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Chapter 1: Cerrando ciclos

No soy amante de madrugar.

Nada que tenga que ver con salir de la cama antes de las nueve o diez de la mañana me llama la atención. Sobre todo porque llego a mis picos más altos de inspiración entre las dos y tres de la mañana y termino metiéndome en la cama muy tarde.

Es culpa de mis niveles de endorfinas, que al componer se elevan tanto que el tiempo se me pasa volando y solo soy consciente de lo alterado que está mi reloj biológico con los primeros rayos de sol que se cuelan por la ventana.

Pasa casi todo el tiempo.

Casi.

El resto del tiempo llego tarde del club, la disco o… cualquier evento social. Soy un night owl, como diríamos en américa.

—¡Edrea, te están esperando! —anuncia Luis entrando al camerino. Lo observo tirado desde el sofá, con los brazos detrás de la cabeza y una enorme sonrisa en mi rostro. Es un gran manager, no me puedo quejar. Pero a veces es bastante intenso. —¡Cabrón, párate de ahí! Tenemos al News America esperando por ti en el salón de conferencias.

Me dedico a observar sus muecas como si fuese lo más interesante del mundo mientras me permito sentirme orgulloso de mi mismo: hoy he tenido la mejor noche de mi vida.

Hace menos de veinte minutos cerré con broche de oro mi primera gira internacional y nunca estuve más emocionado. A pesar de que me levanté con el pie izquierdo y odiando al mundo, el momento en el que pisé la arena en donde daría el concierto mi ánimo se elevó por completo.

El último concierto de la gira fue en Puerto Rico, el país que me abrió las puertas a la industria musical. No había manera en la que diera cierre a mi mayor éxito como artista en otro lugar. Por eso me encantaría poder cumplir con todas las obligaciones que tengo en este momento con todos los medios, e incluso con la fiesta que me está esperando al salir de aquí. Estoy seguro que será increíble, estaría totalmente encantado con ir.

Pero a pesar de que estoy en muy buena forma, entreno todos los días y me alimento de forma balanceada: estoy agotado.

Mis piernas tiemblan, la espalda me craquea, todos mis dedos duelen y mis brazos están entumecidos.

Ese es el resultado de ser un artista completo que presenta un show no sólo vocal, sino totalmente visual y moderno que incluye baile, improvisación, canto e incluso tocar instrumentos en vivo.

—¿Entonces cabrón? ¡Arriba!

—Luis… cállate un segundo. —su risa me hace sonreír. —Aunque quisiera, no puedo pararme de esta silla.

Sus ojos estudian la escena mientras frunce el ceño. Visualizo en mi mente lo que debe estar viendo: a un hombre enorme de metro noventa tirado en el sofá con gotas de sudor aún corriéndole por la frente, la ropa totalmente empapada… y luciendo totalmente desgastado.

—Ea, diablo' Edrea. Te ves…

—¿Vuelto mierda? —le pregunto, riéndome. Pero como mis costillas y garganta empiezan a doler, hago silencio y me quedo completamente inmóvil. —Necesito una bañera con hielo, comida y silencio. —le pido, tratando de sentarme sin hacer muchas muecas por el dolor. —Solo te pido que me des unas dos o tres horas. Luego estaré como nuevo y totalmente dispuesto para dar todas las entrevistas que necesites.

Me asiente con una sonrisa y palmea mi brazo, haciéndome gemir por el dolor.

—Tienes razón, papi. Pichea. Moveré las entrevistas para las diez de la noche como había pensado al principio. —toma una silla y se sienta frente a mí, sonriendo. —Rompiste records hoy, cabrón. Felicidades.

—Gracias hermano. —hago un intento de sonrisa y me impulso con la poca fuerza que me queda para poder sentarme. —Gracias por apoyarme desde el primer día, papi. Lo aprecio mucho, de verdad.

—Para eso estamos, hermano. —se pone de pie y tiende su mano para estrechar la mía. Estrecho su mano con gusto y él me ayuda a ponerme de pie haciendo fuerza con todo su cuerpo y agradezco que lo haga, porque la verdad es que se me complicaría mucho levantar noventa kilos de puro músculo yo solo en este momento.

—Ya tienes la tina con hielo lista en el baño y la comida te estará esperando en la mesa cuando termines de bañarte. Pondré a dos de los chicos en la puerta de tu camerino para que nadie pueda entrar a molestarte. Te toca asegurarte de apagar el teléfono.

Le sonrío con gracia cuando termina de darme órdenes. Luis sabe muy bien hacer su trabajo. Nació para dar órdenes, para ser líder. He aprendido tantas cosas de él que a veces también puedo darle algunas órdenes como… cállate, vete a casa o ve a dormir. No es como si realmente me haga caso, pero al menos me escucha.

—Ah, por cierto… —comienza a decir detrás mientras me acompaña a través del pasillo para llegar a mi camerino. —Cuando se acaben las entrevistas tienes que hacer un live en Instagram. Recuerda que prometiste una sesión de preguntas y respuestas para cuando terminara el concierto de hoy.

—Mierda. Se me había olvidado.

—Si, lo imaginé. Pero la gente quiere saber un montón de cosas que te has estado guardando y ya sabes que lo mejor es que le des toda la información de una vez si no quieres tener a más de cien reporteros detrás de tu culo queriendo descubrir cualquier tipo de cosa que pienses que estás escondiendo.

Asiento en respuesta, dándole la razón. Es mejor hablar directamente con los fans sobre todo lo que esté pasando en tu vida. Funciona más ser abierto y comunicativo porque los reporteros no van a encontrar nada diferente a lo que ya has dicho aunque te persigan hasta el fin del mundo. Si no tienen noticias frescas, se van corriendo detrás de chismes más interesantes y recientes.

—¿Puedes acompañarme en el live?

—Ya sé que no puedes vivir sin mi —me dice, besando mi mejilla y haciéndome reír. Lo empujo lejos cuando intenta acercarse más a mi boca para molestar.

—Deja de acosarme, cabrón.

Su risa es contagiosa, así que me encuentro riendo después de que deja escapar unas sonoras carcajadas.

—Te acompañaría, pero tengo que volver a casa con mami. Hoy se quedó sola, el corillo tuvo que irse a un viaje de negocios el fin de semana.

La mamá de Luis es la única que lograría que se vaya a casa antes de las doce de la noche.

—Entonces que te vaya bien con la tía. Le dices que su hijo favorito le mandó un abrazo bien apretao'.

El golpe que Luis me da en la nuca me recuerda lo mucho que le molesta que compita con él por ser el favorito de su mamá, pero no dejaré de molestarlo. Él sabe que su mamá me adora y como es un cabrón que vive molestando por cualquiera cosa, jamás dejaré que se le olvide el hecho de que su mamá me dijo la primera vez que me conoció que soy su hijo favorito.

Aunque no haya nacido formando parte de su familia.

Llegamos a la puerta del camerino y Luis se detiene para mirarme a la cara durante unos segundos, sonriéndome como si estuviera viendo a un hijo que recién acaba de ganar el campeonato de la escuela.

—Estoy muy orgulloso de ti, Edrea. Eres un duro y has logrado lo que muy pocos han podido y muchos han querido. —le sonrío en agradecimiento y estiro el brazo para poder sostener su mano que ahora descansa sobre mi hombro. —Recuerda disfrutar lo que te está pasando, poco a poco. Si no lo disfrutas, no vas nunca a entender lo grande de todo esto. Tienes que tomarte el tiempo para ser consciente de lo bendecido que eres.

Ahí está.

Esa es la razón por la cual es mi manager.

La primera vez que me reuní con gente del medio musical urbano fue porque una cita que me hizo Worl Music Records aquí en Puerto Rico. Recuerdo que Luis era el encargado de llevar todo el papeleo legal de la disquera y además su cara estaba siempre presente en cada bienvenida a los posibles nuevos artistas. A pesar de que no era el manager de ninguno, siempre era quien velaba por un buen acuerdo que beneficiara a las dos partes. No solo quería lo mejor para su disquera, sino también para el artista. Y eso fue lo que me atrapó desde el primer momento: saber que una persona con tanto profesionalismo era quien hacía que corriera la disquera en la que iba a empezar a trabajar. Por eso, cuando me preguntó si estaba de acuerdo con todo lo que el contrato proponía, le dije que faltaba una cosa: que él fuese mi manager.

Al principio me costó convencerlo, porque él no era el tipo de empresario que quería convertirse en la niñera de un artista (palabras dichas por él mismo). Decía que eso no era lo suyo, y yo intenté comprenderlo tanto como él intentaba ayudarme. Pero con el paso del tiempo los dos nos dimos cuenta que era más fácil trabajar juntos: yo realmente no congeniaba a ese nivel con nadie más, él era la persona con la que yo pasaba más tiempo estaba y la única persona que realmente entendía mi visión y los riesgos que quería tomar haciendo música era él. Además, era el único que se atrevía a mandarme a la mierda si me estaba poniendo muy intenso o perfeccionista; y además, era el único que empezaba a conocer y respetar mis límites. Por eso, después de los dos primeros meses trabajando, aceptó convertirse en mi manager mientras encontrábamos al indicado.

Dos años después, aquí sigue dándome este tipo de charlas motivacionales que sabe que necesito y aprecio.

Luis se ha convertido en el padre que nunca tuve a pesar de que solo me lleva cinco años. Pero además, es mi mejor amigo, mi hermano.

—Muchas gracias, hermano. Sabes que aprecio mucho todo lo que has hecho por mi desde el día uno. —palmeo su mano y asiento, para darle más énfasis a mis palabras. —No podría haber llegado a donde estoy sin tu ayuda. Así que eres también date mérito.

—Ah, eso ya lo sé. —dice, haciéndome reír. —Solo que a veces tengo que asegurarme de que no se te olvide que eres muy bueno en lo que haces, porque de vez en cuando se te olvida.

Tiene razón.

A veces la ansiedad puede más.

—Bueno, hermano, te dejo. Tengo que ver a mami y tú tienes que descansar. —me acerca a su cuerpo para estrecharme en un abrazo fuerte, aunque breve, y palmea mi espalda con cariño. —Dejaré a Rebecca con todo listo para que te vaya guiando en la entrevista y luego te ayude con todo el tema del live y esas cosas que te ponen de los nervios porque estás envejeciendo.

—Que cabrón.

Luis se ríe mientras empieza a caminar de espaldas, haciendo como si estuviese caminando con la ayuda de un bastón.

—Nos vemos, Edrea. Cuídate… y disfruta de la sorpresa.

—¿Sorpresa? —mi ceño fruncido es lo último que ve antes de darse la vuelta y trotar a través del pasillo en dirección a la salida.

Entiendo a lo que se refería cuando, al abrir la puerta de mi camerino, encuentro a dos señoritas vestidas con lencería esperando por mi totalmente tiradas en el sofá.

Que cabrón.


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