Lo curioso es que no sentí dolor. Ni una pizca de dolor estaba recorriéndome en el cuerpo. Creo que mi capacidad de sentirlo se había disminuido con los años.
Vi la cara de Leo que estaba preocupado y decía mi nombre varias veces y solo me acordé que había tocado su cara antes de dejar que los brazos de Morfeo me sedujeran.
Escuché voces, femeninas y masculinas. Intenté salir del umbral en el que estaba metida.
-- Puedes estar tranquilo, no morirá-- dijo la mujer de los ojos azules.
-- Cómo pueden estar seguros?-- pregunta Leo, viendo cómo la sangre abandonaba mi cuerpo.
-- Al parecer, experimentaron con ella-- fue lo que dijo y eran las mismas cicatrices que ese hombre había hecho--. De seguro habrá que curar la herida...
La herida estaba cerrándose por sí sola y no dejó ningún rastro que pudiera sugerir que ahí había estado una.
Vieron afectados por el hecho que me levanté y aún tenía los ojos cerrados. Caminé buscando una comida específica.
Me paré en seco cuando la ví. Era un hermano y glorioso bocado de carne con salsa especiada. Abrí la boca y los colmillos se hicieron más grandes. Se los clave y empecé a alimentarme.
Ellos vieron que no estaba matando a una persona de la casa, sino un ser negro como el carbón.
Cuando termine de alimentarme volví a la cama y me tapé con la sábana como si no todo no hubiera pasado.
Leo estaba excitado, era diferente a él pero a la vez no.
Mary Shelley estaba shockeada.