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100% Pasado

Chapter 2: 1

El tiempo.

Algo relativamente impredecible e imposible de cambiar, algo que se pierde muy fácilmente si no lo aprovechas de la mejor manera, y que si lo haces bien, solo te quedan los recuerdos de esos buenos momentos.

Si pudieras viajar en el, ¿qué harías?

Lo sé, tu respuesta quizás sería algo así como: "No lo sé, no haría nada, es imposible viajar en el tiempo".

Tranquilo o tranquila, yo tenía el mismo pensamiento que tú. El viaje en el tiempo es completamente imposible.

Pero, ¿Si les dijera que lo imposible es tan solo un falso espejismo de la dificultad? ¿Y qué lo imposible es completamente posible si tan solo le pones un poco más de empeño?

¿Si les dijera que es posible viajar en el tiempo? Estoy segura de que no me creerían. Si no fuera yo quien vivió esa experiencia en carne y hueso, nunca de los nunca jamases, lo habría creído.

Pero todo tiene una explicación, una historia. Y en ella, una gran revolución en la historia del ser humano.

Todo comenzó una mañana de abril.

Mis zapatos resonaban contra el suelo del gran edificio, las paredes tan pulcramente blancas le daban una cierta seriedad al lugar. La bata blanca llegaba hasta un poco más abajo de mis muslos, la traía desprendida, sentía que arruinaba mi oufit sino, ¿Qué?¿Una científica no podía tener estilo? Pues no mi ciela, yo tenía, y de sobra.

Ese día tenía puesto un suéter blanco, unas tallas más grandes de la mía, y un jean negro junto a unas deportivas blancas.

Las carpetas en mis brazos pesaban, pero no era nada que no podía sobrellevar.

Tenia una decisión puesta en mi cabeza, y con cada paso que me acercaba a nuestro laboratorio, esa decisión se incrementaba y consolidaba.

Yo iba a viajar.

Yo iba a probar la máquina.

¿Por qué? Simplemente porque esa máquina no funcionaría, porque por más tiempo, dinero y trabajo que hayamos invertido en ese proyecto, era científicamente imposible de que eso funcionara. Solo no entraba en la lógica de ningún ser humano.

Esta locura oficialmente inició hace unos cuatro años. Cuatro años buscando variables, trabajando día y noche.

¿Para qué trabajar tanto si de igual manera sabia que esto iba a ser un gran fracaso? Solo una persona: mi papá.

Alberto Aguilar, dueño de los laboratorios Aguilar. Él es la razón por lo que apoyé esta locura. Mi ejemplo a seguir, mi amigo, mi maestro, mi vida entera.

Mi papá desde siempre fue muy fantasioso, y plasmó toda esa imaginación en sus proyectos, y todos le salían perfectamente. Su deseo siempre había sido viajar en el tiempo, desde niño.

Esa idea solo había sido eso, una simple idea que quedó en lo más profundo de su memoria, hasta que murió mamá. Él entró en un estado de depresión. No comía, no salía, lloraba por todas las habitaciones de la casa, buscándola, intentando sentir su presencia, pero eso era imposible. Y yo cansada de verlo tan mal, no tuve la mejor idea de traer esa "idea" de vuelta a flote en su mente.

Y fue así que terminamos aquí.

Él con una ilusión y yo... bueno yo como una puta ilusionadora.

Debo admitir que me siento mal por eso. Pero no podía verlo mal, no podía ver como sufría por la muerte de mamá, así que le propuse empezar con ese proyecto. Empezar con lo imposible.

La idea de este proyecto es volver cuatro años y medio en el pasado, e intentar evitar el accidente que tanto nos ha quitado. Traer a mi mamá de vuelta.

Sabia que eso era imposible y que papá se decepcionaría muchísimo; pero al menos tendría la conciencia tranquila al saber que lo intentamos, y lo hicimos con todo lo que teníamos.

A mi lado pasaban personas con la misma bata blanca, yendo y viniendo apresuradamente. Algunos se detenían a saludar, otros solo agitaban la mano y otros tan solo asentían en forma de saludo.

Siempre con una sonrisa en mi rostro y la seguridad brotando de todo mi cuerpo. Sentir que tenía el control sobre todo, me hacía estar en verdadero control.

Al momento de la verdad, tenía que fingir entusiasmo, decepción, y luego ser fuerte y no dejar que mi papá se desmorone. Estar en control.

Crucé unos pasillos más, y llegué hasta la habitación a la cual me dirigía. Las puertas eléctricas se abrieron ante mi, y tuve una vista panorámica de todo el equipo. Estaban dándole los detalles finales a la máquina. La emoción, nerviosismo, e incertidumbre del saber si esto llegaría a funcionar se sentía claramente en el aire.

Y eso no mejoraba mi estado de ánimo.

Fui yo quien puso cuatro años a toda esta gente a trabajar en algo que no tenía ni la más mínima esperanza de funcionar, quién los ilusionó.

—Buenos días—hice notar mi presencia. Todos los presentes me miraron y sonrieron en cortesía.

—Es tarde—Lucas apareció en mi campo de visión. Estaba sin la bata, una camisa azul se ajustaba a su torso, y se veía algo así como... hermoso, precioso, caliente, sexy, como un Dios griego científico sexy.

Mordí instintivamente mi labio inferior. Él lo notó y sonrió.

—No las encontraba—hice referencia a las carpetas que traía en mis manos—Mi departamento está más liado que la vida de un tipo con cinco amantes. Algún día iré a acomodarlo.

—Deberías—me regala una sonrisa.

Podría decir que me habría desarmado ahí mismo, pero casi. El condenado era atractivo, y lo sabía. Sus ojos color miel tenían un cierto brillo, uno que únicamente le aparecen cuando está muy emocionado.

—¿Ya llegó?—cambié de tema.

—Creo que está en la cafetería.

La puerta se abrió una vez más y vi la silueta de mi papá con un café en mano, y una sonrisa que se le extendía de un lado del rostro al otro. Nunca en tanto tiempo lo había visto así de feliz. Y parte de esa felicidad hizo que mi corazón se comprimiera.

—Papá, traje las carpetas que necesitabas— le hice saber.

—Gracias, Isi. En un segundo las reviso.

Tomó un sorbo de su café. Yo me debatía entre decirle o no lo del supuesto viaje. Al final, me lancé a la piscina sin saber nadar.

—Pa, ¿podemos hablar?—él asintió— en privado.

Y antes de que dijera algo más, agarré su brazo y lo guie hasta su despacho.

—¿Pasa algo, Isabella?.

—No, bueno si, pero no es nada grave.

—Entonces...

—Quiero probar la maquina. Quiero ser yo la que viaje.

—Imposible— se negó.

—No, papá. Quiero viajar, estuve años tras este proyecto, anhelando con este momento. Yo voy a estar bien, siempre lo he estado.

—Yo lo sé, Isi. Lo sé, más que nadie. Pero entiéndeme, es peligroso y no quiero perderte. No a ti...

—No lo vas a hacer. Te lo prometo.

Y si, según yo nunca me perdería. Una razón era porque simplemente la máquina no iba a funcionar, y la otra es que nunca en lo que queda de vida me separaría de él.

—No lo sé...

—Prometo regresar. Nunca dejaría de joderte la vida.

Sonrió y asintió. Yo me lancé hacia él en un fuerte abrazo.

—Te amo, Isabella.

—Yo también lo hago, papá.

Salí de la oficina, una sonrisa en la cara y el primero en notar eso fue Lucas.

—¿Por qué tan feliz, dulce princesa?— preguntó, rodé los ojos. No me gustaba que me llamara así, aunque en el fondo me causaba un poco de gracia y ternura. Según él, que mi apodo designado era ese porque le recordaba a la princesa de caramelo científica de "Hora de aventura".

—No soy dulce, literalmente—sonreí y el también, y casi me desmaye ahí mismo.

Tenia que admitir que Lucas me gustaba y mucho.

Su padre fue íntimo amigo del mío, y él se convirtió en el mío. Pero con el tiempo llegué a sentir un pequeño Crush por él, nada demasiado fuerte como para ser complicado. O eso es lo que quería creer.

—Eso lo sé, lo he comprobado— dice subiendo y bajando las cejas.

—Pervertido.

Y sip, también manteníamos relaciones. Pero eso era solo un secreto, entre él y yo.

—Tu eres peor, así que no me vengas— pasa su brazo alrededor de mi nuca— Al final no me dijiste el porqué de tu entusiasmo.

Dudé en comentárselo. Es que ¿qué debía decirle? "Si... Lucas mira, convencí a mi papá de que yo viajaría, porque sé que tienes nervios y miedo, a pesar de que me dijiste de que no hiciera nada". No, se enfadaría hasta el final de los días.

Parecía que a pesar de todo, en pleno siglo XXI, en el año 2020, aún la masculinidad de algunos hombres seguía siendo muy frágil.

—Bueno...Le dije a papá que yo quería viajar.

—¿Qué le dijiste, qué?

—Pero no te incluí, lo juro. Sé que estás nervioso y toda la bola esa, y la verdad es que yo no tengo ningún problema de probar la máquina—Porque sabes que no va a funcionar. Mi cerebro me reclamó-—Yo desde un principio quería hacerlo.

—¿Y él lo aceptó así como así?

—No, primero se negó, luego dudó y por último se rindió y aceptó. No fue muy difícil.

—Ok...

—¿Ok?

—Si, ok...

Mierda, se había enojado. Si yo hubiera sido otra persona me habría molestado su actitud, pero como yo era yo, decidí no seguirle el rollo.

Me alejé y lo dejé allí solo. No hablamos en todas las horas que estuvimos en la habitación y eso me molestó un poco, pero no iba a rogar para que me hablara. Me caracterizaba por ser una persona muy orgullosa, casi nunca pediría perdón por algo que yo sé que no hice.

***

Luego de seis cafés, unas cuantos cálculos, una charla larga que explicaba como funcionaría la máquina y algunos dolores de cabeza después. Salí del edificio.

Tenia que admitirlo, estaba nerviosa que me cagaba. Y no es que ya hubiese cambiado de pensamiento con respecto al proyecto. Sino, es que yo sabía que había una mínima posibilidad de que esto funcionara. Yo había sacado oficialmente esta posibilidad a flote.

En uno de mis tantos cálculos que hice, la mínima posibilidad, la pequeña puerta a lo imposible se abrió. Al principio yo creí que era un error matemático, lo corrobore millones de veces; pero eso no significaba que eso concretamente del todo posible. Yo me seguía aferrando a mi idea.

El frío chocó con mi cuerpo al salir, enviando escalofríos por toda mi columna vertebral.

Saqué la cajita de cigarrillos, para luego proceder a encender uno y volver a guardarla. Fumaba pero solo en momentos de pura tensión. Nadie sabía que fumaba. Nadie a excepción de Lucas.

Si papá se enteraba seguramente se volvía loco. No lo culpaba, fumar es un hábito asqueroso, yo lo pensaba pero eso no impedía que el pequeño cigarrillo calmara un poco mis nervios.

Nadie pasaba por la calle, ya eran como las diez de la noche. Ésta estaba nublada, y por ratos se sentían los truenos. La lluvia iba a caer en cualquier momento.

Sentí la puerta de la entrada abrirse y luego ser cerrada. Ni vi quién era, estaba de espalda a la entrada, pero ya me daba una idea.

—¿Nerviosa, dulce princesa?—su tono de voz hizo que una sonrisa se formara en mi rostro. Pero esa sonrisa la transforme en un serio semblante rápidamente. Me mantuve en silencio.

—¿Estas enojada?—insiste. Llegó hasta mi lado. Yo miraba hacia el frente, viendo uno que otros autos pasar, y él hizo lo mismo.

—No. ¿Estás enojado?

—No—respondió buscando mi mirada, y la encontró. Debería admitir que me disgustaba la idea de que siga enfadado conmigo y el hecho de saber que no, me trajo un poco de paz a este estado nervioso que cargaba.—Tengo miedo.

Eso ablandó mi corazón. Lucas me había demostrado más de una vez cuanto le importo y no le molestó hacerlo una vez más.

Quería a Lucas. Él es ese tipo de persona que siempre se encuentra incondicional para ti. Él es como un gatito tierno y bonito, que se cruza en tu camino una y otra vez, y que al final terminas recogiendo porque ya se ha ganado todo tu amor. Y debía admitir que me encantaba ese gatito.

—¿De qué?.

—De que esto funcione.

—Funciona, no oficialmente, pero funciona.

Bromeé. Y él sonrió de lado.

Su mirada, el intenso color miel de sus ojos penetraba mi alma.

—Me refiero al viaje.

—No tienes que tener miedo. Todo saldrá bien—le tranquilizo— Te lo prometo.

—¿Y si eso de verdad funciona?

No va a funcionar...

—Si de verdad funciona, será el logro más grande que la empresa Aguilar le habrá brindado a la historia de la humanidad.

—Si, lo sé. Pero...¿Y si no regresas?— su preocupación era notable. Su miedo el tan legible en su rostro, que por más que no me lo haya dicho, yo lo abría notado—Si te pierdo yo no...

—Ey, tranquilo, de verdad. Nunca me perderías, Lucas. Yo siempre voy a volver a joderte la vida.

Sonrío, está vez un poco más animado. Pero el nerviosismo de ambos seguía allí.

¿Qué es lo peor que pueda pasar?

Quizás que haga un corto circuito la máquina, y que haya una leve explosión. Nada verdaderamente mortal.

El bajó su mirada al suelo y volvió a mirarme. Era de esas miradas que transmitían cuanto querías a una persona, las pupilas dilatada y los ojos verdaderamente brillosos. Su mirada era tan intensa que me desarmaba de a poco, me hacía sentir pequeña a su lado. Nunca lo demostré, nunca le demostré el poder que tenía su mirada sobre mi.

—¿Puedo abrazarte?—Preguntó de la nada, impaciente por mi respuesta. Yo me le quedé mirando, él sabía que no me tenía que pedir permiso para hacer este tipo de cosas. Sin esperar más, asiento y él envuelve sus brazos firmemente alrededor de mi cuerpo. Parecía que temiera que si me soltara, me rompería en mil pedazos. Pero lo que él no sabía, era que en ese momento, yo era la persona más fuerte de todos nosotros— Te quiero, Isabella. Te quiero más de lo que quisiera quererte y no me arrepiento.

Eso me tomó por sorpresa. No es la primera vez que me lo decía, y siempre tenía la misma reacción en mi. Me hubiera gustado decirle que yo también lo quería, y lo quería de verdad. Pero sabía que lo nuestro era una pérdida de tiempo. Yo en ese momento no estaba para mantener una relación amorosa ni siquiera conmigo mismo. No lo sé, solo creí que sería injusto de mi parte decirle que lo quería, para luego dejarlo a medio camino; intentar algo, para luego no querer seguir intentándolo.

Así que solo me quedé en silencio, mirándole a los ojos y luego a sus labios que ya había probado tantas veces, pero que sabían tan bien como si fuera la primera vez, siempre. Y lo hice. Lo besé, un beso corto, pero que transmitía más de lo que pretendía.

Un beso que decía: "Te quiero, Lucas. O hasta más que eso".

Si, puede que haya sido una idiota. Pero en verdad que mi cabeza en ese momento funcionaba para otras cosas, y una relación ahí, iba a desviarme.

Estaba a punto de recibir mi título de médico. Con tan solo veintidós años. El hecho de ser científica y saber más que la gente con el CI promedio, hizo que me permitiera graduar tres años antes que los demás. Y agregándole un plus a eso, mi papá la mitad de su vida fue médico y científico a la vez, así que el me guió de la mejor manera en esta carrera.

Cuando nos separamos fue que caí en cuenta de la realidad. El momento había llegado. El momento en que toda esta gente se desilusionaría y yo me sentiría como la peor mierda. Pero ya no había marcha atrás, la realidad nos daría un golpe muy duro y yo soy la única capaz de hacerle frente.

—Creo que el momento ha llegado— comenté.

—Creo que si—asintió. Tomó mi mano y la entrelaza con la suya. Mi piel erizada y mi estómago que se revolvía como loco— ¿Vamos, dulce princesa?.

—Vamos, Finn.

—Ese es nuevo—comentó soltando una leve carcajada.

—Hay que hacerles el honor— dije encogiéndome de hombros.

—Solo nos falta un Jake para completarlo—dijo, insinuando de una manera muy disimulada que podíamos llegar a ser una pareja y adoptar un cachorro. O eso es lo que creí.

¡Santo Dios, Lucas!¿No ves que me desarman estos tipos de insinuaciones o te golpearon la cabeza de pequeño?

—Prefiero un gato— dije sonriendo. Me acerqué a él y apoyé mi cabeza en su hombro.

—Que sea un gatito entonces.

Nos quedamos en silencio unos segundos y luego caminamos lentamente hacia la entrada del edificio. Y nos perdimos a través de la puerta que en pocos minutos me llevaría a lo imposible.


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