Con tus albercas naturales, que brindan vida
Sobre tus cimientos se apoyaron las piedras
Formando rascacielos plomos y blancos
Dadivosa esta tierra, que nos da que comer
Todos ríen, todos lloran, todos cantan
Recorres nuestros pensamientos
No olvidamos, nos mantenemos
El olor a óxido vuela nuestra cabeza
Los heraldos negros nos acompañan
Obtendremos lo que deseamos
Lo obtendremos, pueblo maravilloso.
En las colinas de Crull yace su nuevo libre albedrío, con casas hechas de madera, brillan relucientemente embalsamadas. Otras están hechas de eucalipto y acudiendo a él, aparece ese bendito aroma que se junta con el de las flores, embelleciendo olfativamente los caminos pavimentados con distintas formas de piedra, las cuales llevan piadosamente hacia el centro de este pequeño pueblo donde descansa la figura musculosa, deteriorada por el tiempo, marchita en gestos, pero inocente en pensamiento. Mientras su mano asoma a la nada, ¿Qué es lo que trata de salvar? ¿Qué trata de advertir? O solamente es una casualidad.