cuando el río se quedó en silencio
Durante un verano sofocante en San Gil, una ciudad tranquila del corazón de Colombia, Jasper Adriel, un joven de veinte años de temperamento sereno y reflexivo, solo esperaba pasar unas vacaciones junto a su madre, su abuela y sus primos.
El aire olía a mangos maduros y gasolina.
Nadie imaginaba que el calor de esos días sería el preludio del fin del mundo.
Todo comenzó con un rugido bajo el suelo, un eco que subía desde el río Fonce.
De esa corriente, que siempre había sido símbolo de vida, emergió algo imposible: una criatura gigantesca, un cocodrilo mutante cuya existencia desafiaba la razón.
Aquella noche, la madre y la abuela de Jasper sacrificaron su vida para salvar a los niños.
Fue el primer aviso de que la naturaleza había dejado de obedecer las reglas.
A partir de entonces, el mundo empezó a quebrarse.
Los animales mutaron, el aire se volvió pesado y los cuerpos sin vida comenzaron a moverse.
Los zombis se multiplicaron, evolucionando hasta volverse casi invulnerables, y las ciudades se convirtieron en cementerios de metal.
Mientras tanto, luces extrañas cruzaban el cielo, y transmisiones distorsionadas hablaban en idiomas que nadie reconocía.
Jasper y su primo Liam Alexander, los únicos que mantenían la calma entre el caos, intentaron sobrevivir en medio de la desolación.
Poco a poco, sus seres queridos fueron cayendo uno por uno: Noah, Dylan, Alana, Gabriel, Tiago…
Cada muerte los hundía más en el silencio.
Cada noche, Jasper soñaba con lugares imposibles: soles verdes, pirámides de oro, civilizaciones antiguas que observaban desde el vacío, dragones blancos y lunas con nueve tronos.
Esos sueños parecían recuerdos de algo que había sucedido antes, o tal vez advertencias de lo que vendría.
Pero el horror no era solo terrenal.
Mientras los zombis arrasaban las ciudades, luces descendían del cielo y arrastraban cuerpos hacia el firmamento.
Los supervivientes comenzaron a hablar de “los visitantes”, seres que experimentaban con los humanos, que observaban su miedo como si fuera un estudio.
El planeta entero ardía bajo un cielo partido en tonos verdes y violeta, mientras la nieve caía sobre los trópicos.
A lo largo de los meses, Jasper y Liam descubrieron que el caos no era aleatorio.
Todo estaba conectado por siete triángulos invisibles, puntos donde la realidad se volvía delgada.
El primero estaba en Colombia; los otros, repartidos por el mundo: el Triángulo de las Bermudas, el Mar del Diablo en Japón, las montañas de Egipto, y otros lugares perdidos.
Eran grietas entre mundos.
Cuando por fin encontraron uno de esos puntos, una esfera de cristal apareció ante ellos.
En el reflejo, Jasper vio rostros que no pertenecían a la Tierra:
una mujer lobo de cabello celeste llamada Kazuma, y una vampira de ojos rojos, Aoi, hijas de una realidad alternativa de Liam.
Ambas los observaban desde el otro lado, esperando el momento en que el velo se rompiera por completo.