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Chapter 2: Capítulo 2: Espera y verás

Cabello largo y negro, ojos rasgados que desaparecían cuando sonreía y piel blanca como la nieve, la cual incluso el toque más delicado podía dañar. Era más bajo que Arne desde niños, aunque no porque él fuera bajo de por sí; su amiga medía 1'9 m y cualquiera parecería pequeño a su lado. Además, tampoco era tan frágil y delicado como las malas lenguas decían; estaba en forma y fuerte, pero Arne estaba más en forma y más fuerte. A veces, incluso él mismo se preguntaba quién protegía a quién, porque la mayor parte de los días se limitaba a seguir a Arne ansioso por poder mostrarle sus habilidades y salvarla. Quería, ante todo, lo último: ser capaz de salvarla.

—¡Majestad!— Jatty la empujó a un lado y un cuchillo penetró en el abdomen del escudero.

—¡Jatty!—gritó.

—¡Huye!— Se deshizo del agresor con un puñetazo y agarró a Arne de la muñeca—. Vayámonos de aquí, ¿sí?

Había entrenado por años para ser su escudero. Había peleado con los soldados más preparados e incluso contra la jefa de guardia real, la persona más fuerte de Oltremare. De poco servía eso cuando esa persona era la madre de Arne y la anterior reina. Esto significaba que tanto reina como escudero habían recibido el mismo entrenamiento y que la única diferencia era que ella era simplemente mejor.

La chica de cabeza rapada y ojos risueños estaba determinada a ser una reina capaz de liderar a su pueblo tanto en una guerra como en la diplomacia. Quería demostrar que era tan fuerte como para proteger su reino sola si fuera necesario; por eso Jatty no se creía que alguien la hubiese decapitado—una cabeza tan dura como la suya venía con un cuello igual de resistente.

—Lope, de verdad debo irme. Si Arne está ahí fuera herida, alguien podría matarla y-...

—Lo sé, es tu deber—lo interrumpió.

—¡Exacto! Así que necesito que me ayudes.

Lope se secó las manos en el pantalón y desvió la vista.

—Por muy cabeza hueca que sea, el príncipe tiene razón. No puedes irte así.

—Pero...

—Si la reina Arne está ahí fuera tratando de sobrevivir y la encuentras, solo serás un problema más del que preocuparse. He oído hablar de ella, no es débil y lo sabes. Descansa para recuperarte pronto y cuando lo hagas, seré yo quien te abra las puertas de par en par.

La pelirroja lo dejó tumbado en la cama con vendajes nuevos. Jatty cerró los ojos y admitió para sí que Lope tenía razón: solo sería una carga. Siempre había sido así.

—¿Duermes?

Una voz salía del lateral de la cama. Al darse la vuelta se encontró a Caudata asomado como un crío esperando para despertar a sus padres.

—¿En qué puedo ayudarlo, alteza?—preguntó sin esforzarse en ocultar su fastidio por su presencia.

Caudata negó.

—Solo venía a ver cómo estabas.

—Estoy bien, alteza. Gracias por su hospitalidad y amabilidad.

El agradecimiento del escudero animó a Caudata, que descaradamente se sentó al lado de las piernas de Jatty.

—En realidad, yo soy un tipo tímido—dijo mientras invadía el espacio personal de un desconocido—. Así que a veces eso me trae problemas porque no me sé comunicar con eficacia. Pienso una cosa y mi boca transmite solo una fracción del mensaje...—suspiró—. Y cuando dije que no te podías ir, no me refería a que no te podías ir. Solo quería ofrecerte techo hasta que te recuperarses del todo, pero te puedes ir cuando quieras, por supuesto, Lar Park.

El príncipe se ruborizó y jugueteaba con sus manos y los hilos de la ropa para calmar un poco aquel tinte repentino. Era curioso ver a un hombre tan grande con una apariencia intimidante y una cicatriz que le iba desde la ceja hasta el mentón ser un manojo de nervios.

—Sé lo devotos que los buenos escuderos pueden llegar a ser. Lope es igual que tú.

—¿Es tu escudera?

El príncipe asintió enérgico.

—¡Es tan fuerte! No consigo ganarle nunca en los entrenamientos, pero siempre me dice que la fuerza no es lo importante...No sé qué quiere decir con eso, solo sé que es muy genial verla luchar. No puedo evitar querer seguir entrenando para ganarle algún día.

Sus ya enormes ojos duplicaron su tamaño al describir e imitar a Lope en combate. La admiración por su escudera era evidente y por un momento vio a Arne en él. Esa sed de querer ser los más fuertes parecía ser común entre herederos a la corona. Jatty rió, tal vez Caudata no era tan cretino como recordaba.

—Le deseo la mejor de de las suertes para ganarle, majestad—dijo Jatty con una sonrisa genuina.

El príncipe lo imitó.

—Lo haré, ¡solo espera y verás!

—Estoy seguro de que lo hará, pero creo que deberá contármelo por carta, porque me marcho mañana. Sus palabras me han animado, gracias.

La cara de Caudata pasó de una sonrisa a una mueca. Su intención era aclarar el malentendido para que no se sintiera incómodo en Alcora, ¡no para que se fuera tan rápido!

—¡Cla-claro, hombre! De nada...—rio tratando de ocultar su dolor.

El escudero tuvo un sueño reparador aquella noche.<<Ya voy a por a ti Arne. Te salvaré. Espérame.>>

—...

—...—Lope miró al cielo para evitar el contacto visual con Jatty. A su espalda llevaba dos mochilas y en su cinturón una espada.

—¡Buenos días, Jatty!—lo saludó el príncipe diciendo su nombre bien por primera vez después de haber estado practicando con Lope toda la noche—. ¿Nos vamos? ¡Tenemos una reina que encontrar!

Así, aquella madrugada tres días después del golpe de estado en Oltremare, los tres jóvenes empezaban su viaje. No muy lejos de allá, Arne estaba siendo perseguida.


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