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Chapter 921: Historia Paralela La Caída Capitulo 90: Una vida normal.

1 de marzo de 2043.

Antón caminó por medio de las ruinas.

A cada lado de la antigua calle se encontraban cadáveres, y varios de ellos eran antiguos jugadores.

Él estaba a las afueras de la ciudad de Ankara, donde una terrible batalla se estaba desarrollando.

Lo que antes fue una guerra entre jugadores y las Naciones Unidas Europeas ahora se convirtió en una guerra entre humanos y demonios.

Demonios llegaron por portales que Malik había creado… Tal era la única información que él había tenido, pero Antón se preguntaba si eso era todo.

¿Qué más había sucedido? Que su esposa también fuera tomada ligeramente en sorpresa por los demonios demostraba que incluso ella no sabía demasiado.

Aun así, Antón no profundizó en tales hechos.

No lo hizo por miedo o porque no le interesaban los inocentes que sufrirían las consecuencias de estas acciones, sino que el resultado, por más caótico que fuera, era de su agrado.

Malik murió… Para algunos eran rumores que estaban circulando, pero no importaba cuánto los gremios trataran de cubrirlo, estaba extendiéndose aún más.

Malik Zamora, el líder del Gremio The Eternal Guards y aquel que inició esta guerra, había muerto y con ello, la venganza de su hija y la razón por la cual ellas se fueron de casa, había terminado.

Aun así… Sus hijas no habían vuelto y la guerra no había terminado.

Para él era normal que el conflicto no terminara. Malik era el pilar de su gremio y el iniciador de una guerra descomunal, pero otras personas también apoyaban el conflicto.

Y esas personas probablemente no solo estaban del lado de Malik, sino que también de su lado… Después de todo, algunos humanos se guiaban por sus intereses y para Antón nadie era la excepción.

Incluso él.

"Señor…"

Una voz lo despertó y Antón se giró al darse cuenta de que había llegado al campamento de las fuerzas europeas.

El paladín que lo saludó estaba armado con su armadura de cuerpo completo y llevaba casco. La impoluta armadura que caracterizaba a los paladines de la Iglesia del Tiempo y el Espacio ahora estaba bañada de sangre.

"Un demonio de rango SS nos emboscó durante nuestro viaje con los refugiados y Gervaise Alméras salió herida." Dijo el Paladín y con un tono bajo, añadió. "El enemigo era más poderoso y ella tuvo que usar un hechizo prohibido para retenerlo, pero… Ella regresó de vuelta al rango S."

Gervaise Alméras, como maga de naturaleza, seguramente tenía varios hechizos para salvarse y huir, pero era una mujer de principios y ella no abandonaría a los inocentes.

Antón observó el campamento y notó muchas personas heridas. Cerca de cincuenta a sesenta paladines y héroes se encontraban aquí y la mayoría tenían heridas graves.

Las expresiones eran de cansancio, pero también felicidad por haber sobrevivido.

Alméras tuvo que realizar un sacrificio para salvarlos.

"Llama a la Cardenal Najjar, pídele…"

"La Cardenal Najjar ha mencionado que su estado no puede revertirse," respondió el paladín al instante.

Antón fue observado directamente. Pudo ver la esperanza en los ojos del paladín que apenas eran visibles entre las rejillas del casco.

Esperanza de que él, como alguien tan cercano a Aión, pidiera ayuda para salvar a la mujer que los ayudó a ellos.

¿Sin embargo, qué podía hacer él? ¿Rezarle? ¿Llamar por su ayuda?

"La Iglesia la ofrecerá toda la ayuda que necesite," respondió Antón de inmediato.

El paladín lo observó y a pesar de escuchar sus palabras, bajó la cabeza en asentimiento y se retiró apenado por su respuesta.

Antón, al mirar el campamento, pensó en lo que él podía hacer.

Él podría pedirle ayuda a Aión y probablemente ese dios le aceptaría ayudarlo sin pedir nada a cambio, aun así, Antón no lo hizo.

Hace mucho tiempo se había mentalizado de que no podría ayudar a todos, aunque fuera cercano a los dioses. Aunque una diosa fuera su nuera, él seguía siendo un mortal.

Un mortal que no podía salvar a todo el mundo y eso era porque si esos dioses actuaran y él pidiera por todo el mundo habría consecuencias… Justo como estaba sucediendo ahora.

Y Antón no podía cargar con las consecuencias que significaba pedir ayuda a los dioses.

Aun así…

"Es hora de moverse," murmuró y su cuerpo reaccionó cuando sus músculos se tensaron.

Quizás no era el héroe que todos veían en él y de seguro era alguien egoísta que no cargaría con consecuencias tan pesadas por el bien de la humanidad, pero aun así era un hombre que quería ayudar.

Aunque fuera para calmar su conciencia culpable.

Ese peso era lo único que podía cargar.

******

En una mesa amplia, varias personas hablaban y gritaban mientras un mapa se desplegaba en la mesa.

Gritaban órdenes, realizaban pedidos y exigencias tan solo para volver a entrar en una discusión acalorada.

En esa mesa estaban los jefes y las personas más importantes que antes habían estado bajo Malik… Y ahora discutían entre ellos.

La escena se hizo añicos cuando un fuego lo consumió y una pequeña niña se manifestó y bostezó.

"Se traicionarán entre ellos en busca de beneficios y únicamente quedarán los que sobrevivan."

Su voz tan infantil y tranquila llevaba un poder incomprensible que se extendió a la lejanía y ella con sus tantas voluntades observó una escena donde la discusión se 'calentaba' hasta el punto de que estalló el conflicto.

La niña soltó un bufido al ver que todo sucedía como ella deseaba.

No se sorprendió. Su voluntad, si no era controlada al extremo, era capaz de cambiar el mundo.

Aun así, incluso ella no sabía el resultado. A lo mejor podía tratar de predecirlo al comprender la naturaleza humana de todos los actores en este espectáculo llamado vida, pero como cualquier obra mortal, podía terminar siendo muy diferente a lo que ella esperaba.

"Esa es la parte divertida." Murmuró con una suave risa infantil.

Toda acción de un primordial afectaba de incontables formas y a ella, por lo general, no le importaba el resultado.

A diferencia de Aión, que era alguien que no actuaba si no veía el futuro, a ella le gustaba que las cosas fueran en contra de su expectativa.

Por tal razón siempre actuaba a medias. Contactaba con alguien que hiciera un favor a su 'cuñada' y simplemente dejaba que la sorprendiera.

"Demonios. Es un poco cliché, pero es pasable." Murmuró Jezabel soltando una suave risa.

La risa no era totalmente divertida, pero era como ver una película nueva con un guion similar a incontables otros que había visto.

La única diferencia y la razón por la cual no se aburría era que este guion giraba alrededor de personas que le interesaban. Lo que su amado llamaba 'familia' y lo que ella había tratado de entender mientras estuvo en la tierra.

"Una pena que no haya podido ser directamente." Murmuró mientras que sus innumerables voluntades se giraban a dos personas encapuchadas que caminaban por las antiguas calles de una ciudad en Oriente Medio.

Una joven niña ingenua caminaba viendo a las personas inocentes y refugiados que todavía sufrían el conflicto y la guerra que continuaba.

Tan tonta que fue al pensar que si asesinaba al líder y a la persona que inició la guerra el conflicto terminaría.

Los demonios eran un problema, pero esos individuos, aunque extranjeros en este mundo y desconocidos, no iban a dudar.

Era más, hasta entre ellos tenían conflictos. El problema eran los humanos y aquellos que querían más poder o mantener lo que habían logrado.

Hombres y mujeres que, liberados del yugo de un tirano todopoderoso, querían tomar el puesto de aquel que alguna vez los unió, y a esas personas no les importaba aliarse con demonios o matarse entre ellos… O continuar con una guerra cuyo resultado era la derrota.

La joven e ingenua se estaba dando cuenta de que lo único que obtuvo en su venganza fue solo matar al hombre que le causaba pesadillas, pero su acto no le dio alivio. No le trajo paz ni a ella ni a sus alrededores.

No trajo calma. Las pesadillas continuaban y la guerra también. Nada cambió, es más, todo había empeorado.

Había caído en un pozo sin fondo y a ese pozo no había ido sola, sino con la hermana que siempre la acompañó.

"Qué niña tan ingenua." Murmuró Jezabel al leer los pensamientos de la joven.

Aurora, su linda cuñada, estaba sufriendo como cualquier mortal por sus propias acciones. Un poco más joven de los mortales en este mundo en épocas antiguas sufrían, pero igualmente 'viviendo'.

Una vida en la que no era protegida ni cuidada y en donde cada paso que daba no estaba planeado. En donde cada decisión tenía sus consecuencias y cada consecuencia sus penas.

Viviendo como una mortal.

"Curioso." Murmuró Jezabel.

Si su amado estuviera aquí, no habría nada que no fuera planeado o controlado. Jezabel no hubiera aceptado la opinión de su suegra, hasta la habría ignorado y ella hubiera actuado como deseara.

Lo haría porque no podía dejar de tener el control cuando se trataba de la persona que amaba, pero aquí era diferente.

Con su suegra o sus cuñadas aceptaba sus pedidos y respetaba sus decisiones.

"Así son las cosas." Murmuró Jezabel soltando una risa divertida.

No iba a sobrepasarse con su cuñada ni a cambiarles la vida ni incluso a crear 'guiones' en lo que ella llamaba espectáculos.

Ambas eran importantes a sus ojos, pero no al nivel de controlar cada variable como lo era con su amado, y para ella era normal. La importancia era relativa y su amado estaba en lo más alto.

"Tienen suerte."

Ese fue su último pensamiento antes de que sus alrededores se difuminaran por completo.

Su forma de pensar hizo posible que Aurora viviera como ella quería… En donde cada decisión era propia y en donde cada acto tenía sus consecuencias.

Una vida en la que el sufrimiento y la incertidumbre no estaban calculados ni definidos.

Una vida normal… O lo más cercano a la normalidad en un mundo tan anormal.


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