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Chapter 2: Departamento Nro. 41

El sol brillaba mas que cualquier otra mañana de esa semana. La casa ubicada en Post Street habitada por la familia Vett comenzaba un nuevo día acompañado de la clásica rutina. Holga, apenas se levantó de la cama, intentó hacer el desayuno. Pero Jeremmy la detuvo y lo hizo él en su lugar. Tres tazas de café y un plato con algunas masas dulces que la vecina de enfrente les había regalado hacía un par de días.

Holga y Jeremmy, con cara de sueño aún debido al temprano horario, comenzaron a desayunar. Fue entonces, cuando Holga de da cuenta de que faltaba un integrante en esa mesa... Benedict.

LA CRIPTA - ANHELADOS TEMORES -

Capítulo 2.

El mayor de los Vett se levantó más temprano. Se hizo su propia taza con café, comió un caramelo de miel que se había comprado el día anterior cuando volvía caminando del trabajo, lavó y secó la taza, y se marchó mientras el resto aún dormía.

Caminó durante unos treinta minutos, que pasaron sorprendemente rápido debido que se quedó dormido unas tres veces en el camino, hasta que alcanzó su destino. El departamento policial privado número cuarenta y uno de Londres. Allí era su lugar de trabajo.

—¿Te imaginas aplicar la "G21" en un caso como ese?

—Oh, si. Seríamos despedidos sin dudarlo, ¡ja!

Dos hombres se encontraban conversando dentro del departamento, en el salón principal. Y entre risas, vieron de reojo como la puerta del departamento se habría justo a unos pocos metros de ellos.

—¡Pero mira quién es, Fred! —uno de ellos observó la puerta.

-Acaso es... es... ¡El mismísimo y todopoderoso, Benedict Vett! —dijo el otro mientras se acercaba a la entrada.

—Mi nombre es Fred Geroma, mi Lord —señaló a su compañero de atrás —¡Y-Y él e-es Theodoro Kummet! —concluyó, dejando ver una aparente adoracion hacia el hombre que cruzó la puerta.

Benedict Vett los observó sin hacer una sola expresión en su rostro. Toda la sala principal estaba vacía, eran solo ellos tres haciendo esa obra de teatro, tan solo acompañados por los numerosos y agobiantes cuadros de famosos ex miembros del cuerpo policial privado de todo Reino Unido, un techo que se encontraba considerablemente lejos del suelo, emulando la forma de una cúpula de cemento tallada a mano, un enorme símbolo que representaba a ese departamento emparchado en la blanca e impecable pared, y algunas mesas con computadoras detrás de la entrada.

—¿De verdad creyeron que, si alguien hubiera visto esto, yo sería quien quede en ridículo? —dijo Benedict dirigiendo la mirada a las otras dos personas que se encontraban arrodillados frente a él, tal y como un religioso le reza a su dios.

Fue entonces cuando contener las emociones parecía imposible ya y comenzaron a reír en conjunto los tres. Fred y Theodoro son los más cercanos compañeros que Benedict ha tenido desde que fue cambiado de grupo al ser ascendido repentinamente. Ambos suelen hacer este show cada vez que Benedict llega más temprano de lo que debería al recinto. Generalmente nadie los ve y queda todo guardado para ellos tres, pero la intención de ambos es dejar en ridículo a Benedict, o al menos, hacer reír a alguien en ese lugar.

Ambos que estaban arrodillados se pusieron nuevamente de pie, dejando de reír poco a poco.

—Siento ser repetitivo, Fred, pero...

—Se encuentra bien. De hecho, muy bien. Por eso vine hoy a trabajar.

Fred ya sabía a qué se referiría Benedict. Su pierna, la cual había sido herida en la operación del día anterior, por lo que simplemente respondió con sinceridad.

—¿Y a ti qué te sucede, Ben? Ayer te veías más estresado de lo normal... —preguntó Fred.

De repente, la conversación fue interrumpida en un instante. Fue una persona quien lo provocó. El mismo que acababa de llegar a la sala central a través del pasillo principal del departamento. Sus pasos parecian no querer ser oídos por nadie, pero al hacerlo, todos observaban.

—Me alegra que los tres —puso una extraña mirada a Theodoro —hayan arribado a la instalación antes del horario de apertura. Valoramos mucho eso aquí... señores —dijo esa persona lentamente, pareciendo disfrutar cada siniestra palabra que salía de su boca.

Tras un notorio silencio, esa misma persona continuó: —Imagino que ya son conscientes del encargo de hoy. Les advierto que es realmente importante, mucho mas que el de ayer. El contratante es un viejo conocido del dirigente general Lookbought... más les vale no fallar.

Su gruesa y poco simpática voz pegaba realmente bien con su apariencia. Una antigua túnica negra con detalles en marrón por encima de su uniforme, un cabello duro y francamente sucio peinado hacia atrás llegando hasta el final de su cuello, una perforación involuntaria en la oreja derecha, y unos ojos marrones que parecen estar diseñados para destacar por sobre sus pocas arrugas y tez pálida. Su nombre era Levin Hauser, nombre claramente extranjero.

—Entonces... Yo voto por empezar a llegar tarde para evitar al monstruo de Hauser. ¿Quién está conmigo? —comentó Fred una vez se aseguró de que Hauser se encontraba suficientemente lejos.

Theodoro, el mas asustado de los tres, le respondió:

—Te aseguro que la idea me gusta mucho, pero tengo la mala suerte de ser su pupilo...

—¡¿Enserio él es tu guía!? —exclamó Benedict.

—Lamentablemente... si. Es en realidad molesto que a los novatos les asignen un guía durante el primer año de servicio como investigadores privados. Al menos, cuando aún era jefe de policía, yo era el líder de mi sector. No tenía el poder de decisión del dirigente general Lookbought, por supuesto, pero no tenía que estar soportando a un sujeto actuando como mi padre —se quejó sin remordimientos Theodoro.

- Te entiendo. Yo tampoco estoy seguro de querer venir a trabajar si tuviera al investigador superior Hauser como guía durante todo el año. Mi guía, al menos por ahora, no parece ser tan estricto ni... intimidante —explicó Fred.

Benedict, en un intento de hacer valer su diferencia de edad respecto a Fred y Theodoro, comentó:

—Deben entender. En el departamento cuarenta y uno debe haber al menos treinta investigadores privados que fueron ascendidos hace muy poco, al igual que nosotros. Eso es un numero muy grande si tenemos en cuenta que regularmente, mientras nosotros eramos aún jefes de policía de nuestros respectivos sectores, solían ascender aproximadamente cinco por año. Llevamos más de treinta en dos meses... —acabó con una expresión que podía reflejar cierta falta de entendimiento.

—Es un incremento del seiscientos por ciento... y aún faltan otros diez meses para que acabe el año... es una bestialidad... —acotó serio y preocupado Fred.

—¡Exacto! Justamente por eso es necesario que nos convirtamos en pupilos de investigadores superiores de este departamento, al menos durante el primer año. Nuestro trabajo es serio, y la reputación no solo nuestra sino del establecimiento y, consecuentemente, del dirigente general Lookbought , están en juego con cada operación.

Para cortar con la seriedad del momento, Fred propone ir de una vez a cambiar sus atuendos para estar listos para la operación de ese día. Y mientras, poco a poco, llega a la base el resto de investigadores, sin discriminar entre novatos y experimentados, Fred Geroma, con su cabellera de longitud media de color marrón claro, quizás algo anaranjada, y sus rizos; Theodoro Kummet, con su poco moderno, tan corto y antiestético peinado de color negro muy oscuro; y Benedict Vett, con sus alborotados y prácticamente rubios pelos; se dirigieron de inmediato a ponerse el uniforme de trabajo que todos los miembros del cuerpo sin excepción debían llevar puesto en horario de trabajo dentro y fuera del departamento.

Tras esto, debían esperar en la sala principal a algún investigador superior, generalmente quien los acompañaría en la operación, para hacerlos firmar a los tres el contrato previo a toda operación que es reclamado por el gabinete de asuntos no comunes británico.

"Regla 1: Toda operación, sea de índole común o no común que esté a cargo del gabinete de asuntos no comunes y sus delegados departamentos policiales, debe ser llevada a cabo por investigadores calificadamente superiores, con la única excepción de ir acompañado por un investigador superior como instructivo guía (lo que permite participar de la operación, e incluso ser protagonistas, a investigadores privados novatos), o tener una autorización aprobado por el dirigente general del departamento o por el propio gabinete de asuntos no comunes.

Regla 2: Si algo no previsto que represente el fracaso de la operación o resultados no fructíferos ocurriera, la responsabilidad económica es completo asunto del gabinete y del departamento al que pertenecen los investigadores involucrados en dicha operación. Sin embargo, la responsabilidad legal es total responsabilidad de los investigadores privados causantes, con la posibilidad de tener al propio dirigente general del departamento como defensor en el juicio. Se permiten testigos.

Regla 3: Si alguno de los investigadores privados desobedece los acuerdos establecidos con el contratante (sea una organización colectiva, o individual) o actúa en discordancia con la consigna original del trabajo aprobada por el departamento, podrá ser castigado severamente, tanto monetaria como legalmente, con la posibilidad de ir a la prisión a cargo del gabinete de asuntos no comunes conocida como "Importunus", ubicada en la Isla Bardsey, territorio británico.

Regla 4: Si el gabinete lo considera correcto, cualquier investigador, sin importar si es novato, superior, dirigente general, o trabajador en el gabinete; podrá ser encarcelado en Importunus sin derecho a negarse o reclamar nada."

Esa es la carta completa que se encontraba en una pequeña mesa alta en la entrada, en espera de ser firmada por Benedict, Fred, y Theodoro; así como por cualquiera que tenga intenciones de trabajar en una operación oficial y cobrar por ella. Este proceso se repetía todas las semanas, todos los días, antes de cada operación. Recibiendo impreso en el papel el sello oficial del gabinete de asuntos no comunes británico, y las firmas de un investigador privado superior y de todos los participantes de la diligencia en cuestión.

—El uniforme de trabajo oficial debe estar compuesto por una corbata negra y la insignia del departamento cuarenta y uno sobre una camisa blanca... limpia —dijo Hauser, apareciendo de la nada, haciendo fuerte hincapié en esa última palabra que le dirigió a Theodoro.

—¡Mierda, no me di cuenta que mi camisa estaba sucia! —susurró Theodoro intentando no escuchar las risas del resto del cuartel a sus espaldas.

—Que no se repita. O el próximo en reírse de ti seré yo, ya que estarás fuera del departamento y desempleado —lo amenazó Hauser.

Justo cuando las puertas del departamento se abrieron para iniciar el horario laboral a las nueve de la mañana como siempre, alguien se puso en el camino de Hauser, Fred, Benedict y Theodoro; quienes aguardaban estáticos sobre el escalón de la sala principal frente a la puerta, en espera de que los porteros instalaran el cartel con la frase "En servicio", y todos los investigadores allí presentes pudieran salir a trabajar. Quien se paró frente a los cuatro llevaba un bigote negro, una larga cabellera del mismo color, y el uniforme de trabajo puesto con un pequeño pañuelo rojo colgando del bolsillo de los pantalones.

—Disculpen muchahos, pero hoy yo seré quien los acompañe en la operación designada. Esta vez deben ir a analizar una escena del crimen, como fue notificado ayer. El peritaje de homicidio también la dejaron en nuestras manos, por lo que lo mejor será que yo en persona los acompañe —comentó con cierta felicidad el hombre.

- Lo siento, Jacob —respondió enojado Hauser —pero acompañar a estos tres novatos —hizo un hincapié ciertamente discriminativo —entre los que se encuentra mi pupilo asignado, será tarea mía. Hazme el favor de ir a tu oficina y revisar la lista que nos entregó el dirigente general.

—El que lo siente soy yo, Levin. Fue el propio dirigente general quien me pidió reemplazarte hoy debido a mis dotes como psicólogo pericial. Si tienes dudas —abrió los brazos y sonrió —ve a tu oficina y revisa la lista actualizada que nos hizo llegar el dirigente hace unos minutos. Gracias por todo, Levin.

Levin Hauser, tras dedicarle una mirada desafiante y feroz, se dio media vuelta, y acompañando su túnica con el brazo, comenzó a caminar de regreso a su oficina.

—Que tal chicos. Mi nombre es Jacob Slash, y soy quien los supervisará el día de hoy... y quien los salvó de una tarde con Levin —dijo riendo —Por favor, firmen de una vez el papel. Debemos estar en nustro destino en media hora, apresúrense.

Benedict rió leventemente y le devolvió la mirada, asintiendo con la cabeza. Fred cayó sentado en el suelo con una cara de felicidad casi inimaginable, provocando nuevas risas entre el resto del cuerpo policial. Y Theodoro simplemente bajó un poco los hombros, pues el ya sabía que como Hauser se quedó enojado, mas tarde al regresar, se desquitaría con él.

En un instante, las firmas ya estaban depositadas en el papel y los cuatro salieron en el coche del investigador superior Slash rumbo a la operación, dejando atrás el departamento.


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