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Chapter 3: CAPÍTULO 3.

Todas las cosas absurdas tenían que pasarle a ella. ¡Oh Dios! Si tan solo el lugar dejara de girar. Las náuseas eran cada vez más fuertes. Quería dirigirse al baño pero al parecer estaba perdida. Siempre le sucedía. Caminó por un pasillo oscuro agarrándose de las paredes. Encontró lo que buscaba justo a tiempo. Solo lo necesario para abrir la puerta del cubículo y echar en el inodoro hasta la bilis. Nunca más volvería a tomar licor de esa forma.

Se enjuago la boca y luego se lavó la cara. Ahora se sentía más humana. Se miró en el espejo. Ya le había bajado el alcohol del cerebro, se acomodó el vestido, bueno en verdad era el pedazo de tela que le cubría el trasero. Salió con mejor semblante y sobre todo sobria. Iba pasando descuidada. Tratando de que sus ojos se acostumbraran de nuevo a la oscuridad. Cuando…

"Uff esto se siente muy bien... ".

Escuchó los gemidos de una mujer. ¡Santísima Virgen! Ahora si estaba del todo espabilada. Se acercó más a la puerta y colocó su oído sobre ella.

"Abre la boca".

Inconscientemente acató la orden.

"Tómalo todo".

¡Dios! Su vientre se estremeció. Lo que decían los libros era totalmente cierto. El ser humano es el cien por ciento necio. Los gemidos de placer de su compañera. Aquella voz gutural animando a más, hacía algo en ella. La llamaba como el panal a la abeja.

—Creo que en este país hay un refrán que dice que la curiosidad mató al gato.

La voz demasiado ronca con un fuerte acento hizo que pegara un brinco. El hombre que estaba detrás de ella, era blanco, alto con la contextura de un jugador de fútbol americano. Tenía la cabeza rapada. Era intimidante a pesar de que tenía facciones atractivas. Unos ojos azules que eran fríos como el hielo. Nariz un poco torcida, que indicaba lo peligroso que era. Podía tenerla así por un golpe. Sus labios eran finos. Su boca grande. Estaba vestido todo de negro. De complemento una bufanda también negra alrededor de su cuello. Lo que hacía más espeluznante su aspecto.

—Lo siento tampoco es que son muy discretos —dijo Alessa nerviosamente.

El gran hombre entrecerró los ojos. —No es excusa, señorita.

—Mire... —lo cortó—. Lo siento, se que ha sido de mala educación de mi parte, hacer esto. Le pido disculpas.

Dio la media vuelta y salió prácticamente corriendo. Aquel gran hombre no la había asustado tanto como lo que había escuchado detrás de la puerta. Respiró profundamente y se dirigió a la mesa en donde estaban sus amigos. Sonrió al verlos todos absortos disfrutando de la velada. Un brazo fuerte le rodeó la cintura.

—Realmente estás muy hermosa esta noche, Aless —dijo John en su oído y luego lo mordió. Ella trató de soltarse. Él apretó más fuerte. — Siempre pasas de mí.

Como pudo aplicó una de sus técnicas de defensa personal por años. Hizo que él la soltara y ella salió corriendo de nuevo al pasillo. Con esos tacones, era misión imposible. Así que John no tardó mucho tiempo en alcanzarla.

—Espera…—la agarró fuerte del brazo—, escúchame, lo siento —Alessa se quedó inmóvil —Crees que puedes estar vestida así y no traer consecuencias —dijo molesto y apretó su cuerpo contra ella.

—No —negaba con la cabeza cuando el intentaba besarla—. No quiero. ¿No entiendes?

—La dama ha dicho que no —de nuevo el hombre con la voz demasiado ronca—. Así que suéltela, ahora mismo.

—No está pasando nada —se giró hasta el gigante vestido de negro.

Aless sólo lo miraba con los ojos abiertos como platos hacía él que con un asentimiento de cabeza le preguntaba si estaba bien.

—Le sugiero señorita que camine por el pasillo y que busque la tercera puerta —la miró serio—. Espere ahí por mí. ¿Ha entendido?

—Sí —asentía con la cabeza rápidamente.

Se soltó completamente del agarre de John y fue hasta donde le indicaba el gigante. Caminando todo lo rápido que lo permitía los zapatos. Llegó a la habitación en donde le habían dicho que esperara. Estaba completamente a media luz. Pero, no tenía ánimos de nada, prefirió dejarla así. Al menos se podía ver donde estaban las cosas.

Había una cama redonda en el medio. El espacio era grande. Asumió que la puerta que se veía era un baño así que fue hasta allá para lavarse la cara. Miró su reflejo en el espejo. No había duda. Tenía mala fortuna. Nunca debía celebrar su cumpleaños. Las cosas más raras siempre le pasaban a ella ese día.

Una lágrima rodó por su mejilla. "Mi vida ha sido un infierno sin ustedes". Extrañaba ese día más que nunca a sus padres. Tal vez a su madre no tanto, porque estaba en realidad muy pequeña cuando ella murió. Pero a su padre con todo y el error que cometió al casarse con Gissel lo extrañaba todos los días.

Lo sucedido con John le había hecho sentir que estaba sola en este mundo. Que tenía una amiga incondicional. Sí. Que era como su hermana, sí, pero que por más que la quisiera no tenía con ella un lazo tan fuerte como el de sangre. Pensando en lo sucedido. Decidió echarse por unos minutos en aquella cama inmensa.

Quería descansar por un rato. Lo suficiente para tomar fuerzas y enfrentar al gigante calvo. Estaba demasiado segura de que él le daría un sermón. No sabía el porqué a pesar de lo intimidante ese hombre le transmitía seguridad y confianza.

Cerró los ojos un momento. Solo por unos minutos descansaría. La mezcla de cansancio, alcohol y la adrenalina del episodio anterior la venció. No supo cuanto tiempo se quedó dormida. Lo que sí supo qué la despertó. Sutiles besos. Tan suaves como el roce de una pluma. Un cuerpo cálido y fuerte encima de ella.

Su lengua enroscándose con la de ella. La invadía, la conquistaba. Automáticamente sus delicadas manos fueron hasta su cabello. Sentía como el desconocido se frotaba con su cuerpo. No podía abandonar sus labios. Se sentía tan correcto. Creía que no podía parar. Las manos del sujeto comenzaron a recorrer su cuerpo mientras sus labios no abandonaban los suyos. Sentía como su virilidad iba aumentando de tamaño con cada uno de sus movimientos de caderas. Su cuerpo estaba febril. Hasta que su mente en ese momento se despertó de golpe. Removiéndose debajo de hombre tan fuerte.

—¡No. No y no! —Comenzó a gritar

El hombre estaba aturdido. —Después que me pedías a gritos que te follara. ¿Vas a gritar de esa manera? —Preguntó con rabia— ¿Ese es tu juego?

Aquella voz le resultaba familiar pero no podía ubicarla. El pánico se apoderó de ella. —Jamás te he invitado a follar –aclaró y tratando de que se moviera un poco y para poder salir hasta que por fin lo hizo.

El misterioso hombre la sujetó. Ella utilizó los años de entrenamiento que tenía en defensa personal y lo inmovilizó quedando a horcajadas encima de él.

—¿Qué coño crees que estás haciendo? —Gruñó.

—Intentaste abusar de mi, cretino —estaba llena de furia.

—Yo no he tomado nada que antes no fuese ofrecido.

—Yo. No. Te. He. Ofrecido. Nada —afirmó en voz alta y apretando los dientes.

—¿Qué haces aquí entonces?

—El gorila calvo dijo que lo esperara aquí —soltó un poco su agarre sobre él.

Eso fue todo lo que necesito para que Yasir se moviera rápidamente y fuese quien la inmovilizara. Le puso las manos por encima de la cabeza. —¿Quién demonio eres? —Preguntó confundido.

—Soy quien va a patear tu culo y reventar tus pelotas.

Él se echó a reír a carcajadas y el movimiento hizo que frotara un poco su sexo alineado con el de ella. Un jadeo se escapó de sus labios.

—Jamás me habían dicho tal cosa —se burló.

—Suéltame. Es lo único que tienes que hacer y verás que cumpliré lo que te he dicho.

Apretó más su agarre. —Nunca me retes —su tono de voz denotaba peligro—, no te gustarán las consecuencias.

Había algo en esta mujer salvaje que le hervía la sangre. Cambió de posición y sostuvo sus brazos por encima de la cabeza con una sola mano. Ella se removía pero lo único que hacía era que su erección se volviera más grande. Yasir extendió su brazo para encender la lámpara que estaba en la mesita de noche y cuando lo hizo. Quedó totalmente sorprendido.

Se miraron a los ojos.

La luz reveló el rostro de la mujer que estaba debajo de él. No pudo creer lo que veía era la chica que lo había obsesionado durante toda la noche. El deseo por tenerla fue mucho más fuerte que los modales. Volvió a inclinar su cabeza para volver a besarla. Esta vez de manera profunda y demandante. El miedo de ser atacada hizo que Alessa reaccionara de la manera menos indicada.

Relajó su cuerpo. Decidió cederle por algunos minutos el control. Lo suficiente para que el hombre que estaba encima de ella bajara la guardia. Él continuó besándola y cuando sus manos recorrieron sus muslos Alessa movió un poco las piernas. Era ahora o nunca. Definitivamente, jamás estuvo preparado para lo que pasó a continuación.

Ella le propinó un golpe en la ingle que lo hizo removerse un poco por el golpe, sin perder tiempo le dio un puñetazo en la nariz. Al ver que se levantó de encima de ella encogiéndose del dolor.

—¿Qué cojones ha sido eso? —Preguntó mirándola aturdido.

—Te lo ganaste por abusador.

Le dio una patada en el estómago. Cayó al suelo y aprovechó el momento para salir corriendo como alma que lleva el diablo por el lugar. Como pudo se tomó sus zapatos, corrió hasta donde estaban sus amigos. James tampoco se veía por el lugar.

—Alessss... —gritó su amiga— ¿Dónde te habías metido? —hablo un poco con la lengua enredada. Era obvio que estaba un poco pasada de tragos.

—Debemos irnos —le tomó del brazo.

—Nena, ¿por qué si lo estamos pasando bien?

—Ahora. Karen. —Dijo casi gritando—. Quiero irme ahora mismo.

Su amiga parpadeó dos veces y negó con la cabeza. —Sabes que te quiero— le dio un beso rozando sus inocentemente sus labios—. Pero la respuesta es no. Estoy deliciosamente bien a gusto aquí con mi chico.

—De acuerdo — musitó seria abrazando sus zapatos sobre su pecho—. Yo me marcho —les dio la espalda a todos y salió disparada, descalza hacía la puerta.

Se aseguró que nadie la viera salir en el estado en que se encontraba. Corrió con la suerte de que en ese momento iba pasando un taxi. Se montó sin mirar atrás. Ya cuando estaba el vehículo en movimiento fue cuando ella pudo respirar de nuevo. Se mordió el labio inferior para tratar con eso de que las ganas de llorar que tenía acumulada en su pecho no salieran aún. Tenía que esperar llegar a casa.

—¿Se siente usted bien? —le preguntó amablemente el conductor.

Negó con la cabeza. —No pasa nada, gracias.

—Es usted muy joven y hermosa, para estar tan triste.

Alessa sonrió. —Gracias de nuevo. Es usted muy amable.

—Sea lo que sea por lo que usted esté pasando, señorita, durará para siempre — le miró por el espejo retrovisor—, no durará para siempre.

—En eso tiene usted razón.

El conductor del taxi la dejó en la entrada del edificio en donde vivía unos cinco minutos después. Cuando Alessa entró a su apartamento y cerró la puerta se colocó de espaldas a esta y ahí se derrumbó. Se dejó rodar hasta el suelo de la misma manera que sus lágrimas corrían ahora libre por su rostro.

Lanzó los zapatos por el pasillo. Estaba harta. Cansada de luchar. Que duro para ella era estar sola. No podía creerlo. Dos hombres distintos, la noche de su cumpleaños habían querido abusar de ella. ¿Qué demonios pasaba?¿Era que en su vida nunca iba a parar de sufrir?

Su teléfono celular comenzó a sonar. Lo sacó del bolso.

—"Hola".

—"Gracias a Dios estás bien" —el alivio en la voz de Karen era notorio.

Alessa no tardó en preguntar: —"¿Ocurrió algo?".

—"No lo sé. Dime tú".

—"Karen, no tengo idea de que me hablas".

—"John nos llamó. Estaba fuera del local. Al parecer el jefe de seguridad del club lo echó…"

—"Déjalo para mañana —le cortó—, no quiero saber por ahora".

—"¿Entonces no te interesa el resto? Eres una malagradecida. Después que saliste una mujer atacó al dueño del club".

El corazón de Alessa se detuvo por un momento. —"¿Que le hizo?".

—"Nada grave, al parecer. Lo cierto es que el hombre estaba hecho una fiera y no dejaba salir a nadie hasta que la encontrara".

—¡Oh qué mal! —exclamó—. Menos mal que me fui antes de que todo ocurriera. Tal vez se lo merecía".

—"¿Cómo puedes decir algo como eso?. El pobre hombre estaba todo golpeado..."

—"Está bien, Karen. A lo mejor tengas razón. Hablamos de eso mañana porque ahora tengo mucho sueño".

—"De acuerdo. ¿Sabes que mañana te haré muchas preguntas al respecto?"

—"Lo sé — se echó a reír – debo prepararme psicológicamente".

—"Cuenta con eso".

La llamada finalizó. Estaba agradecida. Sin embargo, nerviosa. Karen no iba a parar de preguntar hasta que no le dijese todo lo que había sucedido. Fue hasta su habitación. No tenía ganas de nada. Se tiró encima de la cama grande fría. Suspiró. Sus dedos delicados rozaron sus labios. Cerró los ojos al recordar momento con aquel bárbaro desconocido. Sentía un nudo de nervios en su estómago. Muchas emociones esa noche, más lo que se imaginaba que podía pasar al día siguiente. Con ese conocimiento se quedó profundamente dormida.

A la mañana siguiente el cuerpo de Alessa estaba pesado. Los acontecimientos de la noche anterior, le estaban pasando factura. Aún así forzó a su cuerpo a levantarse, asearse y prepararse un café. Recibió la llamada de su abogado. Necesitaba sentirse confiada y segura. No había nadie mejor que el abogado de su padre, su amigo y su padrino de bautismo.

El chófer pasó a recogerla y llevarla junto a él. Juntos, repasaron todos los informes y diferentes escenarios que se podrían presentar en la reunión. La que más temía era que la junta directiva no la reconociera como la legítima dueña de la empresa que estaba teniendo conflictos económicos.

Se vistió para impactar a todos en la sala. Llevaba puesta una falda tubo negra que resaltaba sus caderas y su exuberante culo; y abierta en la parte trasera, con un enterizo de blonda manga larga color rojo. Zapatos rojos de diez centímetros tacón aguja y plataforma que hacía que se viera más alta y estilizada. El cabello recogido en un moño flojo. Su maquillaje era sutil con los accesorios adecuados. Su intención era hacerles saber a todos que estaba presente.

—¿Estás nerviosa? —La voz del hombre a su lado era calmada.

—No puedo mentirte, tío. Estoy muy nerviosa.

—Aless...estamos consciente de que estamos declarando de frente la guerra a Gissel. Ella no cederá tan fácilmente.

Se quedó callada por un momento y tomó la mano arrugada del hombre que había sustituido a su padre estos últimos años. —Ellas me lo han quitado todo. No permitiré que destruyan la empresa de mi madre que nada tuvo con ellas.

—Es cierto, pequeña —acarició su mejilla—. Estaré a tu lado hasta el final.

Cuando su tío iba a añadir algo el chófer les indicó que habían llegado a la empresa. Alessa respiró profundo. "En este momento necesito su ayuda". Dedicó ese pensamiento a sus padres.

—Lo harás muy bien.

Con esas palabras de aliento, terminó de entrar a las instalaciones de su empresa. Inmediatamente se dirigió al piso en donde se celebraban las juntas. Se sorprendió al ver tanta seguridad junta. La asistente de Gissel los detuvo en la puerta.

—Hola, Alessa —la miró de arriba a abajo—. Lo siento mucho pero tengo órdenes de no dejarte pasar.

—¿Órdenes de quién? —preguntó su tío.

La chica miró al hombre mayor que aún inspiraba poder y respeto. —Por órdenes de Mariana, señor.

—¿Quién es ella? —Volvió a preguntarle el hombre.

—Es la hija de la señora Gissel.

—¿Es ella hija de también de Jonathan Sinclair?

La mujer nerviosa negó con la cabeza. —Lo siento señor, solo cumplo órdenes.

—Te entiendo —dijo ella con empatía—, pero soy la hija del dueño. Además tengo también un porcentaje de acciones. Debo de estar en esa junta —hizo que la asistente se quitara de la puerta. Pero otro guardia de seguridad les cerró el paso, mirándola serio.

—¿Quién es usted?

—Una de las accionistas de esta empresa.

El guardia habló con alguien por el intercomunicador que tenía pegado en la oreja. Luego le miró. —Pueden ustedes pasar sin ningún problema.

Al abrir la puerta todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo para mirarla.

—Pensé que la reunión comenzaba a esta hora, no que terminaba —dijo sarcástica.

La cara de Gissel pasó a color blanco, mientras que las de sus hijas eran rojo escarlata. —¿Has venido? —Preguntó con asombro.

—Por supuesto Gissel. No me perdería esto por nada del mundo — miró a Mariana desafiante.

—Es un poco tarde. La negociación se cerrará ahora mismo —intervino con rabia Amanda.

—Pues, creo que mi voto es importante soy una de las accionistas. A la cual no se le dijo nada acerca de esta junta extraordinaria.

—Nadie dice lo contrario, querida —agregó Gissel mirando a sus hijas—. Pero ya. La negociación fue cerrada —sonrió con autosuficiencia.

—Es cierto —a lo lejos escuchó una voz grave que se le hizo familiar—, pero aun así estoy dispuesto a conocer a los demás socios. ¿Quién es usted?

En el momento que ella alzó la cabeza. Sintió que la tierra se abría debajo de sus pies. Cuando su mirada oscura se cruzó con la de ella y la palidez inundó su rostro.

—No pasa nada, querido —habló Gissel pausadamente.

Ese fue el momento de su padrino para intervenir. —No estoy de acuerdo contigo, Gissel —miró al hombre que encabezaba la reunión—. Ella es Alessa Sinclair la hija de Jonathan y Francine Sinclair, los dueños de esta empresa.

—Esa mujer está muerta desde hace muchos años —musitó Mariana.

—Pues, permíteme recordarte, Mariana que esta empresa era la herencia de la familia de Francine. No de Jonathan. Él sólo lo que hizo fue manejarla con buen temple después de su muerte —dijo David—. Disculpe el atrevimiento, ¿Usted es?

—Soy Yasir Arslan —enarcó una ceja hasta Alessa y le sonrió mostrando todos sus dientes blancos y perfectos—, estoy a sus servicios.


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