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Chapter 2: De menos a más

—¡Bah!—Replicó—El jefe siempre nos tiene que mandar a los puestos más aburridos ¡Quiero ir a robar en los bosques!—Exclamó el bandido de mediana edad.

Paseó la mirada por todo su puesto, junto a él habían otros otros dos hombres apostados, su misión era la de vigilar la entrada a una de sus bases.

El puesto que ellos tres guardaban, estaba en mitad de la calle, como si fuera un enorme establecimiento normal, para contrastar con la coartada iban con traje y corbata, camareros, meseros podríamos decir.

Tanto de día como de noche, debían de mantenerse alerta, ya había sido un milagro lograr estacionarse en esa ciudad, no es como su pudieras meter a más de 50 bandidos en cualquier sitio.

Con su iracundo carácter, el malhechor continuó llenándose la boca de insultos, cierto era que se atragantaba a cada rato, prueba de ello su falta de oxígeno, pero sus buenos acompañantes estaban ahí para reconfortarlo, ¿Cómo lo hacían? Alcohol.

—¡Ah! Este maldito licor es de lo mejor—Pronunció con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿A quien se lo has robado?

—¿Qué no puede uno ir a una tienda y comprarlo?—Tras esas palabras un silencio sepulcral inundó la estancia solo para que 10 segundos después los tres estallaran en carcajadas.

La razón de sus risas era obvia, ese hombre facineroso, vestido con ropas simples, de colores grises y marrones, había dejado de comprar hacía ya mucho tiempo, incluso su traje para la coartada era robado, cabe decir que aprovechó la noche para ponerse algo más cómodo, nadie lo iba a ver de todas formas.

De entre los matones, el más grande, aquel que había estado vociferando a la nada misma en mitad de la noche lo muy aburrido que estaba en ese lugar pareció percatarse de algo, un brillo, hipnotizado por el mismo decidió ir a mirar.

Los otros dos malandrines quedaron atónitos, ese hombre había dejado el licor de lado para observar las callejuelas, podía ser su trabajo sí, pero hablamos de alguien que primero dejó de lado a su pareja antes que al alcohol.

Sus rostros se torcieron reflexivamente, el forajido con barba de tres días, agarró su ballesta y fue a dar cobertura, el otro, que tenía la cara tan espinosa como una flor de loto, no hesitó en tomar su cimitarra.

Las calles eran pedregosas y los callejones abundaban, no fue difícil que se alejaran más de lo que deberían.

Entre tantas penumbras generadas por el cielo nocturno no lograron encontrar nada, para cuando se dieron por vencidos, solo cuando abandonar la idea de seguir buscando lo que fuera que uno de los maleantes había detectado, apareció.

A veces rápidas, otras lentas, las caprichosas nubes no quisieron apartarse de la Luna en estado creciente hasta que iniciaron la retirada, la cosa extraña que había sentido un bandido se paraba en frente de ellos, iluminada, ahora sí.

Un hombre bien vestido, de traje negro, gris y rojo, con una gabardina azul oscura y un bastón carmesí, sus ojos al igual que su traje, eran de diferentes tonalidades y su cabello era negro, debía de rondar el 1.90 y era de complexión delgada.

Los codiciosos malandrines no se pararon a pensar ni un segundo en quien era aquella extraña figura, más bien se habían fijado en sus ropas, y en cuanto podían costar y a cuanto las podían vender...

—Caballeros, veo que tienen ciertos intereses peculiares—Su voz sonaba refinada.

—¿Eh? Habla como uno de esos gilipollas que no han tocado una moneda de cobre en su vida—Dijo con enfado en su voz.

—Relájate Shas. Y tú, ¿No sabes que este es nuestro territorio? Debes de identificarte y por supuesto pagar por el recinto privado—Enunció con una sonrisa perversa el hombre sin barba.

—Muy bien, os diré mi nombre como identificación, pero a cambio haremos esto a mi manera ¿Os parece bien?

Confiados, no, más que seguros del desvalijamiento que iban a cometer en contra de la cartera y ropa de ese hombre, los tres aceptaron sus términos, daba igual, claro, ´´Daba´´.

El hombre comenzó a sacar monedas de oro de sus bolsillos, las dejaba caer, las lanzaba, las hacía rodar, ante estas acciones que cualquiera llamaría temerarias , los maleantes se abalanzaron por el oro, estaban ignorando por completo al extraño.

—Madre, yo al oro me humillo—Comenzó a cantar a la vez que avanzaba hacia los bandidos—Él es mi amante y mi amado, pues de puro enamorado, anda continuo amarillo. Que pues doblón o sencillo, hace todo cuanto quiero, poderoso caballero, es Don Dinero.

El ambiente comenzó a cambiar, el oro estaba brillando con mucha intensidad.

—Son sus padres principales—Continuó diciendo a la vez que se puso frente a uno de los malhechores—Y es de nobles descendiente, porque en las venas de Oriente, todas las sangres son reales. Y pues es quien hace iguales, al rico y al pordiosero, Poderoso caballero es Don Dinero.

Con su mano derecha, que estaba presumiblemente cubierta por un guante, levantó la barbilla Shas, el más grande, obligándolo a mirar hacia arriba, hacia su cara de finas facciones.

—¿Quién es el más fuerte?—Preguntó con una sonrisa cálida—¿Quién es el más poderoso?—Su tono sonaba amigable.

—El más fuerte y poderoso es Don Dinero—Respondió rápidamente.

—Muy bien.... ¿Y vosotros dos?

—El noble caballero, Don Dinero—Respondieron a la vez.

—Muy bien—Tomó una moneda del suelo, la lanzó al aire con sus dedos índice y pulgar, esta brilló y para cuando volvió a estar en su poder ya no había más oro en el suelo, después se fue sin decir nada.

A los maleantes les dio igual, no le dieron la mayor importancia, era como si sus deseos por el oro se hubieran invertido en otro tipo de deseos.

Los tres bandidos despertaron de su confusión al cabo de unos minutos, parecía que su memoria había sido dañada, no recordaban nada, Shas, no trató de disculparse por hacer abandonar a sus compañeros el puesto de vigilancia, tampoco se lo recriminaron ni echaron en cara, sin más volvieron a sus puestos.

Al mismo tiempo que aquellos pobres desgraciados cayeron en las artimañas del Desconocido, otro grupo de bandidos presumiblemente mayor y mejor organizado volvía de regreso a la ciudad.

El camino era como siempre, solitario, oscuro, aburrido.... Casi rozaba lo perturbador el hecho de que un silencio sepulcral inundara la zona que ellos transitaban y que los únicos capaz de opacarlo fueran ellos, era sin duda molesto, no había gente perdida a quien robar, no había animales cerca a los que obtener, no había una mísera mujer con la que aliviarse tampoco.... Pero bueno, uno no puede tener siempre lo que desea, sin más continuaron su camino.

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Los días pasaron en una cuenta atrás inevitable, había llegado el momento de que El Diablo tuviera su reunión.

En los registros escritos, existían dos tipos de criaturas que poblaban el infierno, los diablos y los demonios, su distinción era muy sencilla, Diablo es aquel que se revela ante Dios y cae cual ángel de la alas negras, Demonio en cambio, es aquel que nace del infierno.

¿Por qué importa esto? Abaddon iba a reunirse con un Dios, y el era un Diablo, obviamente no lo conocía de antes, es más, si quiera le importaba demasiado lo de Asmodeus, pero eso sí, el nunca perdía la oportunidad de enlistar su lengua de plata y sus deseos oscuros.

En el sexto círculo del infierno, un demonio realizaba ciertos preparativos mandados por un diablo, todo esto en campo abierto, los pozos de lava, la brea negra y los gritos de los condenados adornaban el entorno.

—Señor—Pronunció un ser de múltiples brazos, color oscuro, ojos y boca roja, estos, goteantes de una sustancia roja, para rematar tenía un par de cuernos y 1 pincel por mano.

—¿Huh? ¿Qué pasa?—Increpó.

—Además del portal para que pueda realizar su llegada triunfal, ¿Debería de hacer uno que reaccione a peligro para que se pueda reposicionar?—Preguntó serio pero sin detener el movimiento de los pinceles en el suelo.

—Embazel, Embazel.... ¿Qué te tengo dicho sobre las situaciones peligrosas?

—Si, sé a que se refiere amo, pero el destino-

Embazel fue interrumpido en seco por el desesperante ser, bastó con un movimiento de su mano.

—El destino es una perra caprichosa—Su voz sonaba con un odio que no cabría ni en mil infiernos—Yo ya maté a esa desgraciada—Regañó—¿No te acuerdas de como sufrió?—observó de forma melancólica a su subordinado.

—Oh.... Si.... Disculpe mi mala memoria—Sonrió—Yo solo lo decía por si existe alguien similar.... Aunque si lo hace.... Será mejor que huya mientras pueda—Recalcó el mientras pueda sobre todas las palabras ya que.... Si el Soberano del Abismo te persigue, siempre es un ´´Mientras puedas´´.

El silencio inundó el lugar, bueno, realmente solo llegó de esos dos hasta a medio metro, el resto era un pozo oscuro lleno de resentimiento, tortura y los gritos de aquellos qué: Lloraban, se quejaban, pedían perdón, pedían un final a su sufrimiento....

El dibujo de Embazel tuvo su final en escasos 4 minutos, era un heptagrama y en cada una de sus picas había otro dibujo exceptuando la última, estos dibujos eran, una pica, dos picas unidas, tres picas unidas en forma de triángulo y así sucesivamente con todas las formas y picas en aumento, la última, no tenía algo tan bonito como una figura geométrica, lo que había era un par de ojos negros.

—Está todo listo.


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