—Está bien, yo también lo encuentro extraño. No es como si estuviéramos en la antigüedad. No necesitamos tantas reglas entre un marido y su esposa. Sólo me preocupa que me haya pasado de la raya o algo así.
—Señora, cada familia tiene sus propias reglas. No lo sabe, pero algunas familias importantes tienen numerosas reglas. Viven... como si estuvieran en la antigüedad. Pero señora, no necesita preocuparse en absoluto, no tenemos tales reglas en nuestra casa. ¿Cómo puede el señor soportar imponer reglas a la señora? Esas mujeres se equivocaron porque no sabían que la única regla en nuestra casa es que no hay reglas.
—Es sólo la vida. ¿Por qué necesitamos tantas reglas? Olvídalo, no me preocuparé con estas cosas. Continúa supervisando a las nuevas.
—No se preocupe, señora. Por el momento, una es más obediente que la otra.