladas.

-Sí, también quiero una vida distinta. Quiero enamorarme, casarme, tener hijos, quiero una familia Dianora –dijo Zhiper con una voz suave pero decidida, las sacerdotisas no se casaban, ni tenían hijos, debían ser siempre devotas al templo y a su señora.

-¿Zuri? –mire a la chica quien mantenía los ojos puestos en ella.

-Tampoco quiero ser sacerdotisa. Mi respuesta es igual a la de Zarina, quiero una vida distinta, no tengo una meta clara pero sé que quiero algo más –respondió de forma pragmática.

-¿Zaira? –esta vez mi mirada se posó en la chica, ella me miro por un instante y luego aparto la mirada.

-Yo tampoco quiero serlo. Tengo intenciones de vivir mi vida con todas las emociones posibles, y ser sacerdotisa no me va a dar todas esas emociones –todo lo dijo sin mirarme.

-Entiendo. No pensé que todas pensaran igual pero no voy a obligarlas –dije en un suspiro, todas ellas me miraron.

-¿Significa que algún día podremos salir del templo? –pregunto Zarina.

-Ahora están muy jóvenes para salir pero algún día podrán hacerlo, y cumplir con lo que desean –les dije con una sonrisa, la cual era falsa, sabía perfectamente que ellas no podrían salir de este templo, no las dejaría- Bien, ahora vayan a dormir, tienen que descansar –les ordene y ellas se acostaron de inmediato.

Salí de la habitación con un sentimiento amargo de culpa, me sentía mal por haberles mentido pero ellas algún día entenderían que es por su bien, solo esperaba que pudieran perdonarme por ello.

****

El destello de la fuente me tenía fascinada, era como si pudiera ver imágenes dentro de ella, algo que era imposible según Dianora, la primera vez que le había dicho que había visto una imagen en la fuente, me dijo:

- "Es imposible, de seguro te lo imaginaste. Se las ganas que tienes de salir pero aun no eres mayor" –había seguido intentando que me creyera pero seguía sin hacerlo, así que me rendí. Este suceso se había dado unas semanas después de que tuviéramos esa conversación con ella, tal vez solo fuera las intensas ansias que tenía por ver el mundo o probablemente si veía imágenes, no estaba muy segura de ello.

-Zarina, muévete de ahí. Tenemos muchas cosas que hacer –la voz de Zaira hizo que me levantara, había estado sentada en la fuente mirando hacia el agua, camine hasta donde estaba mi hermana y las dos nos marchamos. Teníamos que recoger frutas de los árboles que se encontraban en el jardín del templo, Mina, una de las sacerdotisas, nos había encargado esa tarea a las dos. Ella haría unas tartas de manzana para todas, aunque no solo era eso, también debíamos recoger uvas y moras, para unos zumos que Atena haría, según los rumores que rondaba por el templo, Elena, la mujer a la que estaba dedicado este templo, y a la que las sacerdotisas servían, vendría de visita.

-¿Tú crees que sea cierto los rumores? –le pregunte a Zaira, la cual ya estaba recogiendo las uvas, primero habíamos ido por lo fácil, las manzanas seria lo último que recogeríamos.

-Mina nunca hace tartas de manzana para esta época, me parece raro que de repente las haga, es probable que ese rumor sea cierto –respondió Zaira.

-Es cierto, pero me sorprende que alguien como ella venga a este templo, tienes muchos otros, es como una Diosa, he escuchado que sus poderes son sorprendentes –dije de forma distraída mientras me arrodillaba para recoger las moras que no estaban muy lejos de las uvas.

-Eso dicen. Aunque le digan guardianes, tanto Eleazar como Daklog son dioses, sus poderes para manipular la luz y la oscuridad no es algo que cualquiera puede hacer, es solo que con ese título hacen que los demás se sientan más unidos a ellos y los vean más accesibles –levante una ceja al escuchar lo que dijo Zaira, se notaba que había estado estudiando. Entendía su curiosidad, también estaba estudiando sobre los guardianes.

-En efecto, aunque me parece que ninguno de los dos es accesible –me levante cuando termine de recoger todas las moras y ponerlas en la canasta que había traído conmigo.

-Si ellos no son accesibles entonces… ¿Cómo serán sus hijos? Dianora dice que Elena es la persona más amable del mundo pero Darius, no se sabe mucho sobre él, y nadie se atreve a decir nada –ella se acercó a mí, su canasta estaba llena de uvas.

-Un misterio pero no creo que debamos darle muchas vueltas al asunto. Nunca hablaremos con ellos, así que no tenemos de que preocuparnos.

Nuestro trabajo termino cuando bajamos las manzanas, y llevamos todo a la cocina. El resto del día fue libre, pude volver a la fuente, ahora pasaba la mayor parte del tiempo en ese lugar, de alguna manera me sentía mucho más tranquila estando ahí.

Al final el rumor sobre la visita de Elena era cierto, se nos avisó una semana antes para que todo estuviera listo. Mina hizo las tartas de manzana, Atena los zumos de frutas, Dianora realizo el resto de la comida e hizo que las sacerdotisas y el resto decoráramos el templo con flores de todo tipo, había quedado muy hermoso y cuando Elena llego todas estuvieron encima de ella.

-Es hermosa –dijo Zipher parándose a mi lado izquierdo. Elena tenía un cabello dorado largo hasta la parte baja de su espalda, ojos de color azul como el cielo, no era muy alta pero tenía un presencia avasallante, como si todo alrededor de ella dictara que era una Diosa, y eso que solo llevaba un simple vestido de color blanco.

-También tiene una sonrisa hermosa –esta vez el comentario vino de Zaira quien se detuvo a mi lado derecho.

-Y su aura es completamente blanca, reluce por completo –dijo Zuri quien se detuvo junto a Zipher.

Creo que éramos las únicas que no nos habíamos acercado a ella para verla de cerca, no sabía cómo se sentían las demás al respecto pero esa mujer me hacía sentir como si la hubiera visto antes, o la conociera del algún lado y no lograba ubicar donde. Era muy extraño tener esa sensación, estaba segura que esta era la primera vez que la había visto. De repente ella miro hacia donde estábamos y sonrió, luego comenzó a dirigirse hacia donde estábamos, nos miramos la una a la otra, la primera en irse fue Zuri, la cual salió tan rápido que parecía como si hubiera visto algo que no le agradaba, Zaira fue la segunda en irse, luego Zipher, y por ultimo lo hice yo, prácticamente habíamos huido como cobardes.

****

La visita de Elena había sido tan sorpresiva que aún seguía sin procesar que estuviera en el templo, imaginaba lo que ella debía sentir, sus hijas estaban tan cerca y ni siquiera podía mostrarle su amor de madre. Observe todo el revuelo que se armó ante su llegada, todas le ofrecían comida, regalos y ese tipo de cosas pero también note que las niñas estaban lejos de todo, miraban con recelo a Elena, y cuando ella las noto intento acercarse, pero ellas corrieron como si la cercanía de Elena fuera insoportable. Por un momento la expresión de Elena fue de dolor pero como estaba rodeada su expresión cambio tan rápido que pareció que no había sucedido nada.

El rechazo inconsciente por parte de ellas fue un golpe duro para Elena, lo sabía muy bien, era su madre y las amaba, nunca había tenido hijos pero podía imaginar el dolor que ella sentía al estar separada de sus hijas.

-Dianora –la voz de Elena resonó por el lugar, su tono fue dulce y repico en mis sentidos como una caricia, rápidamente me acerque a ella.

-¿Sí, mi señora? –pregunte de forma cortes.

-Quiero hablar contigo… en privado –respondió ella, asentí de inmediato y le indique el camino a los jardines, antes de retirarme con ella di varias indicaciones para que se sirviera la comida en cuanto terminara de hablar con ella.

-¿Qué le inquieta, mi señora? –pregunte ya cuando estábamos solas.

-Las vi, a mis hijas. Son hermosas, tienen el cabello negro igual al de su padre, y sus ojos también –dijo ella en un suspiro.

-Pero… -indique sabiendo que había un pero en esa oración.

-Pero corrieron tan rápido cuando notaron que iba a acercarme a ellas, me dolió que se alejaran de esa forma –pude oír claramente el dolor que provenía de su voz.

-Puede que se hayan sentido nerviosas cuando vieron que ibas hacia ellas, es la primera vez que te ven mi señora, es normal que se sientan de esa forma –dije intentando subirle el ánimo.

-Puede ser, tal vez cuando se acostumbren a mi presencia podré hablar con ellas aunque sea un poco. Dime ¿Cómo son ellas? Me has escrito cartas de cómo son físicamente pero nunca me has dicho de su carácter.

-Ellas son increíbles. Zaira es apasionada, todo lo que hace, lo hace entregando su corazón, aunque es muy mal hablada de vez en cuando y le gusta hacer cosas emocionantes que hacen que mi corazón se acelere –la risa de Elena fue como si una campanilla sonara, ella era tan celestial.

-Se ve que es de esas personas que le gusta meterse en problemas. Y las demás…

-Zuri es muy fría, no es muy cariñosa y le gusta mucho el estudio, ha aprendido muchas cosas leyendo en la biblioteca del templo, es inteligente. Es mordaz para hablar, últimamente dice todo lo que piensa sin medir las consecuencias –suspire ya que estos meses había sido algo estresante decirle lo que estaba bien y mal de su modo de hablar.

-Inteligente pero sin filtro, todo un problema –respondió ella como si estuviera pensando en algo particular- su padre es así, imagino que saco eso de él.

-Intento hacerle entender algunas cosas sobre ello pero me llevara trabajo. Zipher, es bondadosa y cariñosa, siempre dispuesta a ayudar a cualquiera, un poco ingenua y no le gustan para nada las peleas o la discordia, se pone triste cada vez que alguien se pelea.

-Es empática, eso lo heredo de mí.

-Sí, mi señora. Se parece mucho a usted. Y por último Zarina, ella es algo más complicada, tiene un carácter fuerte pero siempre ayuda en todo lo que se le pide, no le gusta estar atada a nada, y mucho menos encerrada. Es dura en su forma de hablar, todo lo dice claramente, si alguien comete un error, ella está ahí para regañar y luego explicar que hiciste mal. Es poco expresiva, no dice lo que siente y se enfada con facilidad.

-Así que es mandona –dijo Elena con una sonrisa- Gracias por decirme todo esto Dianora, haces que conozca un poco más a mis hijas, te lo agradezco de todo corazón.

-No tiene nada que agradecer mi señora –negué con la cabeza.

Lo único que podía hacer por ella era cuidar a sus hijas, mantenerlas seguras pero me hubiera gustado poder hacer más por ella, para que no sufriera pero no era tan fácil. Elena escondió a sus hijas para evitarles la muerte y por más que ella quisiera decirle quien era, no podía arriesgarse. La vida era bastante injusta pero había que aprender a aceptar lo que el destino les había preparado a cada uno, era la mejor forma.


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