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Chapter 2: LA UMBRA

Sofía entró en aquel cubículo mugroso de los años 80, desgastado y derruido, apestaba a perfume barato y a condón, la supervisora limpio algo de su cara, al parecer le quedaba algo de semen, esta empezó a increparla, de una manera agresiva y humillante, Sofía no se quedó de brazos cruzados, ya que a la única que le toleraba los abusos, era a su madre, por el miedo que esta infundía en ella.

—Quién te crees pedazo de zorra para que me hables así, Miranda sabes que me caes como el culo, si quieres, ¡me largo!, eso si te voy a enlodar en las redes, para que sepan la clase de puta barata que eres, pensé que me defenderías por ser mujer, y no, defiendo a los abusadores. ¡O es que no sabes qué hay cámaras!, ¡ahhh se me olvidaba que eras tan idiota, que no te habías dado cuenta!, no me agradas, entonces si te vas a las malas conmigo, no te gustará hasta donde puedo llegar, no tengo nada que perder, ¡tu sí!, perra.

Sofía, después de gastar silabas, la miro fijamente, sus ojos la observaban con odio, mientras Miranda, con un temblor que recorría todo su cuerpo, solo opto por callar, bajar su mirada, no podía contener el terror y solo dijo, —ya acabasteis, te puedes ir, no digas nada, y menos a Ricardo, miraré las cámaras, tal vez tengas razón—, Sofía tenía la maldita razón, Miranda de alguna forma se había salvado, bueno, eso no era tan cierto; un mensaje de Telegram entro al móvil de Miranda, y este le decía.

—¡acuérdate!, no podemos perder la oportunidad, es esta noche, ¡contrólate por favor!, después de este día, podrás hacer lo que queráis, ¡Cálmate!, tu odio, te está haciendo perder la cabeza, la razón y la cordura, tanto esfuerzo, para que tú botes todo a la basura.

La ira tomó sobremanera a Miranda, esta apago su móvil y trata de todas las maneras posibles que sus ojos no se crucen con los de Sofía, la mirada de aquella mujer le producía un escozor en los ojos y un terror que no sabía de donde salía, —Sofía te puedes ir cierra y me dejas sola, ya fue mucho por hoy, vete para tu casa, nada paso, olvidemos esto por favor—, cuando Sofía cerro la puerta, Miranda farfullo con rabia.

—¡ojalá!, para mañana no te vuelva a ver jamás, ¡¡perra asquerosa!!, ¡¡Ricardo eres un maldito, hasta cuando me tengo que aguantar tus besuqueos con esta! Malparida!!, porque me tenías que encartar con esta puta, no sabes cómo te odio Sofía, no sabes cómo te quiero ver muerta, ¡¡maldita!!, pero de mañana no pasas.

La pregunta es, ¿quién es Sofía?, ¿una elegida para salvar el mundo?, ¡no!, no lo era, ese destino era para otra mujer, de la cual hablaba una antigua profecía, una que no estaba escrita en la biblia, ni en ningún texto católico o cristiano, pero sí había un texto apócrifo de gran antigüedad, tan antiquísimo como la primera pisada del ser humano, este texto se supone fue destruido por la inquisición, en una oscura y maligna parroquia, donde el mal empezó a habitar, carcomiendo el alma de sus moradores, y de sus adoradores.

Muchas historias se han contado y se han escrito, se pensó que era una leyenda, un mito, una tragedia inexistente de terror, pero todos esos textos concluyen en algo; el mal se apoderó de la parroquia del sagrado corazón de Jesús, el mal condeno a este pedazo de tierra a vivir en las tinieblas, en las umbras de la muerte, condeno a que sus cultivos se marchitaran y que sus aguas se envenenaran, los miasmas pútridos, enajenaron el sitio demencial.

El sacerdote de la parroquia, así como los monjes y feligreses, empezaron a adorar a satanás, esto debido a la aparición, de un noble y sabio siervo, que junto a unos inquisidores de la iglesia católica, llegaron como un vendaval en la noche, esto fue bajo una nevada que helaba los tuétanos de los huesos y con ellos también llegaron innumerables libros y textos prohibidos, que no habían llevado al papado de Aviñón en su última cruzada.

La excusa de guardarlos en esta parroquia, primero, era que el inquisidor don Bernardo, era tío del sacerdote, y lo segundo, era el miedo a la excomunión, miedo a la tortura y miedo a algo más; los dos inquisidores se fueron y encargaron al siervo de cuidar las obras y transcribirlas al latín.

Este se quedó a vivir en los sótanos húmedos y oscuros de la casa de DIOS; el siervo era un clérigo de la iglesia católica, el cual transcribía textos apócrifos, malditos y antiguos, que los demás escribas de la iglesia, no se atrevían a tocar, por el miedo de tan insolentes y terroríficas palabras, que algunos de estos libros impíos contenían; el siervo en sí, investigaba algo más, por eso su fascinación, por esos libros complejos y oscuros.

Pero el mal había llegado con ellos, o ellos habían raptado ese mal; había un cofre que estaba sellado, con figuras arcanas, para el siervo le era imposible abrirlo, no había llave o instrumento alguno, que pudiese descubrir los secretos del tal cajón.

Se creía que, en él había, alguna riqueza musulmana, algún tesoro bizantino, o la corona radiata de helios, nada de eso, hasta que una noche de duro invierno, todas las velas y antorchas de la iglesia se apagaron.

El cura y los feligreses entraron en pánico, ya que el sonido de los relámpagos y la fulguración de su luz, mostraba la imagen etérea, de una umbra sin forma alguna, que se iba abriendo paso por la parroquia.

Hasta que un relámpago mostró la forma de aquella oquedad, algo dantesco y horripilante agarraba el cristo destruyéndolo en el acto, un feligrés trato de huir del recinto y su cuerpo exploto en pedazos, dejando un reguero de sangre y carne, estos cayeron sobre las personas que se encontraba en el sitio, creando gritos, chillidos y caos; las puertas de la iglesia no se podían abrir, el siervo escucho la algarabía desde el sótano y salió para observar lo que pasaba, y con unas sílabas pronunciadas de su angelical voz, pidió tranquilidad.

Otro relámpago fulgurante mostró, que aquella oquedad estaba en frente suyo, de un momento a otro, en un parpadear de ojos, el siervo se encontraba nuevamente en la catacumba, sin saber qué pasaba, sin saber cómo fue transportado en tan solo instantes.

La umbra se había apoderado, de las catacumbas, del sótano, del cementerio, del pueblo y por último empezó a corromper la parroquia; algo rondaba en la oscuridad, unas tinieblas, aún más oscuras, y estas clamaban al siervo, este ya está habituado a esos llamados malignos, pero esta vez era totalmente distinto.

Un ente revestido en una negrura inconmensurable, le susurraba al siervo, este no podía entender sus palabras, no sentía miedo, sentía una paz poco habitual, pero no importaba, quería a esta cosa lejos de él, le entorpecía su trabajo de escriba; con biblia en mano y con una oración que conocía desde los seis años, libero el lugar de esa oscuridad maligna, por el momento.

Sin embargo, ya el daño estaba hecho, una persona ya había muerto horrendamente; el sacerdote exorcizó la parroquia, para así evitar otro encuentro, sus oraciones no sirvieron de mucho.

Pasó un año de la primera muerte, y volvió a suceder nuevamente, esta vez una mujer fue despedazada de forma inhumana, y así paso cinco veces más, siete años, catorce muertos, cada vez que la umbra aparecía, se afianzaba más en la parroquia y más se demoraba en irse, ni siquiera los rezos del siervo la ahuyentaba.

—In nominé Domini, rex caelestium exercituum, prohibeo te adire puerum, patrem nostrum, qui es in caelis, sanctificetur nomen tuum sanctum, in virtute quam contulit mihi deus excelsus, posco tuum daemonium, nomen.

Esta amarga letanía, ya no servía de nada, este ente era más poderoso, que la sombra fantasmal del pasado, pero todo dio un vuelco total, la presencia de la umbra, año tras año, hizo que el siervo la esperara con ansias; hasta que esta se volvió más material, más física, se sentía más humana y arropo definitivamente la esencia del hombre.

En el séptimo año de vivir en la parroquia, y tras sobrevivir a los terribles acontecimientos; sobrevino una tormenta eléctrica abominable, esta vez las antorchas y las velas no se apagaron, cosa imposible, ya que el viento que acompañaba a tan tremendo temporal, azotaba a toda la parroquia de forma inhumana.

Los feligreses, ya habituados a qué cada año la umbra tomaba un sacrificio, la esperaron, y así paso; ellos vieron cuando las puertas de la parroquia se abrieron, y de ella entraba una enorme borrasca, acompañada de unas pisadas que se iban marcando en el suelo, pero no había nada que las causara.

Hasta que de pronto, vieron como de la nada, un torbellino de tinieblas se fue materializando, era una oscuridad infinita, esta empezó a caminar en sentido contrario a las huellas anteriores, hasta que seis feligreses empujaron a un niño, a las fauces de esta entidad, ella sin miramiento alguno, lo destrozo, pero las seis personas que habían dado al niño en sacrificio, también fueron destruidas.

La umbra se convirtió en una nube que se metió dentro del cuerpo de ellos, el primero se arrimó a una columna y Empezó a golpear su cabeza destruyéndola, otro fue implosionado desde dentro, dejando solo sus entrañas regadas en el piso, el tercero se fue marchitando, solo dejo polvo y un olor a mierda; mientras se iba deshaciendo, sus chillidos atormentaban de forma pavorosa el lugar, el quinto fue desmembrado desde dentro y el sexto empezó a arder sin razón alguna, ni la lluvia, ni él corcoveó de su cuerpo sirvió de algo.

Las muertes fueron sanguinarias, pero la mirada fija de algunos monjes y la sorna maléfica del cura, hacía percibir que estos eran los sacrificios para aquella entidad; la umbra desapareció de la vista de estos, que salieron corriendo de la parroquia, dando saltos de júbilo y goce.

La sombra se introdujo en las catacumbas, el sitio habitual del siervo y en esa noche de lluvia, la umbra le hablo, ya no era un susurro, ya no era una voz fantasmal y oscura, esta tomo, forma y tamaño, se arrastró por el tiempo, esa oquedad se metía en los intersticios del espacio vacío, la voz maligna y arrogante, embriagaba de éxtasis al siervo y lentamente oscurecía su noble y sabia alma, por fin aquella entidad había domado al siervo.

—amado mío, sé quién eres, acuérdate que ya tus ojos me han visto, tan solo tenías seis años, te cuide, te ame, ahora estáis aquí conmigo, yo soy la muerte, la destrucción, tú ya me conoces; en todos estos libros yo aparezco, pero falta que abras tres más, ya sabes de qué te hablo, necesitáis de mí, como necesitáis del agua, yo te traje hasta acá, para que estéis en este momento.

Sin embargo, así el siervo lo hubiese esperado cada año con ansias, esta vez si lo aterrorizó; asustado y tembloroso, busco la biblia y le hablo, a aquella umbra maligna, que le diera su nombre y que se marchara de la casa de DIOS, y esta respondió; las palabras helaron su alma, con un frío glacial.

—ya no me puedo ir, porque esta ya es mi casa, siete años te protegí, siete años viví contigo y así me pagas, ya tu dios murió en esta parroquia, si quieres me puedes adorar, porque yo soy tu nuevo dios, un dios que clama sangre y venganza, yo soy la oscuridad, yo soy el que hacer morir imperios, yo soy el que trae la peste, yo soy el ser, por el cual mataron al hijo del hombre y veme aquí, estoy liberado ¡nuevamente!, yo soy la antítesis del universo, yo soy el que caminara en el ocaso del apocalipsis, yo abriré las puertas del infierno, yo para tu dios soy SAMAEL, para ti y el mundo, soy ¡SATANÁS!

El siervo, miro fijamente a la umbra, se acercó, lloro, se arrodilló y balbuceo unas cuantas palabras.

—Señor mío, no niego que te espere, estoy cansado de esta vida miserable, vi cómo la peste se llevó a mi madre, a mi padre y a mi hermanito, sé que eso no fue obra tuya, y sé que la efigie maldita que ellos adoraban, te pertenecía a ti, solo quiero abrir ese cofre, hay riquezas y quiero poseerlas.

Unas cuantas velas de cebo, iluminaban ese ambiente lúgubre, la sombra se podía ver a simple vista, ya que su oscuridad, era más densa que la misma negrura de ese espacio; pero aquel ente diabólico fue adquiriendo forma, la umbra fue volviéndose transparente, y el siervo empezó a observar, como se iban formando venas de color negro, después fue dotado de un cerebro, mientras caminaba lentamente hacia él.

También se formaron unos ojos de color negro y pupila roja, esto era verdaderamente atemorizante, se fueron creando huesos, hasta que de esos huesos, salieron fibras de músculo y carne, empezó a crearse una piel, su transformación quedaba casi completa, el ente desnudo, caminaba con una sorna maléfica, su rostro aún no contaba con cabello, cejas, dientes y nariz; su piel era tan pálida, como la nieve.

Parecía que lo que caminaba hacia el hombre era un muerto; pero este ente seguía avanzando, sus pasos eran lentos y un poco erráticos, el siervo se levantó, vertiginosamente y solo daba pasos hacia atrás, este ser realmente lo aterrorizaba.

—Hijo mío, no te haré daño, no huyáis de mí, tú me ayudarás a gobernar el mundo, sé que me veo terrible, pero solo me falta estar a plenitud, con la sangre de esta noche podré surgir, aunque necesito nacer como hombre.

Esta entidad se materializó definitivamente, era un ser revestido de una armadura oscura y fría, se veía poderoso y gigante, su altura era de casi dos metros y se fue acercando al cuerpo del siervo, toco su cabellera negra y le mando, a que se hincara ante él, besara sus pies, y le adorara.

—Querido hijo mío, sé que quieres abrir el cofre y romper los arcanos que lo atan, pero sé que lo que menos te interesa es la riqueza, no me mientas, te conozco, te conozco muy bien, desde ante que nacieres, sé que tus únicos deseos, son volver a ver a tu hermanito y vivir eternidades.

—-levántate y dame tu mano derecha, te daré sabiduría y vida eterna, la muerte no te tocará y así tu cuerpo este derruido por el tiempo, nacerás y nacerás eternamente, ten un poco de mí, bebe de mi sangre, porque tú abrirás los libro de la vida, de la muerte, de la magia, del destino y del universo.

—son tres libros que se deben transcribir y lo que está guardado en el cajón es un texto muy antiguo, primero busca cómo abrir el cofre, ya que este lo sellaron y yo no lo puedo tocar o estar en presencia de ese poder, cuando lo hagáis estaré acá, para ayudarte a reescribir el libro.

El ente se fue difuminando en la umbra y su imagen incorpórea, se mezcló con el mundanal frío del invierno y de la noche, mientras el siervo lloraba a borbollones, clamando y rogando por volverlo a ver.

—No te vayas, hijo de la noche, te lo suplico, dime que libro hay en el cofre, tú lo sabes; como te vuelvo a encontrar nuevamente, como te llamo, como vuelvo a caminar tus caminos, no te alejes de mí, te adoro porque eres mi DIOS.

La voz de Satanás bramo con fuerza por última vez, antes de desaparecer fulminantemente, en las tinieblas, de las frías y húmedas catacumbas de la parroquia.

—hay una profecía, que nos dará, no solo la tierra, sino el universo entero, cuando abras el cofre, volveré, y me bañaré en la sangre de la humanidad, y tú me acompañarás a ver el fin de las épocas, serás mi siervo, estarás caminando conmigo en el lago de azufre, viendo cómo acaba el apocalipsis.

Y así fue, abrir el cofre fue una tarea titánica para el siervo, hasta que llego el día y pudo romper los siete arcanos que lo ataban; tanta literatura maldita leída, tanto ritual pagano practicado, tanta sangre humana derramada, tantos cuerpos desmembrados dieron su fruto, nunca se supo cómo lo hizo, como pude romper lenguajes prohibidos, pero el maldito logro lo imposible.


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