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Chapter 2: : La amenaza del rey demonio

Eldor y Alex analizan la situación, observando el imponente ejército del rey demonio en la lejanía, saliendo de la puerta con inscripciones en rojo. A pesar de la advertencia de Eldor para que huya, Alex, decidido, quiere enfrentar la amenaza. De repente, aparece un comandante grande y poderoso, cuya fuerza es evidente incluso a distancia. Al evaluar su nivel, Alex se da cuenta de que está frente a un adversario formidable, con un aura impresionante, el cual con su mera presencia hace que te sientas axficiado.

El comandante demoníaco surge en un salto majestuoso, acompañado por sus chacales infernales, emanando una presencia aún más abrumadora. Su llegada intensifica la tensión. Alex, en respuesta, grita con determinación que es el héroe destinado a detener tanto al comandante como al rey demonio.

El comandante, con un tono burlesco, se ríe y comenta: "Jajaja, si tú eres el héroe, el mundo está jodido. Es como decir que yo soy el Rey demonio. Jajaja". La risa siniestra del comandante resuena, marcando un momento tenso antes del enfrentamiento inminente entre Alex y esta figura imponente del ejército del rey demonio.

Alex, listo para luchar, se ve detenido por Eldor, quien reconociendo la desigualdad en fuerza, le insta a huir y cumplir con su destino como héroe. La decisión de Eldor resuena con valentía, preparándose para enfrentar al comandante y convertirse en la última línea de defensa, dejando a Alex con el peso de un destino incierto.

El comandante, revelándose como Ignis el Devorador de Almas, proclama que tanto Eldor como Alex serán sus festines. Su mirada hambrienta y su risa gutural envuelven la escena, anunciando una confrontación donde el destino pende de un hilo, y las risas diabólicas resuenan en la oscura antesala de una batalla despiadada.

Eldor, con desesperación en sus ojos, grita: "¡Alex, huye, no mires atrás!" antes de lanzarse hacia Ignis con su espada devoradora de vientos. La velocidad de Eldor impresiona a Alex, pero para Ignis no es más que un ligero contratiempo, bloqueando el ataque con facilidad.

La batalla se desata entre Eldor y Ignis. Eldor, hábil y veloz, blandiendo su espada con destreza sin igual, busca brechas en la defensa del devorador de almas. En tanto, Ignis, con su hacha envuelta en llamas, bloquea y recibe los ataques con indiferencia, sin mostrar signos de debilidad. Los golpes resonantes de la espada de Eldor chocan contra el hacha ardiente de Ignis, pero los esfuerzos del anciano semielfo parecen ineficaces ante la imparable fuerza del devorador de almas. La danza de acero y fuego pinta un cuadro de desigualdad en la lucha, con Eldor luchando valientemente contra un adversario cuya resistencia parece inquebrantable.

Mientras Eldor y Ignis se enfrentan en una feroz batalla, Alex se queda congelado, su mirada fija en el choque de las espadas y el destello de las llamas. La realidad de la situación lo envuelve, dejándolo atrapado entre el impulso de huir y la necesidad de enfrentar y ayudar a su mentor el destino que se despliega ante él. En ese momento tenso, el peso de la elección se asienta en sus hombros, observando impotente la lucha entre su mentor y el comandante demoníaco.

En el apogeo del enfrentamiento, el comandante ignis ejecuta un movimiento magistral, desviando habilmente los rápidos ataques de Eldor y, en un giro desgarrador, le propina un golpe devastador que hace que el anciano semielfo caiga al suelo, su espada devoradora de vientos resplandece débilmente en la penumbra mientras la agonía se refleja en sus ojos.

La escena se torna sombría, con la caída de Eldor resonando como un eco melancólico en el corazón de Alex. El héroe en entrenamiento, testigo impotente de la derrota de su mentor, siente cómo la desesperación se apodera de él, como una tormenta oscura que eclipsa la esperanza.

Eldor, yace agonizando en el suelo, su espada devoradora de vientos apenas un destello tenue en la oscuridad. El comandante, con un tono burlesco que resuena como una cruel sinfonía, se mofa de la espada de viento de Eldor, comparándola con una hoja oxidada o una mosca inofensiva. Luego, con desprecio palpable, agarra a Eldor de la cabeza y lo sostiene en el aire.

El semblante de Alex se transforma en una mezcla de tristeza y rabia mientras observa esta escena desgarradora, impotente ante la brutalidad con la que el comandante menosprecia a su mentor. Cada palabra despectiva se convierte en un golpe adicional en el corazón de Alex, quien, con los puños apretados y la mirada fija en Eldor, se enfrenta al dilema desgarrador de su propia impotencia.

Eldor, con un último esfuerzo, lanza un collar con runas élficas a Alex y le dice con voz entrecortada: "Chico, cuídalo con todas tus fuerzas. Te quiero mucho. Huye. Hazte más fuerte". Mientras pronuncia estas palabras llenas de amor y despedida, el comandante sostiene a Eldor con su cruel agarre, aplastando brutalmente su cabeza.

En medio de la furia y la tristeza, Alex canaliza su dolor al agarrar la espada de Eldor, sintiendo el peso de la responsabilidad. Cada golpe se convierte en un tributo a su mentor caído, mientras las lágrimas mezclan la lluvia que cae sobre el campo de batalla. Juramentos de venganza resuenan en el fragor de la batalla, marcando el inicio de una lucha encarnizada contra ignis, con la memoria de Eldor guiando cada movimiento.

Con un golpe de suerte, un destello de energía mágica se desata en el cielo, distrayendo por un breve instante a ignis. Aprovechando esta oportunidad, la espada de Eldor, guiada por la fortuna, encuentra su objetivo en el ojo del comandante demoníaco. A pesar del golpe certero en el ojo de Ignis, el comandante logra asestar un contraataque devastador que envía a Alex a volar. El impacto, combinado con la fuerza abrumadora del enemigo, hace que la realidad golpee a Alex: la desigualdad de poder es insuperable en este momento. Con determinación mezclada con pragmatismo, Alex toma la difícil decisión de huir, reconociendo que enfrentarse a Ignis en su estado actual solo llevaría a una derrota segura.

Mientras se aleja, las palabras burlonas de Ignis retumban: "Incluso como fugitivo, seguirás siendo un insignificante. Te encontraré, te derrotaré. Me las vas a pagar, cobarde". La promesa de un enfrentamiento futuro resuena en el aire tenso, marcando el inicio de una búsqueda donde la redención y la venganza se entrelazan en el destino incierto de Alex.

Huyendo del comandante mientras sus feroces chacales le siguen el rastro , Alex, herido pero decidido, se desplaza de árbol en árbol, esquivando los ataques. Su única meta es llegar a una zona segura donde pueda curar sus heridas y planificar su siguiente movimiento. La tensión en el bosque aumenta con cada salto, mientras las bestias infernales del comandante siguen persiguiendo implacablemente al héroe en fuga.Con un ojo herido y la furia palpable, Ignis, aunque herido, ordena a sus veloces chacales perseguir al fugitivo Alex. Los temibles seres infernales se lanzan tras él, ansiosos por cumplir la voluntad de su comandante.

Mientras los feroces chacales siguen persiguiendo a Alex, encuentra un estrecho y empinado desfiladero. Con agilidad, se adentra en él, consciente de que los chacales no podrán seguirlo fácilmente debido a su tamaño. El desfiladero le brinda un breve respiro, permitiéndole evaluar las heridas infligidas por el combate con el poderoso Ignis.

Determinado, Alex utiliza trozos de ropa para improvisar vendajes y tratar de aliviar sus heridas. El dolor palpitante se mezcla con la urgencia de detener el sangrado. Mientras aplica presión a su vendaje con un trozo de ropa, los chacales aparecen nuevamente, ansiosos por cumplir la orden de su herido comandante.

Con astucia, Alex se aferra a la espada de Eldor, sintiendo su peso y la conexión con su mentor a través de ella. Reconociendo que es una de las posesiones más preciadas, decide sacrificarla por su supervivencia. Con un giro preciso, arroja la espada al centro del desfiladero, desencadenando una avalancha que bloquea el paso de los chacales y crea una oportunidad para escapar. La espada de Eldor, ahora inalcanzable en el desfiladero bloqueado, representa un sacrificio doloroso pero necesario en la lucha por la vida y la libertad de Alex.

Con las palabras "Te extrañaré, amigo mío, fuiste como un padre para mí. Juro que te vengaré y mataré a ese comandante, suplicará de dolor", Alex se sumerge en la oscura vegetación, aprovechando el caos creado por la avalancha. Ahora, mientras la adrenalina fluye y las heridas arden, se aleja hábilmente del comandante y sus chacales.

Herido pero determinado, Alex se adentra en la maleza en busca de hierbas medicinales. Aplicando sus conocimientos adquiridos gracias a Eldor, examina meticulosamente las plantas, identificando aquellas que pueden ser utilizadas para sanar sus heridas. Con destreza, recolecta las hierbas necesarias para preparar un remedio que alivie su dolor y acelere su recuperación.

Se aleja de los chacales, adentrándose más profundamente en la maleza. Con la espada de Eldor sacrificada y las palabras de venganza aún resonando en su mente, Alex avanza con determinación. La amenaza de los chacales queda atrás, pero el desafío que enfrenta es solo el comienzo de su camino hacia la venganza y la redención. Con cada paso, la oscuridad de la noche abraza su figura herida, marcando el inicio de un capítulo incierto en su búsqueda de justicia.


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