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Chapter 8: Robert Twin - La verdad será revelada

"Cada instante de la vida es un paso hacia la muerte."

Pierre Corneille

Robert volteó para observar a su compañero y algo lo extrañó. George se encontraba observando las computadoras, y las puertas con atención, pero sin el mismo rostro que antes lo preocupaba tanto. Hace unos pocos segundos parecía estar muerto de miedo, ahora parece un hombre que sabía exactamente lo que estaba viendo.

—Cooperaré—le dijo serio. George al notar que estaba siendo observado volvió a su rostro de preocupación y lo observó fijo <<No me creeré esa cara...>> pensó.

—Muy bien—prosiguió Annabeth mientras se acercaba a la puerta número dos—. Como sabrás, ya hemos intentado crear la cura para ésta enfermedad, pero no lo hemos conseguido. Acompáñame por favor—se acercó a una de las puertas que tenía un cartel con las palabras "Espécimen N° 7". Robert se acercó y observó por la ventanilla. Un hombre muerto en el suelo, inundado por un charco de negra y espesa sangre de un olor horrendo. Sintió náuseas al inspirar aquel aroma a putrefacción por sus fosas nasales—. Todos muertos doctor—se acercó a la puerta número nueve y abrió la ventanilla—. El único ser que no falleció es él—Robert se acercó por la ventanilla y retrocedió al ver aquello. Una camilla, un cuerpo completamente vendado de espaldas sobre una especie de sillón antiguo, escuálido y con un olor moribundo. Volteó y lo observó directo a los ojos, sus dientes gigantescos a la vista por falta de labios, sus ojos completamente abiertos ya que no poseía párpados. Tiritaba resonando sus dientes, una y otra vez. Sus extremidades eran tan esqueléticas como todo su cuerpo. En aquellos sitios donde no tenía un vendaje, podía vérsele la asquerosa y podrida piel de un color morado cuyos huesos se le marcaban a la perfección. Era una bestia horrorosa.

—Ciérrala por favor—dijo Robert y corrió la vista. Sus manos temblaron. Se sentó sobre la primera silla que encontró y se abanicó con una hoja de papel—. Esto es un completo desastre...—George se apoyó sobre el escritorio y se cruzó de brazos.

—Aquel cuerpo ya no siente ansias de matar ni comer, pero es un muerto viviente, no habla, no escucha, no siente...—se corrió su pelo hacia un costado y continuó—No podemos dejar así a las personas. Ni tampoco creo que a esto se le pueda llamar una "Cura"...

—Es preferible que mueran—le dijo sin arrepentimientos—. Es mejor antes que convertirse en esa cosa. ¡Dios mío que espanto!—se tomó la frente y se quedó en silencio unos segundos—¿Esto es lo más cerca que han llegado? ¿Y qué les hace pensar que conmigo llegarán más lejos?

—Eres el mejor si de enfermedades víricas se trata doctor—le respondió Jesús—. Ahora es el comandante de este barco, y solo depende de usted que salgamos a flote...

Robert sintió una angustia en el pecho. Parte de todo esto fue por su culpa, y ahora no tiene esperanza alguna de poder revertirlo. Sitió una gran presión en su pecho, como si su corazón fuese a salírsele por la garganta. Y, sumado a todo esto, la extraña actuación de George no lo dejaba nada tranquilo.

—Muy bien—afirmó al fin—¿Por qué no me muestran qué es lo que tienen hasta ahora?—le preguntó a Annabeth. Ella sonrió.

—Jesús alcáncele un pen drive y una MacBook a Robert. Tenemos todos los archivos de los estudios que realizamos en estos últimos meses. Entre ellos, podrá ver cómo este virus va mutando día tras día hasta transformarse en lo que realmente es. También encontrará los diferentes experimentos realizados y las pruebas en estos "seres", aunque todas hayan concluido en la muerte...—dijo obviando al único que sobrevivió, si es que se puede decir eso.

—Hoy tendré una larga noche—sus labios se extendieron a modo de una amarga sonrisa y encendió la computadora—¿Alguien puede poner algo de Mozart?—Los doctores se miraron confundidos— Realmente me inspira—suspiró y colocó el pendrive en el ordenador. En los parlantes del salón se oyó la sonata número dieciséis en "C" mayor—¿Sabías que tiene más de seiscientas creaciones?—le preguntó a George. Él simplemente se encogió de hombros y le respondió.

—No soy un amante de esta música—se sentó en una cómoda silla reclinable, luego de servirse un café—. Prefiero el rock...

—La muerte de Mozart siempre me inspiró para crear, ya que es un misterio...—abrió uno de los archivos titulado "Virus G" y, mientras observaba atentamente continuó—Algunos decían que era una erupción cutánea, otros dicen que fue gripe—se colocó los lentes que guardaba en su bolsillo y entrecerró los ojos para observar las pequeñas partículas que figuraban en el video—. Pero estoy seguro que nada de eso ha sido la causa de la muerte de Mozart—el piano sonaba en una hermosa melodía, a coro con los constantes gritos de los enfermos mentales—. A Mozart mi querido amigo, lo han envenenado.

—¿Cómo puedes prestar atención a lo que ves si estás hablando de otra cosa?—le preguntó George un poco confundido.

—Para tu sorpresa George, puedo hacer más de una cosa a la vez—luego, en un repentino movimiento volteó y lo observó—. Lo siento, no quise ofender—George sonrió y bebió un largo sorbo de su café. No se dio cuenta de lo ofensivo que fue con esa respuesta, pero el saber que el capitán algo esconde no lo mantiene tan amigable como lo era antes; "Creíste que nunca lo notaría George" pensó "No estoy aquí por ser un idiota, soy una de las personas más inteligentes del mundo, no creas que podrás engañarme tan fácilmente..."

Pasaron largas horas y Robert continuaba observando archivo por archivo, de la compañía de Annabeth.

—Una pregunta...—dijo al fin­—¿Hace cuánto que presentaron estos síntomas los pacientes?

—Hace un poco más de dos meses—le respondió. Robert se incorporó de un salto, dejando que la silla caiga al suelo. Sus ojos se abrieron repentinamente tan grandes que parecían no tener párpados.

—Entonces...—observó a la doctora y ella afirmó con la cabeza.

—Así es doctor...—le manifestó—Los primeros brotes en el mundo estarán apareciendo en las próximas veinticuatro horas—Robert saltó de la silla y volteó completamente exaltado.

—¡¿A dónde vas?!—le preguntó George al ver a su compañero correr hacia la puerta. Intentó abrirla reiteradas veces sin notar que, sin la tarjeta de Annabeth, jamás lo lograría.

—Ábranle—ordenó Vivian y Annabeth colocó la tarjeta en el lector.

—Espero verlo aquí pronto doctor—le dijo Annabeth mientras lo sujetaba del hombro—. Espero que entienda la gravedad de la situación, y la urgencia de la misma...

Robert no contestó, o tal vez sí, no recordaba si lo había hecho. Solo corrió por el pasillo, cruzó la puerta doble de un empujón y corrió por el siguiente y deteriorado pasillo, donde los enfermos mentales habitan en las distintas habitaciones. La risa de uno de ellos se oyó por toda la sala, mientras Robert corría desaforadamente. Presionó el botón de llamada del ascensor y notó que sus manos temblaban.

—¡¿Qué demonios Robert?!—le preguntó George al frenarlo tomándolo del codo. Robert volteó e intentó golpearlo, pero solo fue un intento fallido ya que George lo esquivó sin problemas.

—Lo-sien-to—le dijo tartamudeando—. Mi familia...—al fin reveló el misterio—Ellos no deberían estar en la ciudad, deben huír...

—¿Y cómo piensas avisarles?—le preguntó confundido—Aquí no hay señal, no existe manera de comunicarnos.

—Tengo mis métodos—le respondió—. Tú quédate aquí, volveré en cuanto termine.

—Ni lo creas amigo...—le negó y se posicionó junto a él—dije que cuidaría de ti, no es buena idea que andes solo por este "hotel"—lo observó decidido, Robert entendió que no cambiaría de opinión.

—Muy bien—le respondi�� "Luego veremos qué demonios tramas..."

El ascensor al fin abrió sus puertas y una vez dentro, comenzó a ascender.

—Entiendo tu situación—le manifestó George­—. Una vez hecho esto, deberías enfocarte en encontrar la maldita cura, para salvar millones de vidas, y no solo un par.

—¡¿Un par?!—le preguntó molesto, sabía exactamente por qué lo decía—¡Mi familia es lo más importante que tengo y si tengo que arriesgar miles o millones de vidas por ellos, lo haré sin pensarlo!—presionó con fuerza su puño y lo observó con ira—¿Por qué te piensas que estoy aquí?—El ascensor se detuvo y abrió sus puertas—¿O crees que si no fuese porque los tienen amenazados habría elegido estar aquí con unos malditos enfermos mentales y doctores que no les importa más que su propio culo?

—¿Por qué estás tan molesto conmigo?—le preguntó al fin—No deberías tenerme de enemigo.

—¿Eso es una amenaza George?—le cuestionó mientras caminaban por el pasillo.

—¡Claro que no lo es!—le contestó—¡Maldición Robert!—lo observó confundido y dejó de caminar—¿Qué te sucede?

—¿Quién eres George?—le preguntó al fin.

—Soy George Ruther, Capitán General de las fuerzas armadas...—se colocó la mano en el mentón y continuó—Creí habértelo dicho...

—Vamos George ¿me crees idiota?—sonrió con rabia y exhaló—No eres Capitán de nada, y créeme que creo saberlo. Volveré a preguntarlo...¿Quién eres realmente?

—Soy Geor...

—¡¡Dime aquí y ahora quien eres y quién te envió!!—le gritó interrumpiéndolo.

—¡Soy un mercenario contratado para salvarte el culo de este infierno idiota y si sigues siendo un maldito grano en el culo te abandonaré y me iré sin chistar!—le gritó enfurecido. Robert lo observó extrañado, pero como dijo anteriormente, se lo imaginaba.

—¿Y quién te envía George? Si es que así te llamas...

En ese momento una persona se divisó subiendo las escaleras, Robert corrió hasta su habitación y George lo siguió. Ingresaron antes de que puedan verlos.

—No confío en nadie aquí—le dijo Robert—. No hemos terminado aún—corrió hasta su cama y levantó el colchón, debajo se encontraba su maletín. Lo abrió y, sobre unos archivos tenía su computadora. La encendió y cargó un programa—. Espero que esto funcione—dijo sin importarle si George escuchaba. Comenzó a programar tipeando una serie de códigos y por último, escribió "LaraMiller". Seguido a esto presionó "Enviar".

"El mensaje fue enviado exitosamente" dijo una voz femenina por la computadora. Robert exhaló aliviado. Sus pulsaciones bajaron, ahora solo quedaba una cosa por resolver...

—¿Quién te envió a protegerme George?—le preguntó.

—Ya lo sabes Robert—le manifestó mientras observaba por el ventanal—. Me envió tu hermano Albert Twin, que por cierto, espera verte pronto...


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